
Por José David Vargas Tuñón *
Luego de la repatriación de los restos del fiscal paraguayo Marcelo Pecci y su posterior sepelio en su ciudad natal, queda cuestionarse sobre la lamentable labor que, en mi concepto, han desarrollado innumerables medios comunicativos tras el homicidio de este funcionario extranjero en las playas privadas del hotel Decamerón en la isla de Barú.
Si bien es cierto que el crimen del que fue objeto este importante funcionario extranjero fue como de película, el cubrimiento del suceso por parte de la gran parte de la prensa cartagenera, nacional e internacional deja muchas preguntas acerca del amarillismo grosero y grotesco que muestran hasta la saciedad en cada relevante hecho noticioso que ocurre.
En Cartagena, como en otras partes del país, en medios impresos, radio, televisión y portales de Internet no se ha hablado durante esta semana casi nada diferente a lo que estuviera relacionado con el apellido Pecci. Se rotaban el tema como un manjar entre los distintos comensales. Que si el rostro del homicida, que si las declaraciones de la viuda. Que si el calibre de la bala. Y a todo se le suman los videos aficionados tomados segundos después del hecho, donde muestran, sin consideración alguna, al agonizante ser humano que alguna vez tuvo en sus manos el mundo jurídico- penal paraguayo.
No pretendo, ni mucho menos, bajo ningún concepto, que la censura esté a la orden del día. Solo propugno por hacer un llamado a la compostura en situaciones de intensos sufrimientos como esta. El solo hecho de que se trate de un personaje reconocido no les da derecho a los periodistas a transgredir los principios de la dignidad humana, ni tampoco bajo el escudo de la libertad de prensa pueden cometerse atentados contra las demás garantías fundamentales de todo ser humano.
Así, pues, la muerte de Marcelo Pecci causó y seguirá causando un gran escándalo político en el entorno paraguayo. La tragedia impactará, claro que sí, a la familia de este respetado señor, quien supo poner de rodillas al narcotráfico en la triple frontera de su país. Qué feo es hacer lo correcto y tener una pistola calibre 9 mm apuntándote constantemente en la frente, esperando -ansiosa – a que te descuides para dispararte. En la América Latina ya es impensable tener funcionarios honestos que luchen contra el crimen organizado porque, tarde o temprano, los silencian.
En conclusión, en mi concepto, los medios de comunicación deben estar para informar, pero el manejo dado a este episodio mediático no fue el adecuado. Se revictimizó a la viuda en numerosas ocasiones, poniéndola a recordar una y otra vez la tragedia padecida. Además, se mostró cada una de las etapas en las que era tratado el cuerpo por los servicios funerarios, desde cuando entró hasta que fue repatriado. Este caso debió ser un asunto de estado; manejarse con la entereza y la seriedad que merece, pero no como el boom mediático y amarillista que nos vendieron.
Pero, sobre todo, debería recordarse que personas como Marcelo Pecci merecen ser recordadas por cómo vivieron mas no por cómo murieron.
* Estudiante de Derecho
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