Por Carlos Ardila González *
Carlos Mattos, quien se encuentra recluido en la Cárcel La Picota de Bogotá, insistirá en buscar con la Fiscalía un principio de oportunidad, a pesar de que el ente investigador descartó cualquier posibilidad de preacuerdo con el polémico empresario, quien se encuentra ad portas de un juicio penal por haber pagado más de $2 mil millones en sobornos para obtener beneficios judiciales.
Como indicara Revista Metro en una nota a anterior, a Mattos se le recuerda en Cartagena por varios hechos que en su momento ocuparon la atención de los medios de comunicación tanto locales como nacionales (leer ‘Carlos Mattos: las vueltas que da la vida y su ‘Cartagena Connection’ – I‘).
Varios de ellos giran, como ya se dijo, en torno a unas obras civiles que planeó construir en el sector El Papayal, a un lado de Chambacú.
Y uno de ellos, en particular, retrató de cuerpo entero cómo operan los poderosos cuando alguno de sus proyectos tiene un impedimento legal. Para ellos, por lo visto, siempre habrá otros caminos, aunque a veces, como ocurrió en este caso, la verticalidad y determinación de unos hombres honestos pueden dar al traste con sus pretensiones.
El hecho ocurrió el 1 de julio de 2010 en el salón de sesiones del hotel Marriott de Bogotá, localizado en el centro financiero de El Salitre, a escasos 5 kilómetros del aeropuerto El Dorado.
Ese día Carlos Mattos, ante un grueso número de invitados (varios de ellos llegados de Cartagena, entre ellos unos periodistas), aseguró que a finales de ese año arrancarían las obras de su megaproyecto en El Papayal. Se trataba, dijo, de un hotel cinco estrellas con 252 habitaciones, un moderno conjunto habitacional con 200 amplios apartamentos, un multicentro de talla internacional, todo con más de 170 mil metros cuadrados de construcción, y un puente que uniría el complejo urbanístico con el barrio El Cabrero.
El solo centro comercial «tendrá 35 mil metros cuadrados de área de ventas y contará con 250 locales comerciales y 900 parqueaderos«, anunció Mattos. «Ya todo está definido; ya contamos con el visto bueno de la Alcaldía y ya todo está socializado con el Concejo de Cartagena«, aseveró.
Lo que, por lo visto, no sabía el poderoso empresario es que entre los asistentes se encontraba el arquitecto y constructor William Amín Jattin, quien además era -a la sazón – concejal de Cartagena; y mucho menos que este, por su triple condición de arquitecto, constructor y concejal, tenía claro que en el sector mencionado no era posible construir unas obras como las expuestas, ya que las normas urbanísticas determinaban con claridad cuáles son los índices de construcción autorizados. Por lo que sabía, el área del lote de los Mattos no daba para tanto. Y eso, justamente, fue lo que le dijo que al inversionista al término de su exposición, cuando los periodistas comenzaron a entrevistarlo, como para esas fechas narró Revista Metro:
«Buenos días«, les deseó a todos Amín, mirando -sonriente – a quienes estaban frente a él, entre ellos el también concejal Alfredo Díaz Ramírez, con quien había viajado la noche anterior de Cartagena a Bogotá a unas diligencias en el Ministerio de Cultura. «Me llamo William Amín Jattin, soy concejal de Cartagena, y permítanme decirles que no es cierto que este proyecto haya sido socializado en el Concejo, y tampoco, al menos oficialmente (que es como se hacen las cosas), que la Alcaldía le haya dado su aprobación«, manifestó, para sorpresa de todos.
«Cartagena, señores«, continuó con la palabra Amín, «vale por su centro histórico, por sus bienes patrimoniales, y el lugar escogido para este proyecto, cuya realización es una excelente noticia para todos, tiene, sin embargo, unas limitaciones que a la luz de la ley hoy son insuperables«.
En efecto, según pudo establecer este portal días después, el lote de Mattos tiene un área de 54.500 metros cuadrados, y está localizado en la esquina suroccidental de la calle 40 y la carrera 14, en el sector El Papayal de Chambacú. Con ese área no es posible, legalmente, alcanzar los 170 mil metros cuadrados de construcción anunciados.
Por su ubicación, de acuerdo con las normas de protección de los bienes patrimoniales, tampoco es posible construir torres de quince o veinte pisos como las proyectadas. La alcaldesa de la época, Judith Pinedo, lo tenía claro y por eso desestimó, desde un principio, la propuesta de permitir la construcción de un puente entre el lugar y El Cabrero a cambio de permitir el aumento de los índices básicos de edificabilidad y volumetría de los predios, así como de exonerar a sus propietarios del pago del impuesto predial durante los próximos 30 años. Y eso lo sabía Amín.
Un día después del evento en el Marriot, varios medios de comunicación señalaron las principales características del megaproyecto. «El Multicentro Chambacú generará tres mil empleos permanentes, directos e indirectos» y «el puente que regalará Mattos será un gran aporte a la descongestión del tráfico en la ciudad«, fueron las frases más repetidas en las notas periodísticas.
Pero pocos hablaron de la posición de William Amín, quien meses después, siendo gerente de Corvivienda, denunciara graves irregularidades en otros proyectos urbanísticos. Tampoco dijeron que, contrario a Amín, otros concejales defendieron a capa y espada el proyecto y aseguraron que ellos sí lo conocían.
Tampoco informaron que, a partir de ese día, hubo una serie de lobbies para intentar subsanar lo que, a la luz de las normas de entonces, era absolutamente insubsanable.
Y mucho menos informaron que, curiosamente, entre los presentes en el Marriott se encontraba el entonces secretario de Planeación de Cartagena, Javier Mouthón Bello, quien, como habría de señalar a este portal uno de los presentes, «parecía más un consultor del señor Mattos que un funcionario del Distrito«.
No se dijo, por ejemplo, que en diciembre de 2011, a pocos días de culminar su mandato, la alcaldesa Judith Pinedo estuvo a punto de firmar unos documentos que, por la vía de la modificación de unas normas locales, le hubieran abierto las puertas al proyecto de Mattos, permitiendo un inusitado incremento de los índices de construcción. «Alcaldesa, no firme«, le recomendó una de sus asesoras jurídicas. «Revise bien porque, por lo que he leído, lo que se pretende es un endriago que va a generar un escándalo«. Pinedo leyó el documento y, sin firmarlo, se lo devolvió -visiblemente disgustada – al funcionario que se lo había llevado: el secretario de Planeación, Javier Mouthón Bello.
* Director de Revista Metro