
Por Álvaro González Álvarez *
Si hay algo que caracteriza el ejercicio de lo público en Colombia es que, generalmente, se necesita tener una palanca para ganarse un contrato o tener empleo. Los gringos dicen: «you need to know somebody that know somebody that know somebody» (necesitas conocer a alguien que conoce a alguien que conoce a alguien), lo que en el Caribe colombiano se traduciría como «la rosca del primo hermano de la mujer del mocho».

El enriquecimiento súbito de muchos servidores públicos se ha vuelto común. Parece que hacer política o estar en el círculo de los que toman decisiones son las dos nuevas modalidades para hacer dinero fácil de manera ‘legal’, independientemente de que la reputación quede por el piso. En la ecuación dinero-reputación, todo indica que, cuando hacen el análisis de riesgos, la reputación pesa poco en el resultado ponderado total. Lo triste de todo esto es que los daños colaterales son devastadores: hastío y desconfianza generalizada de los ciudadanos por lo público.
En mayo de 2021 sucedió un evento no menor, el cual pasó casi desapercibido entre gran parte de los cartageneros: Pedro Rejtman Orozco, quien fungía como subdirector técnico del Departamento Administrativo de Valorización Distrital de Cartagena (Valorización), fue denunciado por otro funcionario de esa entidad (el abogado Carlos Aguilar), quien afirmó que fue presionado por Rejtman para presuntamente favorecer a la empresa KMC para unos pagos relacionados con el proyecto de Playetas. A pesar de la gravedad de los hechos, no pude encontrar registros de estos en el medio local más leído (El Universal). ¿La Administración Dau manejó todo con un bajo perfil y prefirió que el señor Rejtman saliera por la puerta de atrás? No lo sabremos. Lo cierto es que fue relevado de su cargo.
(Le puede interesar: ‘Elevan queja disciplinaria contra subdirector técnico de Valorización’ y Noticiero El Vigía con Mauricio Portnoy: para oír el audio de la noticia hacer click aquí)
Ese mismo mes, y sin tener conocimiento de lo que pasaba al interior del Departamento de Valorización, coincidentemente escribí la nota de análisis ‘Plan Maestro de Drenajes Pluviales de Cartagena: buscando la raíz del problema’, en donde, entre otras, presenté un gráfico que mostraba el vínculo laboral directo o indirecto entre varios personajes (incluyendo a Pedro Rejtman) y diferentes entidades públicas y privadas.
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Asimismo, planteé varios interrogantes respecto al señor Rejtman y el Plan Maestro de Drenajes Pluviales (PMDP): «De acuerdo a las metas establecidas por la Alcaldía de Cartagena para 2020-2023, con respecto a los drenajes pluviales, el Dpto. de Valorización será el responsable de aumentar hasta en un 45% los estudios y diseños de ingeniería de detalle de los canales y en un 10% la construcción de canales. ¿No existe un conflicto ético en que el subdirector técnico de esta entidad (Pedro Rejtman) haya sido parte de los diseños que necesitan revisión y aprobación antes de construirse? ¿No existe el riesgo de que el Sr. Rejtman se incline por un nuevo convenio interadministrativo con el IHSA (Universidad de Cartagena) para los nuevos diseños a contratar?».
Los anteriores interrogantes toman relevancia con esa denuncia en contra del señor Rejtman. Al mismo tiempo es casi que imposible no recrear un escenario hipotético en el que todavía estuviera a cargo de la subdirección técnica de Valorización en el contexto del PMDP. Así como Rejtman, había dos profesionales (en la modalidad de contratos por prestación de servicios) con posibles conflictos de intereses; uno en la Secretaría de Infraestructura y otro en el EPA-Cartagena. Tengo entendido que renunciaron desde finales del año pasado aparentemente cuando vieron que existía gente haciendo veeduría. Aún hay un tercero en el EPA-Cartagena, pero ese no tiene injerencia en el tema de los drenajes pluviales. Sin embargo, estamos pendientes de evaluar su desempeño.
Precisamente, una de las cosas que más me llama la atención de Cartagena es cómo mucha gente, que uno creería que tienen una escala de valores más robusta (p.ej., profesionales y académicos), a menudo caminan esa línea delgada entre lo legal, ilegal y lo poco ético sin siquiera darse por enterado o sentir el menor remordimiento. Lo hacen con mucha naturalidad y, cuando son medio cuestionados, utilizan un sinnúmero de excusas risibles.
En una ciudad pequeña como Cartagena en donde el amiguismo y la rosca impera, cuestionar a personas con cierto poder puede llevar, entre otras, al ostracismo laboral. El mismísimo alcalde Dau lo vivió en carne propia. Conozco a algunos profesionales excepcionales que hacen parte de la industria privada (varios, incluso, ni siquiera necesitan dinero) y que han querido ingresar a la academia o a lo público solo para aportar y compartir sus conocimientos. Ellos también han experimentado de primera mano las represalias. Aunque me refiero específicamente a parte del gremio de la ingeniería civil y ambiental, muy seguramente los demás grupos profesionales deberán tener su propia versión de ’vacas sagradas’, cuyo rasgo común es la mediocridad y/o los intereses personales. Lo más preocupante de esta situación es que he visto nuevos profesionales sucumbir a ese mundillo disfuncional, lo cual imposibilita romper el ciclo.
A pesar de que la meta de las columnas es simplemente realizar análisis concienzudos y sin sesgos (para entregarle al lector elementos suficientes para que formen su propio juicio en varios temas), intuyo que le causan roña a más de uno. Supongo que sacudirles su nicho y zona de confort no debe ser agradable para algunos, especialmente para quienes gozan de sus mieles. Algunos han intentado aplicar sus tácticas usuales (tengo evidencias). Sin embargo, eso conmigo no funciona. En lo que a mí respecta, solo puedo decirles que no les tengo miedo, ya que siempre he entendido que en este proceso de informar existiría la posibilidad de ganarme unos cuantos enemigos.
A algunos nos mueve el bien común. Pero existen otros que su modus vivendi y operandi no les permite concebirlo. Les causa un cortocircuito y, quizás, eso los lleva a especular acerca de nuestra motivación.
Dado el ambiente actual de elecciones, quiero cerrar con un aparte de un artículo de Mario Vargas Llosa publicado en el periódico El País de España: «Mandela es el mejor ejemplo que tenemos -uno de los muy escasos en nuestros días – de que la política no es sólo ese quehacer sucio y mediocre que cree tanta gente, que sirve a los pillos para enriquecerse y a los vagos para sobrevivir sin hacer nada, sino una actividad que puede también mejorar la vida, reemplazar el fanatismo por la tolerancia, el odio por la solidaridad, la injusticia por la justicia, el egoísmo por el bien común, y que hay políticos, como el estadista sudafricano, que dejan su país, el mundo, mucho mejor de cómo lo encontraron».
Adenda. ¿Qué pasará al interior de Valorización que ha tenido varios directores(as) en casi dos años y medio?: Javier Moreno (quien en su momento trajo a bordo a Pedro Rejtman), Juan David Franco (que luego pasó a ser secretario de Planeación), Johanna Gaitán y María Isabel Lugo.
*Doctor (Ph.D.) en Recursos Hídricos e Ingeniería Ambiental. Con licencia de Ingeniero Profesional (P.E.) en el Estado de Nueva York. Ingeniero consultor senior, investigador y docente en EE.UU. en el área de la hidrología, hidráulica, sistemas de conducción y bombeo de agua potable y residual, y sistemas de tratamiento de agua potable y residual.
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