Por Javier Doria Arrieta *
Recorriendo este puente festivo las calles del Centro Histórico me encontré con lo que en lugar de parecer una ciudad en festejos parecía más bien una de espantos. Lo que sentí era similar a lo que la gente comentaba en las esquinas y traducían en una pregunta: «ajá, ¿y qué pasó con las fiestas?». Según muchas personas, esa misma sensación se percibía en la mayoría de los barrios.
Hay muchas razones que parecieran justificar la peculiar sensación de que en la ciudad no estuviera pasando nada: la apatía de quienes aprovechan para salir de viaje, los potenciales visitantes que no vinieron por que no encontraron nada atractivo en la programación, la crisis administrativa que vive la heroica, la suspensión del Concurso Nacional de Belleza que tenía ochenta años conviviendo con las fiestas y los nuevos residentes a quienes pareciera que les encantara Cartagena pero sin cartageneros, entre otras. Todas razones, desde ópticas distintas, pudieron haber influido para habernos sentido, en plenas fiestas, como en una ciudad de fantasmas.
Asombra observar cómo, en un lugar en el que por estas calendas se celebran los actos independentistas que llevaron a reconocer la valentía de sus hombres y mujeres, la primera autoridad expide decretos prohibiendo hasta la risa; el transporte público masivo oficial, en lugar de ofrecer mayores frecuencias, esconde sus vehículos y reduce sus rutas; la Policía, con actos muchas veces abusivos, impide que los jóvenes se reúnan en las calles y sitios públicos; y unos cuantos, autodenominados los salvadores del festejo, siguen creyendo que su desgastado discurso de la revitalización por fin está dando resultados.
Hace dos centenares de años en el Corralito de Piedra se gestaron y vivieron hechos que históricamente marcarían el destino de la Humanidad para siempre. Ese es el verdadero valor de nuestra celebración independentista que hoy debe ser una oportunidad para mostrarnos al mundo como destino turístico de alto contenido histórico y cultural a través de uno de los festejos más antiguos del continente. De las murallas para adentro nuestra verdadera independencia llegará cuando deje de carcomernos la envidia, cuando nos liberemos del individualismo y cuando seamos capaces de autodeterminarnos sin necesidad de acudir a las intervenciones del gobierno central que hoy, después de más de doscientos años, aún nos maneja como una de sus colonias.
Lo que ocurrió este año con las fiestas, y los espantos que recorrieron las esquinas de la ciudad, deben ayudarnos a reflexionar sobre el papel que debemos jugar los cartageneros con relación a nuestro patrimonio cultural inmaterial más importante. No podemos permitir que, como en el famoso poema del tuerto López, los festejos, como las carabelas, se vayan para siempre de nuestra rada. Y eso solo es posible con un trabajo colectivo en el que todos, sin distinción, participemos y aportemos, y en el que la autoridad, en lugar de seguir prohibiendo, genere conciencia sobre la transcendencia que tuvieron los valientes actos del 11 de Noviembre de 1811.
* Abogado. Especialista en Derecho Administrativo y Derecho de los Negocios. Magister en Derecho Público. Candidato al Título de Doctor en Derecho. Docente Universitario a nivel de Postgrado – Director de la firma Doria & Asociados Abogados.
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Alfonso Arce Morales
Con el aprecio debido a mi exalumno Javier Doria le cuento que desde La Red Cultural de Educadores adscrita al SUDEB, ORGANIZAMOS LA FIESTA desde comienzos del año, logrando recrear su sentido histórico y poniendo en escena importantes muestras dancisticas y musicales de nuestra tradición y contemporaneidad, en colorida y dinámica hibridación. El Festival Escolar en homenaje a Jorge García Usta y El Desfile Escolar en homenaje a los héroes de la Independencia, así lo develaron, movilizando milesde niños, jóvenes y adultos. En el Desfile de la Independencia multitudinario, la plaza de La Trinidad el día11 de Noviembre y en el Cabildo de Getsemaní, donde vi y saludé a Javier, mucho y variado público presente y feliz. En Salsa a la Plaza el día 10, igual. En los preludios previos en las localidades y corregimientos, los bandos, desfiles, carnavales y similares de nuestros barrios sonando la música, el jolgirio, los disfraces, la espuna y algo del prohibido buscapié hacían la fiesta con los grupos musucales, folclóricos, las Grandes Lanceros y Lanceros infantiles y juveniles de nuestras escuelas y bibliotecas públicas, algunos clubes sociales encarretados ya con las Fiestas de Independencia, importantes empresas y fundaciones asumiéndose como patrocinadores activos participantes. También nuestras candidatas al reinado de las Fiedtas de Independencia. Faltaron las que Javier quería ver, pero como no fueron necesaria para que el pueblo SI VIVIERA SUS FIESTAS, prefirió cerrar los ojos y tapar sus oídos escribiendo, con todo derecho, desde la nostalgia de lo deseado que la realidad superó.