Por Nury Esther Pérez Márquez *
En esa etapa de la infancia en la que se experimenta un mundo de sensaciones y emociones espontáneas innatas en el niño, de manera natural y simultáneamente comienza una travesía desconocida creada por varios autores relevantes y representativos en la vida del infante, los cuales, de una u otra forma, van trazando lentamente la condición de un futuro y de un destino ligado a ciertas ideas y creencias preconcebidas en donde la moral, el deber ser y el querer terminan siendo un entramado oscuro, generando confusiones y confrontaciones internas que más adelante se reflejarán en comportamientos, actitudes y pensamientos positivos o negativos por el resto de su existencia.
Ideas como: «no deberías hacer tal cosa» o «no es bueno decir tal cosa«, «si haces eso no llegarás a ser nadie«, «si no haces esto o aquello no tendrás nada en la vida» y muchas más, se han marcado profundamente, arraigándose de forma definitiva y abrupta en el esquema mental y en la sensibilidad de cada persona, como si fuese un determinante para ser aceptado y amado por sí mismo y por los demás en el entorno social actual.
Es curiosa la confirmación de estas ideas preconcebidas cuando, al tomar decisiones ya sean relevantes o no – en cualquier momento de sus vidas, en todos los seres humanos surte un efecto inmediato en la manera como finalmente decide cada asunto, dejando de lado el sentir transcendental que en muchas ocasiones se mueve hacia lo opuesto y tampoco es desconocido en ese instante decisivo.
La constante lucha interna se incrementa y toma fuerza en la medida en que las experiencias, emociones y cada situación subjetiva del respectivo individuo pesan sobre esas ideas preconcebidas que un día activaron unas sensaciones de inconformismo carentes de motivaciones sentidas en la esencia que estimula el placer del bienestar equilibrado en la salud mental del sujeto.
En términos generales, se puede decir que el ser humano es producto de lo que en su infancia recibe; de esas ideas y creencias preconcebidas basadas en la experiencia generacional transmitida, que se descubren significativamente para bien o para mal en los puntos de vista y roles que la persona ejerce en la vida.
Por otra parte, vale la pena recalcar que es posible detectar lo anterior reconociendo algunas alertas que surgen cuando el esquema mental necesita liberarse para crear y tener seguridad personal en sus opiniones, escuchando atentamente al ser motivacional unido a la razón propia, que impulsa a la resolución de esa confrontación interna cuando, de repente, surgen frases «como no sé porque soy así«, «no quiero actuar de esta forma pero no sé porque lo hago«, «no entiendo qué me pasa«, que no son frases que han sido evocadas al azar sino que tienen un significado vital al momento de decirlas; que parecen normales y comunes pero cuyo trasfondo se entrelaza de forma directa incitando a una búsqueda urgente de respuestas sumergidas en los orígenes históricos íntimos, en esos análisis detallados de sí mismos, confirmando la sublime necesidad de tener que parar, replantear y cambiar lo que viene perturbando y limitando su fluir en libertad, que se irradia en cualquier situación presentada en las áreas del ser humano, lo cual, afortunadamente, contribuirá radicalmente al inicio de un maravilloso despertar en su estado de salud mental.
* Psicóloga, magíster en Desarrollo Humano en las Organizaciones, especialista en Psicología Clínica con énfasis en Salud Mental.