
Por Moraima Salom Villalba *
Para conmemorar los 143 años del natalicio del gran poeta Luis Carlos López (11 junio 1879 – 30 octubre 1950), reproducimos una crónica inédita de su hija Marina López Cowan, premiada en un concurso y publicada en la prensa bogotana en 1931.

Cartagena, mi linda muñeca
Por Marina López Cowan
Mi Cartagena me hace el efecto de una vieja y estropeada muñeca que en mi niñez fue mi más puro encanto. ¿Queréis que os diga cómo es mi muñeca? Veréis. Los bordados de su vestido son las inmortales e imponentes murallas vestigios de una raza fuerte que en tiempos ya idos, venció. Hoy en día, aunque el verdín trace un rictus de amargura en sus paredes y las lagartijas hagan vida social en ellas, cantan belleza y causan profunda admiración a todo el que las ve por primera vez.
Lindo es el sombrero de mi muñeca, soberbias y altivas –sus cúpulas – se alzan interrogando a la bóveda infinita… San Pedro Claver, arquitectura netamente colonial que guarda como un tesoro las reliquias del Apóstol de su nombre; la Metropolitana, de estructura severa, pese al abigarrado colorido de su frontispicio…
Las cuentas del collar de la nena, son las innumerables barquitas que en nuestra natural y hermosísima bahía pasan y repasan con sus velas henchidas y llenas de remiendos multicolores; grandes trasatlánticos portadores de exóticos perfumes y notas modernistas de países remotos. Sus ojos –Oh, sus lindos ojos! – el uno impone por su majestad y fortaleza, es el poético castillo de Bocachica; centinela eterno que en su senectud, parece añorar épocas pretéritas, noches de luna, fragor de combates, lamentos de prisioneros. El otro, San Fernando, donde Nariño el precursor de nuestra amada libertad arrastró las cadenas del cautiverio, tiene el recuerdo sagrado de inmortales caudillos.
Tiene muy respingada la nariz mi linda nena; es La Popa, la clásica Popa, donde celebramos el dos de febrero, fiesta de la Virgen Nuestra Señora de la Candelaria. Siento oler a buñuelos, fritangas y matarratón, al par que emanaciones de estanquillos… Mientras, la caravana juvenil traza su eterno y bello poema rosa, admirando a sus pies la ciudad dormida entre la bruma.
Me inclino para darle un beso en la boquita; es la puerta del viejo Reloj Público, que con gesto rebelde parece desafiar esa fiebre demoledora que llegó hasta sus flancos; y que en grito angustioso clama a sus hijos el premio a sus desvelos pasados. Oh, juegos de ‘Bridge’. Oh, ¡partidos políticos!. Oh, derrumbe moral..!
Buscando sus brazos, ¡oh tristeza infinita! Sólo encontré sus muñones sangrantes… el Muelle que devoró un incendio ante la impotencia de sus hijos… el Acueducto, sueño irrealizable, utópica aspiración que sólo tiene contornos de realidad cuando el cielo, más humano que los hombres, derrama los líquidos tesoros de sus nubes.
Oh, ¡pobre muñequita! Tú das la dolorosa impresión de una Venus de Milot. ¡Me pongo repentinamente triste ante el despojo de lo que fuiste y solo así me explico la justicia que te hicieron al llamarte Heroica!
Marina López, Cartagena, 1931
* Comunicadora social e historiadora *
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