Por Jorge Cárcamo Álvarez *
Hace más de un mes, en la W Radio, Julio Sánchez Cristo entrevistó a un personaje simpático y lleno de optimismo, quien llamó desde la calurosa Montería para felicitar a la mesa de trabajo por la clase de radio que hacían.
En la medida que trascurría la entrevista, Sánchez Cristo se fue interesando por el personaje, pues era de esas personas que tienen la virtud de reír mientras hablan; sincero de los pies a la cabeza.
El radioescucha era de escasos estudios, pero carismático y con una sabiduría natural para describir, pincelada a pincelada, la Colombia profunda: la que sufre y vive en la pobreza sin ser escuchada.
Esa mañana, en la voz de este ciudadano común y corriente, los oyentes escuchamos el testimonio desgarrador de un hombre que lo único que tiene para subsistir es la fe en Dios y la esperanza.
Avanzada la entrevista, llegó la pregunta de rigor: el veterano periodista le preguntó a qué se dedicaba, y el oyente respondió que está vinculado a una empresa que comercializa pollos, y que su trabajo consiste en repartirlos por toda la ciudad. Lo hacía -dijo – en una moto que tenía adaptada para esa labor. Y, sin que se lo preguntaran, agregó que su familia estaba compuesta por su esposa y por sus tres hijos.
Ante su riqueza descriptiva, Sánchez Cristo le hizo una nueva pregunta: ¿cómo son tus días? A lo que el hombre contestó que su día de trabajo comenzaba a las cuatro de la mañana y terminaba a las seis y media de la tarde; y que tenía la tarea de llevar a sus hijos al colegio y luego recogerlos.
Y al preguntársele quién es su jefe, dijo que era un hombre bueno y generoso, que incluso le había regalado un celular y que, cuando podía, les regalaba dos mil pesos a sus hijos, los que él utilizaba para comprarles galletas Festival, para la merienda, las que acompañaba de cualquier jugo que envasaba en botellitas de Pony Malta, para que sus compañeritos del colegio creyeran.
Luego, el director de La W le preguntó cuánto ganaba por tantas horas de trabajo a la semana, y el oyente, al parecer con satisfacción, dijo que ganaba un millón de pesos al mes. Y le preguntaron si tenía prestaciones y manifestó que no. Y agregó que, del millón, quinientos mil eran para el arriendo de la casa, y los quinientos mil restantes para las demás cosas.
Los periodistas, evidentemente sorprendidos, le preguntaron cómo hacía para sobrevivir. Y el hombre, con pasmosa seguridad, contestó que de milagro; que su fe permite que Dios le haga el milagro cada día de llevar comida a su mesa.
En un tramo de la entrevista, Julio Sánchez Cristo le pregunta, dándole la opción de no contestar, cuál era su almuerzo ese día. Y él, con voz trémula, cargada de dolor, ahora sí con notoria pena, responde que arroz con un salchichón de tres mil pesos que había comprado.
Finalmente, el periodista le pregunta por quien iba a votar para la Presidencia, y él contesta sin vacilar que por Gustavo Petro; que ya lo había hablado con su esposa y ella estuvo de acuerdo.
Sánchez Cristo le pregunta que por qué, e él, con la misma seguridad, le responde que porque Petro es el único que puede regalarle la casa que tanto necesita.
Quizás parafraseado el viejo poema de Eduardo Galeano, él siga soñando que la buena suerte algún día le llueva a cántaro, aunque desafíe la cruda realidad, pues la esperanza es lo que tiene y es lo único que no puede perder.
Este hombre bueno, familiar y abnegado en el trabajo, es uno más de los 25 millones de colombianos que no tienen asegurado el consumo diario de alimentos. Sus hijos, seguramente, tendrán deficiencias en la maduración de su inteligencia.
Gustavo Petro ha dicho que su primer acto de gobierno es decretar la emergencia económica para combatir el hambre y asegurar, en el tiempo, la seguridad y la soberanía alimentaria.
El protagonista de este crudo relato, y 25 millones de personas más que pasan por la misma situación, quizás tengan una razón para votar.
* Abogado, especialista en Derechos Humanos, ex personero, ex Alto Consejero para el Postconflicto, ex concejal, ex diputado, ex Alto Consejero para la Constituyente, ex secretario de Planeación del Distrito.
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