
Por Danilo Contreras Guzmán *
El presidente electo Gustavo Petro acaba de lanzar en un trino que acredita su genuino compromiso con sus promesas de campaña: “Les solicito a los alcaldes y gobernadores del país alistar lotes con títulos saneados para construir las sedes universitarias y colegios universidades que sustentarán la infraestructura de una sociedad del conocimiento”.

Al leer el requerimiento me trasladé de inmediato a la época en que fungí como funcionario de la Gobernación de Bolívar en el sector agropecuario, y más puntualmente a una de las primeras visitas que realizamos al municipio de Marialabaja, por allá en 2016. Ya conocía la vecina población, ubicada a escasos minutos de nuestra bahía de exportación en Cartagena, pero la nueva visita me imponía una visión distinta: la del servidor público.
La imponencia de la naturaleza, de los fértiles campos de producción agropecuaria y de las vetustas infraestructuras del Distrito de Riego de Marialabaja, sus canales de riego, sus vías secundarias, sus oxidadas compuertas para controlar las campañas de riego, sus dos hermosas represas abastecedoras: Matuya y Playón, y las destruidas instalaciones administrativas del Distrito ubicadas en el corregimiento de San Pablo, que años antes habían sido testigo y sede de las fuerzas de la violencia desatada en la región, me impresionaron.
Enseguida concebí la posibilidad de que, en el lugar de las derruidas instalaciones del corregimiento de San Pablo, donde funciona y tiene sede la Asociación de Usuarios del Distrito de Riego, en Marialabaja, pudiesen funcionar las instalaciones de un centro de educación superior destinado a la innovación, la ciencia y la tecnología que podría transformar el campo en Bolívar. Recuerdo que un buen colega de gobierno y amigo, al oírme hablar, mamándome gallo me dijo: “Bueno, pero usted es el poeta del campo”, quizás porque aquella súbita concepción le parecía una quimera.
Tiempo después, logramos establecer una relación internacional con el gobierno de Países Bajos, a través de su embajada en Colombia y muy particularmente con la Universidad de Waggeningen, a través de la doctora Ría Hulsman, quien a la sazón obraba como representante de la Universidad para Latinoamérica, la cual es considerada como el establecimiento de educación superior número uno en el mundo en materia de agricultura, según el National Taiwan Ranking 2021 y el QS World University Rankings 2022, al tiempo que es considerada la número dos en medio ambiente y ecología según el National Taiwan Ranking 2021 y número cinco en ciencias ambientales según el QS World University Rankings 2022.
Tanto bregamos en el propósito de conocer cómo había hecho un país tan pequeño, que por acá aún conocemos como Holanda, para ser una potencia de producción agroalimentaria, que en 2017 pudimos organizar una misión a Países Bajos para conocer la exitosa experiencia de la agricultura en ese país que lo ha ubicado como el segundo exportador de agro-alimentos del mundo, después de EE.UU. (leer ‘La agrologística: un pacto por la transformación del campo en Bolívar‘).
Pues bien, la misión que organizamos pudo visitar la ciudadela universitaria de Waggeningen, conocida mundialmente como ‘The Food Valley’ de la ciencia, la innovación y la tecnología en materia de agricultura en el mundo.
Se trata de una ciudadela universitaria que alberga cerca 15 mil profesionales y estudiantes de todo el mundo dedicados al estudio de la ciencia, la innovación y la tecnología relacionada con la producción de alimentos.
En pocas palabras, se trata del Silicon Valley en materia de producción agroalimentaria.
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Allá hablamos de nuestro Distrito de Riego de Marialabaja y de sus inmensas posibilidades de producción, no solo de alimentos, sino como epicentro del conocimiento, si nuestra quimera de una universidad y centro de investigación tecnológico en el corregimiento de San Pablo se hacía realidad.
Ahora el presidente Gustavo Petro, que ha prometido al país llevar a sus juventudes al nivel de las sociedades globales del conocimiento, lanza la propuesta del trino referido al inicio de esta nota, que a Bolívar le queda fácil, pues las infraestructuras del Distrito de Riego son de propiedad de la Nación a través de la Agencia de Desarrollo Rural, si mal no recuerdo.
Escribí esta nota de un tirón, pues me parece que esta es una inigualable oportunidad que dejo en manos de la alcaldesa de Marialabaja, Raquel Sierra Cassiani, y del gobernador de Bolívar, Vicente Blel Scaff.
El sueño de que Marialabaja se convierta en una ciudad universitaria como la que vimos en Waggeningen, Países Bajos, es un sueño que aún seduce, y probablemente es la hora de que los sueños se hagan realidad.
* Abogado y especialista en Derecho Administrativo y Maestría en Derecho con énfasis en Derecho Público.
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