
Por Germán Zapata Vergara*
La administración de Cartagena de Indias no puede seguir siendo una recocha. Lo que viene ocurriendo desde hace décadas en esta ciudad, pero que se viene acrecentando a la vista de todos durante el actual gobierno, nos debe poner a reflexionar.

La ciudad necesita más que discursos bonitos y amenazas de lucha de clases. Es urgente un administrador honesto, preparado mental y académicamente; que conozca los problemas pero que también tenga claro cómo solucionarlos; que no sea solo un quejoso sino -sobre todo – un formulador de propuestas y ejecutor de planes, proyectos y programas; que sepa rodearse bien y no tenga pendientes favores; que sea ambicioso, con proyectos de alto impacto, y que sepa cómo gestionarlos.
En Cartagena se han hecho habituales los escándalos de corrupción, los enfrentamientos entre sectores políticos, las denuncias entre el ejecutivo, las corporaciones públicas y la dirigencia gremial. La Heroica es una recocha en todo el sentido de la palabra. Y lo grave es que lo seguirá siendo si no elegimos a alguien que nos haga sentir orgullosos como cartageneros y no vergüenza de ver cómo la ciudad se destruye, literalmente; cómo se incrementa el hambre, la miseria y la inseguridad; cómo se deteriora la calidad de vida de sus residentes; cómo los trancones aumentan día a día y cómo no hay obras para mostrar.
Ad portas de que se inicie en firme una nueva campaña a la Alcaldía, a la Gobernación y a las distintas corporaciones locales, deberá insistirse en que quien pretenda ser alcalde de Cartagena debe entender que estamos rodeados de mar, de ciénagas, de caños y lagunas que pueden, y deben, ser aprovechados; que su eventual gobierno no puede estar de espaldas a sus cuerpos de agua; que aprecie que esta baña gran parte de la ciudad y que puede, en consecuencia, ser aprovechada como vía de comunicación.
Pero, además, quien aspire a gobernar a Cartagena debe comprender que se requiere tacto e inteligencia para regir los destinos de la ciudad con el Concejo como coadministrador, sin caer en la trampa de ser manipulado por ninguno de sus integrantes pero sabiendo escuchar con el respeto que merecen las instituciones y, además, siendo capaz de convocar para trabajar en equipo.
Por todo ello, el candidato a la Alcaldía de Cartagena que se quiera ganar el voto de confianza de la gente seria debe pensar, desde ya, en quiénes integrarían su gabinete, dejando claro que para él los funcionarios deben funcionar; que tienen que ser un ejemplo para la ciudadanía; que deben tener un genuino sentido de pertenencia; que tienen que estar preparados, y tener experiencia, en los asuntos misionales de sus cargos; y que deben ser capaces de atender al ciudadano con calidad humana y sin discriminación alguna.
En resumen, el próximo alcalde de Cartagena debe entender lo que es ser un servidor público, es decir, que fue electo para servir; y que debe obrar con total transparencia como primera autoridad de la ciudad.
Por todo ello, Cartagena requiere -y con urgencia – que sus mejores hombres y mujeres se unan en un solo propósito: restaurar la ciudad y recuperar el tiempo perdido. No cada uno por su lado, creyéndose un mesías, con ese egoísmo y esa vanidad que solo favorece a quienes históricamente la han desangrado. Pero hay que tener cuidado con un poco de malos disfrazados de buenos.
A Cartagena hay que transformarla. No podemos seguir viviendo del rebusque, de la informalidad, de la mendicidad. Hay que ser ambiciosos con propuestas de auténtico bienestar. No se puede hacer campañas con limosnas para después tener una administración de mendigos; “el que paga para llegar, llega para robar”; las limosnas en campaña también son compra de votos; se hace campaña con un programa de gobierno ambicioso, factible, estructurado. Como se hace la campaña se gobierna. Miremos el pasado y reaccionemos por un mejor futuro.
Cuando ya, en la práctica, comienzan a calentarse las campañas a la Alcaldía de Cartagena, debe advertirse que entendemos, y respetamos, el derecho constitucional de elegir y ser elegidos, y de representar los diferentes segmentos poblacionales que tal vez no tienen voz. Pero también comprendemos que hay que ser aterrizados y sensatos. Cartagena no puede seguir siendo una recocha en la que muchos participen solo para darse a conocer y ver qué puede pasar; sin la preparación, ni la experiencia, ni la trayectoria, ni la capacidad, ni el liderazgo, ni la responsabilidad que exige un cargo de tal magnitud y complejidad.
Si todos realmente queremos a Cartagena, todos debemos hacer un acto de contrición. Porque la responsabilidad de elegir al mejor está en cabeza de cada uno.
* Administrador público especialista en Gerencia de Proyectos; exconcejal de Cartagena.
.



