
Por Agustín Leal Jerez *
Nunca antes Colombia había llegado a un punto de inflexión en su historia como al que se encuentra abocado con la posesión de Gustavo Petro como presidente: podremos estar en el momento en que el país despegue totalmente y salga del subdesarrollo, o que sucumba en el peor de los vacíos institucionales y el mayor caos politico-social y de seguridad ciudadana de su vida republicana. Así de audaz es su propuesta de la «paz total«.
El éxito de todas las reformas estructurales propuestas en el programa de gobierno de Gustavo Petro pasan por la paz y reconciliación total del pueblo colombiano.
La reforma a la Policía Nacional y el cambio de la doctrina castrense en las fuerzas militares es apenas obvio suponer que se materializará en la medida en que se avance en el proceso total de paz con los grupos armados y todas las demás estructuras militares ilegales que sustentan el negocio del narcotráfico.
Porque no nos imaginaríamos, ni comprenderíamos, una policía civil sin entrenamiento militar y con armas cortas prestando seguridad y vigilancia a los ciudadanos en las zonas rulares del país y en algunas zonas urbanas complicadas por el orden público. Como tampoco a unas fuerzas militares desmoralizadas y aplastadas bajo el imperio del respeto absoluto por un enemigo sin bridas morales de ninguna especie. Sería una perfecta canallada condenar al sacrificio y la impotencia a nuestros humildes policías y nuestros jóvenes soldados.
Por el contrario, si se obtiene la paz total la mitad de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas, y todo su gasto militar, saldrían sobrando. Con este ahorro presupuestal el gobierno podría financiar múltiples programas sociales que, a su vez, enervarían la protesta social violenta que ha sido el fenómeno social que más ha desprestigiado a la fuerza pública, por su torpeza para lidiarla.
Una reforma agraria integral sin abordar el tema del narcotráfico y las fuerzas armadas ilegales que lo sustentan es un imposible que el presidente electo, hombre pragmático, conoce perfectamente. Por ello ha querido tomar el toro por los cuernos desde antes de su posesión. Mas, sin embargo, ya le saltó la liebre con el gobierno norteamericano que no ve con buenos ojos, dentro del proceso de la paz total, el manejo de la extradición condicionada y los diálogos regionales. El gobierno gringo teme que se incremente el fenómeno del narcotráfico si se suaviza la figura de la extradición para efectos de los acuerdos de paz y se federalizan los diálogos para conseguirla.
La paz total es el mejor activo que pueda tener Colombia. Significaría más de cinco reformas tributarias juntas. Para su consecución, en los actuales momentos de la geopolítica mundial, debemos imponer nuestra voluntad soberana, resolviendo nuestras contradicciones internas sobre la forma de abordarla y el grado de justicia que se aplicaría. Para este propósito creemos firmemente en que los diálogos regionales, el Congreso de la Republica y demás espacios públicos de concertación que se aperturen con este propósito son suficientes para decidir en el desacuerdo.
La paz total es tan poderosa que anularía nuestras diferencias con nuestros principales vecinos y socios naturales de intercambio comercial. Esto nos permitiría construir una zona económica común con Venezuela y Ecuador que transformaría al país en pocos años, como uno de las naciones más poderosas comercialmente, de Latinoamérica y del mundo.
La defensa del medio ambiente, la lucha contra el calentamiento global en general y la transición energética pasan inexorablemente por la paz total. El narcotráfico, los grupos subversivos, y todas las ilegalidades que le subyacen son los mayores depredadores del medio ambiente. Tampoco nos imaginamos los campos de energías solares o eólicas sin los habituales chantajes y extorsiones de los grupos ilegales.
Todos los huevos del programa de gobierno del próximo presidente de Colombia se encuentran -pues – en una sola canasta: la paz total.
Confiamos, por el pragmatismo con que Petro ha designado hasta el momento a los principales miembros de su gabinete, que el futuro presidente tiene muchas cosas avanzadas en el logro de la paz total.
Nos preocupa sobremanera la escuela de donde provienen dos de sus principales asesores en materia de paz, Juan Fernando Petro y Danilo Rueda, nuevo Comisionado de Paz: la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, cuyo fundamento filosófico está en la tradición judeocristiana de perdonarlo todo y de ofrecer la otra mejilla. Escuchamos en reciente entrevista al hermano del presidente, y nos parece una persona demasiado buena e ingenua para un país tan perverso como el nuestro.
Confiamos en que la experiencia de la vida y el trasegar de Gustavo Petro por la subversión le hayan dado la suficiente pericia y perspicacia para no caer en las trampas viles de una paz total ingenua e inalcanzable.
* Abogado, especialista en Derecho Público con experiencia en Derecho Urbanístico, Ordenamiento Territorial, Contratación Estatal y Gerencia de la Defensoría Pública, entre otros temas.
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