Por Rafael Vergara Navarro *
Los 150 días de la Asamblea Constituyente es el tiempo en que la riqueza de ideas, intereses compartidos, las luces largas de los elegidos tejieron letra a letra un tratado de paz que, expresando la diversidad que somos, ha resistido todas las tormentas y asimilado 46 reformas.
Sabio el pueblo que a ningún partido dio la mayoría de los 70 elegidos, garantizando que en consenso se reconocieran múltiples derechos y se diseñara una nueva institucionalidad que, más allá de la violencia, se mantiene viva y democrática 30 años después.
Vista a la distancia las nuevas generaciones requieren saber la osadía colectiva que significó atreverse en medio de un clima de terror, conflicto y autoritarismo, a demoler una constitución conservadora y militarizada, impuesta a los vencidos en 1886 y cuestionada por las generaciones del Estado de Sitio que no pudieron doblegar.
Hablamos de más de 100 años de una constitución teocrática, atada a un concordato que encarceló en la moral cristiana la libertad de conciencia, y controló la educación y la cultura. En 1991 la libertad religiosa contribuyó a democratizar el clero y la sociedad.
Pluralista como la Carta Magna es la convocatoria a la Constituyente al institucionalizar el presidente Virgilio Barco la petición de la séptima papeleta y la Corte Suprema avalarla. Ese 9 de diciembre de 1990 además de los liberales y conservadores, el pueblo eligió 19 constituyentes del M-19, que por la paz y la democracia dejó las armas y es coautor de la Constitución del 91
Confluencia de estimuladas sinergias, la ambición de otro horizonte, la bienvenida al futuro del presidente César Gaviria o el espíritu de los asesinados Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, abrieron el camino a concertar en cinco meses 380 artículos. Concertar engrandeció como valor de convivencia, de allí los principios fundamentales: el Estado social de derecho, la República democrática, participativa y pluralista, la prevalencia del interés general; los fines esenciales, la soberanía que hay que recordar, la protección a la diversidad étnica y cultural de la Nación.
La obligación del Estado y las personas de proteger las riquezas culturales y naturales, norma que reitero a quienes pretenden matar los manglares o dragar Varadero. El derecho a la vida que se viola, al igual que los desaparecidos o las torturas que recuerdan al padre Francisco de Roux y la Comisión de la Verdad.
El derecho a la paz, la honra y la libertad de conciencia, de culto y expresión.
Como Constitución Verde protege el ambiente y las personas, múltiples han sido las acciones populares o tutelas, incluso en defensa de los ríos. Es referencia en 37 artículos, entre ellos el de emergencia ecológica que visualiza la crisis climática.
Con una Corte Constitucional independiente hay certeza de que la Constitución seguirá siendo el Tratado de Paz que hace posible la convivencia y, junto con las Cortes, el logro de los derechos que pregona.
* Abogado, ambientalista, gestor de paz y director del Ecobloque del Distrito