Por Danilo Contreras Guzmán *
“La que fue hace más de 200 años la ciudad de la libertad, es hoy la ciudad del hambre”, dijo Gustavo Petro para corroborar lo que certifica el DANE y se vive a diario en la barriada popular de Cartagena, contrastándolo con nuestro glorioso pasado de emancipación que parece olvidado, testimoniado por la saga de Benkos; de Bolívar, iniciando desde aquí la campaña admirable para dar libertad a Venezuela; o por el gran mulato Pedro Romero. De eso solo queda aquello que el escritor Germán Espinosa ilustró con la frase: “mi ciudad natal tenía algo de despojo, de resto derrelicto”.
Los corrillos, las tertulias, los chats, las apacibles charlas en los cafetines siguen agitados entre un oleaje de odios y simpatías. Pocos, realmente pocos, contrastando con argumentos lo que hay de relevante o improcedente en la hilvanación oratoria de Petro en La Boquilla.
El senador uribista Fernando Araujo Rumié trinó temprano: “Petro, el expropiador, envía mensajes velados contra mi familia. Petro, exguerrillero, con su discurso falaz y de odio, pone en riesgo a mi familia”. Pero el senador Araujo incurrió en un error, toda vez que el mensaje de Petro no fue “velado”; por el contrario, fue claro para denunciar el modelo depredador que los emporios turísticos han implementado en la Zona Norte, siendo el grupo Araujo el más representativo e influyente de sus gestores, con presencia conveniente en la esfera pública y privada.
Lo que Petro dijo, en alegoría cervantina, es que las moles de concreto avanzan despiadadas sobre los territorios ancestrales de los negros y negras de Cartagena y sobre el mangle; que son como los molinos de viento que Don Alonso Quijano concibió como verdaderos monstruos que arrasan con sus aspas; pero que estos “desaforados gigantes” no son producto de la imaginación quijotesca sino moles expropiadoras de los bienes de baja mar que pertenecen a la Nación y de los predios que por siglos pertenecieron a la descendencia africana que les dio valor primero. Que son expropiadores de los ecosistemas y de las bocas de intercambio de las aguas de la Ciénaga de la Virgen y el inmenso Mar Caribe. ¿Acaso esto es una falacia? ¿Acaso esa exacción no está documentada judicialmente?
Petro señaló a los verdaderos expropiadores y anunció que en su eventual Presidencia no los expropiaría a ellos, pero se compromete con la defensa de los territorios y las titulaciones colectivas que reclaman los pueblos que descienden del gran Benkos, para que dejen de ser excluidos y despojados. Eso dijo.
Dijo además -yo se lo escuché con atención en aquella tarde histórica – que les planteaba “pactar” al empresariado hotelero en Cartagena. Pactar para concebir un modelo nuevo de turismo que no destruya la naturaleza y que no entregue nuestros jóvenes a la prostitución y al abuso. Un turismo que redistribuya la riqueza y pague impuestos justos, conforme lo prevé la Constitución.
Petro dijo que la ciudad debe prepararse para enfrentar, unida, los desafíos del cambio climático que amenazan con hundir bajo las aguas del Caribe a todos los habitantes de esta ciudad que es nuestra madre, sin distinción entre ricos y pobres.
Señaló que los cartageneros no merecen la pobreza y el hambre que padecen y que hay que combatirlas con conocimiento, brindando educación gratuita a la juventud desde la primera niñez hasta la universidad; combatirla con capital y crédito accesible; combatirla con oportunidades y escenarios para la economía popular. Y agregó que no hay seguridad si hay hambre.
Ese, que es un programa democrático diáfano, ha hecho que en algunos chats y tertulias maldigan a Petro y a quienes se atreven a traicionar a su clase “arribista” reuniéndose con el candidato del Pacto.
Muy a propósito aprendí hoy, antes de escribir de un tirón esta nota, que la ‘agnatología’ es la ciencia que estudia la ignorancia, y también supe que la ignorancia se produce sistemáticamente para sembrar engaño. Que la magia y la superchería matan los argumentos que deben alimentar la deliberación pública, esencia de una democracia de respeto. Entiendo, pues, que todos debemos esforzarnos por superar la ignorancia y entendernos en la diferencia.
El Pacto es con la sociedad toda; el pacto es más que una estrategia electoral; el pacto es un diálogo para edificar un nuevo contrato social para una era de paz.
Lo construimos en la diferencia y con razones, no con supersticiones. También se edifica desde Cartagena.
* Abogado y especialista en Derecho Administrativo y Maestría en Derecho con énfasis en Derecho Público.