Por Wilmer Iriarte Restrepo *
La ciudad es frágil. Y lo es, en general, para todos los ciudadanos, que la perciben como una selva de concreto, atiborrada de metal, cables y ruido, con sus propias fieras, cuyos atributos a escala del individuo la hacen caótica y agresiva.
Esta percepción individual soporta muchas de las decisiones que cada uno de nosotros toma con relación a nuestro comportamiento e interacciones, sin detenernos a pensar en la manera en que se afectan las relaciones sistémicas que ocurren al interior del suelo urbano.
Se presentan conductas del individuo que van desde botar basuras a la calle y atravesar una vía por zona prohibida hasta dañar un bien público o evadir responsabilidades fiscales, comportamientos que deterioran las relaciones sistémicas que buscan un equilibrio entrópico a nivel de ciudad.
También podemos ver acciones colectivas, que van desde atentados y daños a la infraestructura, pasando por el vandalismo, hasta grupos de interés reunidos para segregar los beneficios de la aglomeración y las ventajas de la infraestructura y los servicios ecosistémicos de la ciudad.
Tomemos en cuenta que las ciudades nacen en el Valle de Uruk (Babilonia) básicamente por las ventajas que da vivir cerca de otras personas, las cuales satisfacen necesidades antropológicas superiores al ego del ser humano. No en vano existe el refrán que dice: «más vale buen vecino que pariente ni primo!«, expresión de Cervantes en la que se ensalza la vecindad frente al parentesco, porque en las situaciones difíciles se recurre con frecuencia es a la persona más cercana, un vecino por lo general.
El nacimiento de las ciudades y su sostenibilidad también tiene un componente geográfico muy importante, tan es así que hoy en los planes de ordenamiento territorial se exige la existencia de por lo menos los siguientes elementos:
1.- Modelo de ocupación y usos del suelo (formas de relacionamiento económico, permitidas, aceptadas o promovidas por sector geográfico).
2.- Incorporación de las determinantes ambientales y ecosistémicas a una cartografía que tenga el nivel de precisión y permita su administración usualmente en escala 1:5000, preferible 1:2500)
3.- Caracterización e incorporación de riesgos; tecnológico, de inundación, de aumento del nivel del mar, también incluidos en un sistema cartográfico que permita al ordenador del territorio determinar políticas públicas de intervención en cada barrio o pieza urbana.
4.- Caracterización e incorporación de los equipamientos urbanos (hospitales, colegios, universidades, mercados, entre otros) entre ellos el sistema de movilidad que se basa y apoya en infraestructuras, y debe estar incorporado a una cartografía acompañada con datos de demanda de los equipamientos y origen destino de los viajes en últimas comportamientos del individuo.
Podríamos extendernos en los requisitos de un buen Plan de Ordenamiento Territorial -POT, pero cerraré ese componente con la frase «todo lo anterior, de conformidad con una amplia, adecuada y suficiente socialización y establecimiento de acuerdos con los individuos que habitan el territorio desde la base cultural y social«. El lector juzgará si la frase resaltada en la Ley de Ordenamiento Territorial se cumple y presenta registro evidencial en los diferentes procesos vistos en nuestra ciudad.
Entonces, vivimos en las ciudades porque tiene ventajas, pero, ¿qué pasa cuando esas ventajas se pierden o se concentran en piezas urbanas o peor en individuos?
Algunos coincidirán en que cuando estas ventajas se pierden inicia el deterioro de la urbe, con el consecuente desapego y desinterés hacia la cosa pública, y por consiguiente se empieza a romper esa red de conexiones que sostiene la ciudad. Como resultado se disminuye el pago de las contribuciones que soportan las posibilidades de inversión, lueg,o inevitablemente, los nuevos talentos buscan otras ciudades que brinden las ventajas que inicialmente buscamos en la constitución de una ciudad.
Sin inversión constante cualquier ciudad se fragmenta, y su deterioro es acelerado e inevitable, ya que cada mes o cada año se requiere más esfuerzo para reestablecerla, y la ciudad empieza a consumirse a sí misma, empezando con relaciones económicas absurdas, como un aumento de predial en calles sin alcantarillado y sin cobertura de transporte público, frutos de un pensamiento aislado del territorio, su realidad cultural y sus sistemas de intercambio.
Sucede, entonces, que pensar en cortar el pie para que entre el zapato es reflejo de un pensamiento insensato, propio de algunos ilustrados en materia de cobros y recaudos como la mejor solución.
Ante la insensatez, se pueden tomar a manera ejemplo los acontecimientos recientes de la ciudad sobre la reacción de sus habitantes ante las relaciones económicas toxicas impuestas, su alta sensibilidad y rápida respuesta frente a la variación de precios, el plátano verde sube de precio y reaparece el mote de berenjena o palmito en la mesa, el ñame nos salva y hace recapacitar a los supuestos especuladores… (¡¡Me niego a mencionar el queso!!).
Mucho antes de pretender rearmar vía decreto el ordenamiento del territorio se debe empezar a restablecer las conexiones entre los individuos, entre aquellos que toman microdesiciones diariamente que afectan la integralidad y deterioran las condiciones de todos por igual. Al restablecer un sistema de conexiones sano y equilibrado podremos recuperar las voluntades y las economías de escala que proveen ventajas a la ciudad, esas ventajas que nos invitan a crear y a compartir.
Una preocupación que debe estar en la mente del ordenador del territorio, o quien haga sus veces, y si es que existe, ¿por qué la gente de la sabana de Bolívar prefiere seguir derecho a otra ciudad y no establecer relaciones comerciales con Cartagena? Por esa vía nos perdemos de la generosidad del sabanero…
Esta invitación -entonces – es a reconectar individuos al interior de la ciudad y con la región cercana, desde el reconocimiento de la diferencia y la validación de su importancia; a repensar y no imponer vía decreto reglamentaciones que serán cumplidas parcialmente o sencillamente serán ignoradas, continuando así con el deterioro de los equipamientos urbanos.
Cartagena de Indias es una ciudad que se hermana con Barcelona (España) pero se ningunea con El Carmen de Bolívar con su chepacorina y aguacate… y luego nos quejamos del precio de la mano de plátano.
Por todo ello es que debemos, si existe un timonel… ¡ dar un giro!!
* Ingeniero civil con especializaciones en Finanzas, Planificación de Tránsito y Transporte y Análisis y diseño de Estructuras; y candidato a Magister en Gerencia y Práctica del Desarrollo
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