
Por Henry Vergara Sagbini *
No es mi intención poner el dedo en la llaga. Lo que realmente quiero es hacer sangrar la llaga a ver si reaccionamos como sociedad y padres de familia, pues la permisibilidad y complicidad en el tema de la drogadicción se está tragando a nuestros hijos.
La historia que les narro, con el corazón arrugado, es verídica; pero, por supuesto, modifico nombres, lugares y circunstancias con el propósito de no herir el alma de los protagonistas, quienes jamás se repondrán de tan dolorosa tragedia.
Ruego a los lectores utilizar términos respetuosos para defender cada una de sus posiciones, aún antagónicas, tratando de proponer SOLUCIONES sin aferrarnos a la PROBLEMÁTICA que ya conocemos de sobra.
Esta es la historia:
Tres de la madrugada. Vuelta añicos, María Alexandra, de solo 20 años, llegó a la urgencia de un hospital portando en el pecho un letrero escrito por ella misma: “Déjenme morir, quiero descansar”.
Su historia clínica semejaba un extenso prontuario casi imposible de creer por el grupo de galenos y enfermeras que corrieron a su encuentro: uno a uno, los implacables asesinos micrópilos dejaron su estigma en aquella jovencita con la piel aferrada al esqueleto.
Fueron cinco años de desenfreno lidiando contra el VIH Sida, la gonorrea, la cirrosis hepática, la drogadicción y la insaciable esquizofrenia.
María Alejandra fue la última de cuatro hijos en un hogar de clase media. Su padre, contador público; su madre, comisionista de finca raíz, trabajaron, de sol a sol, para brindarle a sus cachorros educación de calidad enmarcada en principios y valores.
Los apodaban ‘La familia Jurassic’, pues escrutaban con lupa las amistades y los lugares que frecuentaban sus hijos, a quienes consideraban sus joyas y tesoros más preciados.
Jamás entregaron la llave de la puerta; establecieron estrictos horarios de entrada y salida mientras repetían y repetían sin sonrojarse la letanía que los hizo célebres en la vecindad: «nada nos impide conocer quiénes son sus amigos, dónde viven, qué hacen, qué lugares frecuentan, qué fuman, qué beben. Preferimos ser “ariscos dinosaurios que pavos rellenos”.
Pero después de años de paz irrumpió la tormenta: María Alejandra, sacudida por las primeras explosiones hormonales, dejó al descubierto su indómito carácter: a los 15 años, suelta de madrina, abortó clandestinamente y, desbocada, corrió directo a la arena movediza de la drogadicción, mientras su cuerpo vichecito era desgarrado por los colmillos ponzoñosos de las enfermedades venéreas.
Sus angustiados padres buscaron todas las ayudas médicas y psicológicas disponibles, emplazaron a sus amigos de perreo, traba y vacile, pero nada funcionó, optando finalmente por el régimen militar donde solo ellos eran los dueños de las llaves, hasta cuando los citaron al Juzgado de Familia.
María Alejandra impetró una Acción de Tutela exigiendo respeto a sus Derechos Fundamentales: Libertad y Libre Desarrollo de su Personalidad. La jueza le concedió la razón a la arisca muchachita sin imaginar las consecuencias.
Los padres acudieron, presurosos, cargando maletas y bolsas con la ropa y demás enseres de su hija. Ya en el Juzgado, la atribulada y enloquecida madre alzó la voz para que todo el mundo se enterara: «estamos totalmente de acuerdo con la decisión tomada por su Señoría… La felicitamos por su sapiencia, pero como ya agotamos todos los recursos, le informo que, respetuosamente, aquí le dejamos las pertenencias de María Alejandra… ¡Terminen usted y la justicia de este país de criarla, a nosotros se nos extinguieron las fuerza!«, y aquellos padres salieron del Juzgado hechos un mal de lágrimas mientras la tribu de compinches de María Alejandra los escupían y maldecían sin pudor ni clemencia.
En los siguientes cinco años no recibieron noticias de su hija hasta cuando les informaron que agonizaba, solitaria y dolorosamente, en la urgencia del hospital, con un letrero en el pecho escrito de su puño y letra: “Déjenme morir, quiero descansar”. Y, como la efímera favela, se volvió cenizas antes del amanecer… Yo estuve ahí para contarlo.
Insumos para la SOLUCIONÁTICA:
- ¿Cómo juzga usted el comportamiento de María Alejandra y el de sus padres?
- ¿Hasta qué edad considera usted que los padres deben estar pendientes de la vida de sus hijos?
- ¿La legalización de las drogas sicoactivas es la solución?
- ¿Cómo analiza usted la decisión de la Jueza de Familia?
- ¿Conoce usted casos semejantes al de María Alejandra?
NOTA: Estos documentos hacen parte del taller ‘Errores y aciertos en la crianza de los hijos’, a cargo del autor de esta columna, el Dr. Henry Vergara Sagbini, médico pediatra, profesor universitario, conferencista, especialista en Docencia Universitaria y escritor. Si está interesado en participar en este taller favor comunicarse con el celular 3106152872 o el correo electrónico hvsagbini_26@yahoo.es. Al momento de la inscripción usted recibirá gratuitamente un ejemplar del libro ‘Hijo, dónde te pongo el sol’, del Dr. Vergara Sagbini. Cupo limitado.
* Pediatra, especialista en Docencia Universitaria, docente universitario, miembro de la Academia de Medicina de Cartagena, conferencista, escritor, columnista de El Universal y Revista Metro.



