Por Juan Conrado Ovalle *
Las ciudades consideradas como asentamientos en un determinado territorio de grupos humanos de muy diversas actividades se caracterizan, en general, por tener una alta densidad de población por área de espacio disponible.
Por ello, básicamente, se han levantado alrededor de aspectos que conlleven la atención de necesidades básicas, donde la presencia del agua siempre se ha considerado como elemento vital para facilitar unas condiciones de vida más llevaderas para los pobladores. De ahí que no sea fortuito encontrar en los distintos países del mundo, entre ellos Colombia, muchas ciudades y poblaciones incrustadas en las riveras de fuentes acuíferas.
Ahora bien, todo conglomerado humano al irse instalando en un territorio comienza por establecer un orden en el mismo, comenzando por el uso del suelo, definiendo espacios para viviendas, sistemas viales, etc., que permitan la movilización ordenada de acuerdo a los medios de transportes, así como la definición de espacios para actividades productivas, recreativas, áreas de encuentros, zonas para mercadeo y lugares para rendir culto a creencias religiosas, entre otras.
Todo ello, en lo referente al territorio. Sin embargo, es de extrema importancia -y fundamental – establecer normas y conductas de comportamientos que cumplan todos los habitantes, para garantizar una convivencia armónica y pacífica, estableciéndose sanciones a quienes violen dichas reglas.
En ese orden de ideas los pobladores establecen relaciones sociales que se enmarcan en una serie de valores, creencias, costumbres, comportamientos, etc., las cuales, en su conjunto, conforman el acervo cultural que rige el comportamiento de todos los ciudadanos, independientemente de la actividad sobre la cual soporten su sustento.
Las ciudades deben alojar y propender por una comunidad organizada, con visión de convivencia y desarrollo armónico, con prevalencia del bienestar de los pobladores, estableciendo relaciones sociales entre sus miembros basadas en el respeto y el cumplimiento de deberes y derechos, que permitan mantener un orden en lo social, económico y ambiental, con el fin de promover la tolerancia y mantener una convivencia pacífica que genere seguridad y prosperidad, brindando oportunidades en lo educacional y en materia de generación de ingresos.
La evolución de las ciudades ha sido muy diversa, llegando algunas a crecimientos inimaginables que han conducido, en muchos casos, a la absorción de algunos de centros poblados vecinos, integrándose en la búsqueda de soluciones a problemas comunes.
Las ciudades se soportan sobre una institucionalidad que obliga al cumplimiento de las normas y disposiciones por parte de todos los ciudadanos. Sin embargo, al analizar el desarrollo o evolución de muchas poblaciones encontramos que la institucionalidad es muy frágil, vulnerable, que no brinda garantías en su cometido al ser capturadas por actores estratégicos que valiéndose de su condición terminan imponiendo a su antojo prácticas que no atienden al beneficio colectivo.
En la medida en que se acentúan los abusos y no responden a sentimientos asertivos para atender los requerimientos de la población se va generando inconformidad, la cual se traduce en protestas ciudadanas, las cuales pueden llegar a niveles de anarquía, con poco respeto a las autoridades que deben velar por el orden, generando violación a las normas establecidas.
En la medida en que no se encuentran espacios de identificación y concertación entre las autoridades legítimas, los pobladores y demás actores estratégicos para atender y buscar soluciones a los problemas cotidianos de la comunidad se va forjando un ambiente de inconformidad que se traduce en desconfianza: nadie cree en nadie. Y en individualismo: cada quien trata de resolver sus problemas sin considerar el grado de afectación a otros actores sociales. Y en violencia generalizada y solución de conflictos por medio de la fuerza. Y en abusos generalizados, tanto de autoridades y entidades como de ciudadanos. Y en egoísmo y poco sentido de colaboración.
En suma, cuando los habitantes de un territorio se ven influenciados y asumen actitudes como las señaladas podemos indicar que estamos ante una sociedad enferma, que no respeta normas, y cuyos habitantes asumen comportamientos inusitados fraguando, en el tiempo, un proceso de deterioro en el desarrollo social y económico y en la convivencia pacífica, generando para las ciudades pérdida de imagen y la jerarquía que se pudo tener en un tiempo.
Esta preocupante conducta, que incide negativamente en la solución de los distintos problemas, se presenta cuando se generaliza por sus ciudadanos el irrespeto a las normas, con una actitud de indiferencia por todo lo que sucede en su entorno, y cuando no se quiere reconocer la realidad de lo que ocurre en el territorio, buscando generalmente excusas o justificaciones, lo que conlleva a forjar una ciudad caótica.
Y todo ello, haciéndose notorios el desorden, la confusión, el desconcierto, el enredo, el embrollo; donde la realidad se enmascara acudiendo a antifaces, calificativos o atributos referidos al pasado, pretendiéndose seguir viviendo de la historia sin realizar esfuerzos en el presente ni edificar el futuro. En ese contexto encontramos cómo se justifica, y se acepta como normal, lo anormal, por muchos actores sociales, dado que viven en un confort caótico, sacando beneficios, importándoles en el fondo muy poco que la calidad de vida en el territorio sea mejor.
En un ciudad caótica impera el egoísmo y el individualismo, poco se aprecia la construcción colectiva; la exclusión y discriminación se percibe, aunque se niega; se considera que los problemas se resuelven buscando culpables sin ir a la raíz de los mismos. Igualmente, se quieren aplicar fórmulas obsoletas para resolver problemática recientes, donde actores causantes del deterioro que han conllevado al caos reinante fungen como solucionadores.
Las ciudades que han llegado a un estado caótico requieren de un proceso planificado de reconstrucción, lo cual puede llevar varios años; comenzando por reconocer la realidad y la potencialidad de su población cuando se motiva a trabajar en equipo, identificando propósitos de ciudad que sean extremadamente incluyentes y de beneficio general, para recuperar el tejido social deteriorado y planear avances o mejoras apoyados en indicadores fiables, una comunicación asertiva, una buena calidad en las inversiones y un control estricto de los recursos.
De todo ello, de acuerdo a la situación particular que se analice, pueden surgir otros elementos a considerar, y ello haremos en una futura nota (leer mañana ‘Cartagena de Indias, de Ciudad Caótica a Ciudad Modelo‘).
* Ingeniero industrial, docente universitario y consultor empresarial
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