Por Agustín Leal Jerez *
Sin decirnos mentiras ni ruborizarnos, tenemos que admitir que desde la época de Pablo Escobar Colombia ha venido llamando la atención a un turismo de exceso que llega al país en busca de esas fantasías de droga, sexo y mujeres bonitas que el cine y la farándula nacional e internacional han esparcido por doquier.
Y Cartagena no ha sido la excepción. Ya de forma institucional se dan los primeros asomos de este tipo de turismo en el año 97 con el arribo de los harlistas y el suceso en el que el ciudadano Jorge Payares Castillo casi pierde la vida de mano de uno de estos energúmenos, quien le disparó varias veces porque no le cedió la vía. Asimismo, los festivales de música electrónica a partir del 2004.
El Centro Histórico y su área de influencia, conjuntamente con las playas de la Bahía de Cartagena, son los sitios que convocan el turismo, y donde existe el mayor intercambio cultural y comercial de los residentes de la ciudad con sus visitantes.
Pero el Centro Histórico es el lugar nocturno por excelencia de la gran parte de los turistas que llegan a la ciudad. Esta gran demanda turística, de igual forma, ha ido aumentando la oferta de droga y sexo. Estos bienes y servicios, desgraciadamente, están siendo prestados, en su mayoría, por menores de edad y adolescentes de ambos sexos. En el caso de las drogas, por lo general, los niños y jóvenes son usados como instrumentos, y para el caso de los servicios sexuales lo hacen ellos mismos de forma directa o a través de la figura del proxenetismo.
Este es un hecho cierto e insoslayable que tenemos que abordar sin tapujos de ninguna especie. La poca oferta turística cultural, gastronómica, ecoturística, de eventos y festivales internacionales. El atraso urbanístico de la ciudad, donde en más de 20 años no se ha hecho una obra pública o privada representativa que atraiga una nueva clase de turismo nacional e internacional, como ha sido el caso de Barranquilla. Los problemas de seguridad, convivencia ciudadana y movilidad. La incapacidad de las administraciones distritales y los operadores turísticos para encadenar lo productos turísticos de tal forma que la industria turística se descentralice en mipymes, cooperativas o cualquier forma asociativa que, mediante esta vía de producción de bienes y servicios, involucre a las comunidades menos privilegiadas, nos están conduciendo, lenta e imperceptiblemente, a ser un destino solo para consumo de sexo y drogas.
El deterioro turístico del Centro Histórico tiene dos orígenes: la marginalidad de una gran parte de la sociedad cartagenera, especialmente los jóvenes que, sin ninguna oportunidad, a muy temprana edad, ven en el comercio sexual su única esperanza de subsistencia. Da escozor ver niñas y niños ofreciendo paquetes sexuales a través de sus móviles a extranjeros y propios, bajo la custodia infame de unos padres a quienes también los ha arrastrado la indiferencia gubernamental. Las remesas del exterior se han convertido en un medio de subsistencia de muchas familias de las zonas menos favorecidas de la ciudad.
Periódicamente, estos mercaderes del amor llegan a la ciudad a cobrar sus tributos y se enmarañan en toda clase de excesos de drogas y depravaciones sexuales que consuman en algunos hoteles, hostales, bares y residencias de la ciudad tolerantes con esta situación, pero especialmente aquellos amparados por la informalidad de la parahotelería.
Otra forma más sofisticada de perpetrar estos mismos hechos se está dando con un grado de alcurnia inimaginable, escorts de alto turmequé, de ambos sexos, se ven acompañando a turistas extranjeros y nacionales en los sitios más exclusivos de la ciudad. Su modus operandi consiste en andar en grupos de cinco o más personas y alquilan una casa del Centro Histórico o un apartamento lujoso en Bocagrande o Castillogrande, donde realizan unos bacanales que tienen en vilo al resto de los residentes de estas zonas. El costo de los alquileres diarios que, en algunos casos, rondan los $20 millones, han corrompido hasta a los más nobles y rancios propietarios, que han sucumbido ante el poder de los dólares y euros.
El primero de los casos tomados como ejemplo de las causas del deterioro del Centro Histórico de la ciudad tiene raíces estructurales complejas que demandan una acción integral del territorio y la sociedad; pero el segundo es una falta imperdonable de desarrollo del poder de policía de las autoridades involucradas en su control.
Se hace necesario, para el Centro Histórico, de la aprobación del PEMP, pero para los demás casos del control a la parahotelería, que es donde están ocurriendo los escándalos más sonados de los últimos tiempos. Y se requiere que, mediante una Ordenanza expedida por la Asamblea Departamental de Bolívar, con su poder subsidiario de policía, instrumentalice las normas de convivencia ciudadana contempladas en el Código de Policía, no para agregar requisitos ni prohibiciones a quienes alquilen sus residencias de forma temporal sino para establecer el deber legal de informar a las autoridades de policía el nombre y la identificación de los ocupantes temporales de los bienes que den en alquiler.
Esto, para facilitar las labores policivas en caso de que se necesiten con urgencia, tal y como lo dispone el Código de Policía y Convivencia Ciudadana:
ARTÍCULO 32. DEFINICIÓN DE PRIVACIDAD. Para efectos de este Código, se entiende por privacidad de las personas el derecho de ellas a satisfacer sus necesidades y desarrollar sus actividades en un ámbito que le sea exclusivo y por lo tanto considerado como privado.
No se consideran lugares privados:
1. Bienes muebles o inmuebles que se encuentran en el espacio público, en lugar privado abierto al público o utilizados para fines sociales, comerciales e industriales.
No es solo el Centro Histórico el que está en crisis; es toda la sociedad cartagenera la que está al borde de perecer y que clama por un gobierno serio, eficiente, eficaz y trasparente.
* Abogado, especialista en Derecho Público con experiencia en Derecho Urbanístico, Ordenamiento Territorial, Contratación Estatal y Gerencia de la Defensoría Pública, entre otros temas.
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