…»Es tan dulce el perdón: ¡prerrogativa de los dioses! perdóname, inmortal: el que todo lo sabe lo perdona todo, y hoy, ideal, todo lo sabes con la sabiduría de la muerte”: Del poema ‘Perdón’, de Amado Nervo
Por Doris Ortega Galindo *
«Navidad que vuelve, tradición del año, unos van alegres y otros van llorando”. Así como se escucha año tras año la letra de esta canción que hiciera popular la gloriosa orquesta venezolana Billo’s Caracas Boys, es como se ven en definitiva algunas personas cuando quizás tienen algo por resolver, drenar u olvidar. Pero es que, en este mundo tan diverso, las discusiones, las discordias, los malos entendidos, los engaños y las ofensas son situaciones que quedan marcadas cual hierro al rojo vivo en la mente y en el corazón de quien se siente afrentado.
Según un estudio realizado en la Universidad de Harvard y dirigido por la profesora investigadora Katelyn Long, el perdón tiene un impacto tan positivo en la salud mental a largo plazo que puede aplacar la depresión y reducir incluso el riesgo a sufrir cardiopatías, ya que el resentimiento puede permanecer intacto dentro nuestro ser, incluso décadas después de la situación que lo creó, y mientras lo sostengamos va a corroer nuestro interior y de alguna manera nos va a mantener vinculados a la persona o la situación que nos hirió.
El perdón es un acto de liberación emocional que nos ayuda a sobreponernos a la influencia de los recuerdos dolorosos; es quedar libre de cargas del pasado, pudiendo obtener el beneficio de la sanación interior, especialmente si se trata de un ser que amamos, por consiguiente debemos evitar la tendencia a ser extremistas, cuadriculados o perfeccionistas, dejar el orgullo y mostrar un corazón abierto y lleno de amor.
Pero paradójicamente viene a mi mente en estos momentos una frase del Dalai Lama: “Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo, por tu propio bienestar”. Todo lo anterior me hace concluir que al único a quien realmente le sirve el perdón es al que lo concede; más, incluso, que a quien lo pide.
Pero, por otra parte, con profunda tristeza observo cómo a nuestra sociedad, a distintos niveles, se la está carcomiendo la sed de venganza producida por la ausencia del perdón tan terapéutico como sanador. “Antes de empezar una travesía llena de venganza, prepara dos tumbas. El proceso de venganza puede dañar a tu adversario, pero también desgasta tu propia vida”.
Que la Navidad, fecha tradicionalmente importante para los cristianos del mundo, sirva de excusa para reconstruir con hilos de perdón la cobija rota del amor.
Pedir perdón no es un acto sencillo, pero sí necesario, sobre todo en fechas como estas, cuando se disfruta de una inusual armonía.
El perdón se aprende, transmitiendo a los más pequeños su valiosa función.
* Abogada, docente e investigadora universitaria
.