
Por Rafael Castillo Torres *
El adviento es el tiempo de la esperanza. Tiempo en el que hemos venido experimentando, durante estas dos semanas a Juan El Bautista, el precursor, a Isías, el profeta de los tiempos mesiánicos y a María inmaculada, que es el Ave María purísima… sin pecado concebida. Son estas las tres figuras bíblicas que la Iglesia pone a nuestra consideración para que nos acompañen en este caminar hacia el natalicio de nuestro Salvador.
El solo hecho de que el anuncio del nacimiento de Juan se haga en Jerusalén, en su templo, a un varón y que nacería de una pareja de ancianos, mientras que el anuncio del nacimiento de Jesús se hace en un pueblito que casi no cuenta, a una joven mujer, en una casa común y corriente y que nacería de una joven muchacha virgen, muestran la relación que hay entre ambos en la realización del plan de salvación de Dios para la humanidad.
Pero si hay un hecho que recoja la fuerza de esta relación de Jesús con Juan el Bautista es la pregunta de este último nacida en la prisión de Maqueronte, la cárcel de Herodes, donde Juan vivía su cautiverio ya próximo a su martirio: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Es la pregunta que lo atormenta por dentro y la confía a sus discípulos para que la hagan a Jesús.
Jesús no responderá de manera directa. Díganle a Juan “lo que están viendo y oyendo”, será su respuesta. Lo que han visto es un Mesías que salva curando y comunica un mensaje esperanzador que escuchan todos los que han sido víctimas de los abusos y padecen la injusticia de los poderosos. Con Jesús la verdad se dice y se hace. Por ello lo que se opone a la verdad que debe hacerse no es la mentira sino la decepción de que el Reino de Dios no llegue a instaurarse como un nuevo orden de cosas.
Qué bueno que, en este tiempo del adviento, camino a la navidad, nosotros podamos reproducir los gestos de Jesús en las acciones concretas que se pueden señalar con el dedo y en las palabras buenas que podemos anunciar y se deben escuchar. Allanar el sendero como lo pide Juan dando los mismos signos que dio Jesús, nos exige tres compromisos como Iglesia:
- Lo primero es estar más cercanos a los que están sufriendo, más atentos con los enfermos y más presentes en las situaciones difíciles que viven tantos hermanos. Conocer más de cerca sus problemas, atender sus necesidades, defender sus derechos y no dejarlos desamparados porque son precisamente ellos los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de Dios.
- Lo segundo es no olvidar el cuidado que debemos a nuestra vida interior frente al consumismo exacerbado de esta época del año. Nuestra vida interior es más importante que todo lo que nos viene desde fuera. Si estamos vacíos por dentro, somos vulnerables a todo. Se va diluyendo nuestra confianza en Dios y no sabemos cómo defendernos de lo que nos hace daño.
- Lo tercero es tener muy presente que como Iglesia no somos únicamente el lugar donde se engendra la fe y se celebra la esperanzan sino también, por su misma naturaleza de sacramento de salvación, estamos llamados a ser fuente de una vida más sana, lugar de acogida e inclusión para todos y una casa para quien necesita hogar.
* Sacerdote de la Arquidiócesis de Cartagena y director de la Corporación Paz y Desarrollo de los Montes de María


