Por Nury Esther Pérez Márquez *
Redes sociales, tema muy sonado y contemporáneo definido desde la subjetividad del ser humano referente al impacto que ha generado en la vida de cada individuo, y depende mucho del poder que se le otorga desde el esquema mental aplicado a cambios comportamentales manifestados en la imitación recurrente de lo que se alimenta a través de la mirada de quien lo experimenta y lo desea con el fin direccionado a encontrar algunas respuestas internas acerca de lo que otro posee y que para sí mismo no se tiene en la misma proporción con la que se vende.
Esta reflexión no se enfoca en el tema visible de las redes sociales desde la formación de las mismas, sino en la dinámica mental que existe más allá de lo observable, y que día a día va creando inconformismos, necesidades emocionales, materiales y sensaciones confusas en algunas personas, por aquello de lo que se percibe a través de las redes y que de cierta forma con el tiempo se ha convertido en una adicción desde el deseo perturbador inconsciente de querer ser lo que otro es, y que en ese preciso instante no sucede de la misma forma en que se imagina que puede ser.
El punto álgido de este tema se revela a través de los pensamientos, emociones y sensaciones que se imprimen en el mismo instante en el que se decide acceder una red social, de una u otra forma va generando en el observador preguntas sobre lo que su mente va reteniendo automáticamente en lo que fija su atención y en algunos casos puede llegar a generar frustraciones que trascienden a la vida misma de quien las sufre, gracias a esas ganas de encontrar lo que “aparentemente” esas figuras representativas que aparecen en las redes dicen tener, acompañado de la imagen perfecta, justo y casualmente en el momento de la necesidad de la persona expectante que se encuentra en el rompecabeza de sus pensamientos con la ávida necesidad de querer resolverlo para lograr un estado de equilibrio integral en su salud mental.
El asunto, en este caso, no se orienta a determinar si las redes sociales son buenas o malas según los conceptos convencionales de quien las maneja, sino en la importancia que han tenido como ‘refugio’ y medio de expresión emocional del ser humano en el mundo actual. Ahora resulta más funcional publicar un mensaje que puede ser interpretado desde el sentir de cualquier receptor, que tomarse el trabajo de analizar desde sí mismo la necesidad y calidad de preservación de la intimidad del sentir único e intransferible, que no debería ser desbordado con la intención de ser señalado por otros por la misma condición del contenido emocional que se evidencia en una red social; es decir, se ha dejado de lado la motivación de una conversación directa y apacible por la incertidumbre de imitación de lo que la gran mayoría de personas hacen con las mismas herramientas que todo ser humano tiene a la mano, pero con la diferencia de que unos aparentan tener y otros creen que tienen lo que aparentan.
Además de lo anterior, los llamados de atención se hacen cada vez más visibles en las redes sociales, los vacíos existenciales toman fuerza de forma recíproca tanto para las personas que publican como para las que se interesan por mirar las publicaciones, el carro, la casa, el dinero, las fiestas y demás modas sociales, han sustituido el valioso poder interno de la supremacía del ser humano como autor de su historia de vida sin esos aditivos que se venden para darle valía a su existencia, olvidando por completo que esos vacíos existenciales tarde o temprano vuelven a ‘casa’, y aún siendo sustituidos momentáneamente por esas nuevas formas de apariencias, no alcanzan a encontrar ese anhelado estado de completo bienestar en su salud mental.
* Psicóloga, magíster en Desarrollo Humano en las Organizaciones, especialista en Psicología Clínica con énfasis en Salud Mental.
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