Por Jorge Cárcamo Álvarez *
Gustavo Petro nació rebelde y seguramente morirá rebelde. Ese ha sido su estado natural a lo largo de su carrera política. Siempre ha navegado a contracorriente en aguas de mares turbulentos. Eso lo hizo fuerte y resiliente ante cada golpe recibido. Pero a pesar de haber padecido muchos naufragios, también su tenacidad y rebeldía lo han llevado a conquistar insospechados puertos.
Hoy, en la escena política, es de los pocos dirigentes que con sus ideas ha podido mantener una conversación permanente con la Colombia olvidada. Él ha tocado las fibras del ciudadano común y corriente. Él habla el mismo idioma de dolor que hablan los excluidos del país. Su conversación política y humana con ellos es fluida. Las nutridas y espontáneas manifestaciones hablan por sí solas.
A contrario sensu, el resto de candidatos tocan al unísono una sinfonía de propuestas llena de lugares comunes que tienen como características el hablar mucho y decir poco. Hablan de cambio, pero para que nada cambie, como en la icónica novela El Gatopardo. Precisamente, el pavor de tocar el injusto statu quo los silencian.
Se equivocan sus pares políticos cuando afirman que el favoritismo de Petro en las encuestas se debe a que está en campaña desde las elecciones pasadas. Pues no. Petro está en política desde que era un adolescente. Desde cuando descubrió que en el colegio que estudiaba, el San Juan Bautista de la Salle de Zipaquirá, de inspiración franquista, había un sistema odioso de exclusión social. Pero relata el mismo Petro que también había padres muy humanos y progresistas. Y dice que de ellos aprendió los predicados de la teología de la liberación y la opción preferencial por los pobres.
En ese ambiente es cuando nace su verdadera vocación política: como líder combativo y rebelde. De un laureanista moderado que era su padre, y de una gaitanista aguerrida que era su madre, se la jugó por la pasión política de su madre. Convirtiendo, desde muy joven, las ideas de López Pumarejo, Gabriel Turbay y Gaitán en parte de su ideario político.
Esos primeros ímpetus de rebeldía lo habían llevado a estudiar el fenómeno social de mayo del 68 y los procesos revolucionarios de Cuba y Vietnam. Y, por primera vez, con algunos compañeros del colegio, había protestado en serio por el golpe militar en contra del presidente socialista de Chile, Salvador Allende. Ya no había marcha atrás, ya se había jurado a sí mismo luchar por los cambios sociales. Había cruzado el Rubicón: ya el germen de la rebeldía se había anidado en su corazón.
Ya, para aquellas calendas, Petro no solo había madurado su consciencia política sino que había madurado intelectualmente. Recitaba de memoria la historia de Grecia y Roma; y había devorado biografías, obras literarias y muchos clásicos de filosofía política. Y de Rousseau había aprendido la esencia de las democracias.
Sus 18 años fueron una especie de parteaguas en su vida: ingresa a la universidad y al M-19. Y combina dos de sus pasiones: el estudio, convirtiéndose en un estudiante brillante, y sus devaneos revolucionarios. Se convirtió en un economista con excelentes notas y lo sedujeron los golpes mediáticos del M-19, como cuando asaltaban camiones cargados de leche para repartirlos en los barrios pobres.
Zipaquirá, en Cundinamarca, es quizás el escenario principal donde desplegó toda su rebeldía revolucionaria. Allí es elegido personero y luego concejal. Esas son sus primeras experiencias como servidor público. Luego, el volcán de rebeldía que agitaba su corazón lo llevaron a liderar la toma de unos terrenos donde se construiría después el barrio Bolívar 83 en honor al natalicio del Libertador. Fue una lucha tenaz, pero la temeridad y la rebeldía de la juventud lo hicieron posible.
En el Bolívar 83, como resultado de su ingenuidad política, Petro hace pública su militancia en el M-9. Ese es el prólogo de su calvario. Se convierte en objetivo del Ejército y es capturado, encarcelado, torturado y condenado. Y conoce tiempo después el desarraigo del exilio.
Una vez desmovilizado participa como fundador del partido político Alianza Democrática M-19, protagonista en la redacción de la Constitución de 1991, un texto que moderniza las instituciones y abre canales para construir la Colombia social por la que tanto había luchado. Desde entonces entendió que su gran revolución era defender su integridad de aquellos que todavía soñaban con la reaccionaria, beata y conservadora Constitución del 86.
No obstante, lo que lo visibiliza es su paso por el Congreso. Sus debates en la Cámara y el Senado, denunciando la connivencia entre paramilitares y el gobierno, lo convierten en un líder nacional. Pero los reflectores no dejaron de alumbrar y apuntan nuevamente hacia a él cuando denuncia el carrusel de la contratación en Bogotá. Poco le importó que fuera un gobierno de izquierda por el cual había votado.
Tiempo después de un intento fallido es elegido alcalde de Bogotá. Allí le toca luchar contra el contubernio de la clase política tradicional y su extensión en los organismos de control, que lo persiguieron para sacarlo del juego político. Sin embargo, Petro demostró una vez más su rebeldía para luchar contra las persecuciones, y encontró en instancias nacionales e internacionales la preservación de sus derechos políticos. Como es natural, su gobierno no estuvo exento de polémicas, pero tirios y troyanos reconocieron su labor en pro de los derechos de los sectores más vulnerables.
Ahora, vuelve y aspira a la Presidencia con un discurso audaz, innovador y valiente, pero reposado en las formas como deben implementarse sus iniciativas si llega a ser presidente. Por eso ha tenido el valor de invocar un ‘pacto histórico’ con los sectores más disímiles de la política. Habla de una ‘Colombia humana’ donde quepan todos. Ahora entiende que sus propuestas tienen que ser rebeldes, pero que debe tener la principal virtud del buen gobernante para hacerlas posibles: capacidad para negociar.
* Abogado, especialista en Derechos Humanos, ex personero, ex Alto Consejero para el Postconflicto, ex concejal, ex diputado, ex Alto Consejero para la Constituyente, ex secretario de Planeación del Distrito.
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