Por Germán Osorio Buelvas *
Cartagena y Colombia se disponen, en el corto plazo, a elegir sus gobernantes en el poder ejecutivo. En ambos casos, el ambiente no es el mejor. Es de desesperanza. A mi modo de ver, el clima electoral es denso, por causa de los efectos de un conflicto armado prolongado y trágico que ha hecho mella en la mente colectiva de la Nación. Así, es casi inagotable la lista de variables que juegan en el Gobierno Nacional, siendo, por definición, enfrentar la corrupción el problema que más variables agrupa, como desafío colectivo.
Dicho de otro modo, el problema más importante que enfrenta los próximos presidente y alcalde en mención es la corrupción, siendo la solución a esta un extenso conjunto de factores que consisten en que el gobernante haga lo que tiene que hacer. Por ejemplo: hay que hacer que los delincuentes estén en la cárcel, que los dineros públicos se usen en lo que fueron destinados, que los hospitales sanen, que las escuelas eduquen, que los negocios produzcan, que las señales de tránsito se respeten… Repito, el listado es extenso, extensísimo.
Para el caso de la Nación, es histórica la disputa por la tierra: Desde que nos constituimos como Estado-Nación, Colombia ya venía con luchas intestinas por la tenencia de la tierra, modelo heredado de la Europa medieval, y que en el contexto del narcotráfico se recrudece al ser la tierra nuevamente el foco del negocio ‘agrícola’ más rentable de todos los tiempos. Sumado al tema del conflicto armado de origen político que apenas superamos, el presidente venidero ya viene “atado a compromisos” históricos que posiblemente le impedirán “hacer lo que hay que hacer”.
Para el caso de Cartagena, la disputa de la tierra no es agrícola sino comercial, en la ciudad del metro cuadrado urbano más costoso de la región, y del suelo más explotable también; el potencial comercial de la ciudad es casi inagotable, de allí que tampoco se pueda (o quiera) “hacer lo que hay que hacer”: Un colegio mañana es un hotel, una casa mañana es un bar y pasado mañana un minimercado.
En ese estado de cosas, en las que en la mente colectiva prima lo económico sobre lo humano, de la explotación por encima de la convivencia, del dinero como garante de derechos por encima de la Constitución, es donde nuestros candidatos deben luchar por convencer al electorado de que, a pesar de todo, gobernarán para la gente a conveniencia de cada actor social y no de unos pocos, y usarán los dineros públicos para el progreso territorial colectivo y no para la expansión del poder del privilegio.
Porque gobernar es un arte, no un negocio.
* Sicólogo egresado de la Universidad San Buenaventura.
Sergio Meza
Excelente Germán. Me ha gustado mucho tu editorial.