Por Agustín Leal Jerez *
Las remesas internacionales resultantes de los envíos de los inmigrantes a sus países de origen se están tornando una sórdida arma contra la democracia.
Fue Cuba uno de los primeros países que se percató de este fenómeno, y de allí se ha ido esparciendo a otros regímenes no democráticos. En respuesta a las políticas norteamericanas de bloqueo económico y estímulos para la emigración de la isla, el gobierno cubano, para el año de 1980, promovió la salida de más de 125 mil personas, entre opositores del régimen (a quienes llamaron ‘gusanos’), delincuentes y desvalidos, inaugurando esta nefasta arma política.
A partir de este momento el ostracismo, los refugiados, el desplazamiento interno y el asilo político han sido usados como mecanismos para consolidar gobiernos despóticos.
Lo perverso de estas políticas radica en que se han convertido en el mejor negocio para las tiranías que se atornillan al poder, porque las mismas personas perseguidas por razones políticas, religiosas, de raza, cultura o diversidad; o aquellas que deben migrar por el grave deterioro económico y político que genera esta clase de regímenes, terminan desde el exterior, con el giro de sus remesas, apalancando económicamente y perpetuando en el poder estos tenebrosos gobiernos.
Deshacerse, de esta forma, de la población problemática, es apenas parte de la tarea, porque al resto la clientelizan con las políticas públicas, hasta reventar el gasto público. Así, cuando sobreviene la estanflación por las políticas económicas centralizadas, la clase media se empobrece y tiene que buscar refugio enchufándose en el gobierno, y el que no cabe, por las mismas razones anteriores, le toca igualmente abandonar el país.
US$ 700 billones fue la suma alcanzada por las remeses enviadas por los inmigrantes a sus países de orígenes, según el informe de la Organización Internacional para las Migraciones -IOM 2022:
En Latinoamérica, este fenómeno lo podemos apreciar con mayor claridad en Cuba, Venezuela y Nicaragua, siendo el más dramático el de la República Bolivariana de Venezuela, seguido del de Nicaragua.
El gobierno despótico de Nicolás Maduro, con sus fallidas políticas económicas, hizo colapsar el país, persiguió a la población que pensaba diferente al régimen y arruinó por completo la economía, logrando hacer migrar de Venezuela a más de seis millones de personas, según todas las fuentes mas autorizadas en el tema.
El resultado perverso de esta política es que, gracias a esos más de seis millones de venezolanos que se fueron a otros países en búsqueda de refugio y mejores condiciones de vida es que la economía del país vuelve a tener cifras positivas en su crecimiento.
El monto de las remesas a 31 de diciembre del año 2022 constituyen el 6% del Producto Interno Bruto -PIB – de Venezuela. En contraste, lo que recoje el país por impuestos directos en la desmirriada economía nacional es apenas el 7% del PIB, en cifras de Ecoanalítica.
Pero la perversidad de la política de hacer migrar gran parte de la población de un país no queda aquí solamente. Existen otros efectos de las remesas más beneficiosos para el gobierno que expulsa a sus ciudadanos de su territorio, como veremos de los resultados del estudio Remesas, pobreza y distribución del ingreso en Venezuela publicado por la Comisión Económica para América Latina-Cepal, en diciembre de 2022, donde, en materia de pobreza, arroja los siguientes resultados:
De conformidad con este estudio, las remesas tienen un impacto en la reducción de la pobreza en aquellos hogares receptores, con respecto a los que no las reciben, del 29%, comparando la pobreza sin remesas del cuadro A, donde es del 81%, con la con remesas del cuadro B, que es del 52%.
Pero el estudio trae otro dato importante: de acuerdo con la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida -ENCOVI 2021, el 18% del total de hogares, es decir, aproximadamente 1,5 millones, son receptores de remesas y reciben en promedio US$4 mensuales, con una reducción de la pobreza extrema del 31% para los hogares receptores.
Según la mayoría de los economistas, propios y extraños, las remesas han tenido un impacto tremendo en el consumo interno de los venezolanos, ya que lo que en promedio reciben los hogares receptores duplica al salario mínimo de Venezuela, que es de US$40. Esto es lo que ha permitido el crecimiento económico que con bombos y platillos anuncia el gobierno tiránico de Maduro.
Pero la ñapa que ha generado la diáspora en Venezuela es la disminución del gasto público. Antes de la diáspora era del 50% del PIB, y en la actualidad solo alcanza el 16% del PIB, según la misma Ecoanalítica.
Esto es fácilmente explicable: con seis millones de personas menos, la presión sobre el gasto de los servicios públicos disminuye ostensiblemente, especialmente en salud y educación.
Para el caso de Nicaragua, las remesas constituyen el 18.4 del PIB, y para Cuba, la estimación, por lo difícil que se hace calcularla por la informalidad como llegan a la Isla, es del 5.8% del PIB, aproximadamente.
Sin un mecanismo multilateral que remedie el ostracismo como forma de deshacerse de la oposición y demás población diferente, la democracia en el mundo está viviendo su peor momento, porque ya, sabemos por experiencia, que las sanciones unilaterales, como las económicas de los Estados Unidos y la Unión Europea, lo que hacen es legitimar las tiranías.
La Organización de las Naciones Unidas -ONU – debe encontrar el camino para exterminar por siempre este flagelo que amenaza seriamente la democracia mundial.
¡Qué ironía de la vida! El ostracismo que implementaron los griegos para deshacerse, entre otros, de los políticos que querían perpetuarse en el poder convertidos en tiranos, hoy es la figura que atornilla a estos en el poder.
* Abogado, especialista en Derecho Público con experiencia en Derecho Urbanístico, Ordenamiento Territorial, Contratación Estatal y Gerencia de la Defensoría Pública, entre otros temas.
.