
Por Danilo Contreras Guzmán *
Hace algo más de un año, un par de amigos me sugirieron considerar la posibilidad de proponer mi nombre para una aspiración a la Cámara de Representantes por Bolívar, aduciendo mi reciente experiencia como secretario de Agricultura Departamental que me había llevado a recorrer la exuberante geografía bolivarense para conocer y sentir los innumerables problemas que aquejan a sus pobladores en insospechados y recónditos territorios. No dudo que lo hicieron de buena fe y muy probablemente fundamentados más en la estimación edificada por años de amistad que en los pocos méritos que este servidor pueda tener.
No me quedé en la sugerencia de aquel par de amigos y me sumergí de nuevo en las calles y caminos de las barriadas más populares de la ciudad para auscultar el pulso de las comunidades, hacer mías sus causas y proponer una pedagogía acerca de lo que debe ser una democracia genuina en la que los derechos de todas y todos se respeten sin necesidad de alegar privilegio alguno. No me quedó difícil pues, mirando los años transcurridos, mi vida siempre se ha orientado a la vocación de luchar del lado de los más débiles, incluso postergando el bienestar familiar y personal.
En ese azaroso trajín fui ganando el favor de líderes y lideresas de organizaciones y corrientes de pensamiento que entendieron que la coyuntura histórica de un régimen desgastado y violento que se esconde tras la falacia de una democracia apenas formal era propicio para sumarse a un proyecto genuino de cambio, que exigía dirigentes con capacidad y decisión para enfrentar los duros retos de lograr transformaciones que no dan espera. Las manifestaciones del 28 de abril dejaron en las calles el eco de multitudes que gritaban a los dirigentes que no los representaban y que los cambios eran imperativos.
No dudé en concebir que la respuesta a esa marejada de inconformismo era el movimiento Pacto Histórico encabezado por Gustavo Petro, y sentí, ante la gravedad de las disyuntivas, que debía asumir y adelantar una acción política que profundizara mis esfuerzos para consolidar una aspiración a Cámara, como me lo habían sugerido antes aquel par de amigos.
En este tiempo he agitado con vehemencia varias ideas y propuestas que han tenido como finalidad plantear la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo en Cartagena y Bolívar que sea distinto al que nos han impuesto las élites económicas y sociales de la región para perpetuar sus privilegios egoístas. Pero, además, me propuse promover una deliberación para abandonar definitivamente las viejas mañas de la política de castas en Bolívar que tiene su infortunada génesis en la práctica mezquina de las microempresas electorales. Ha sido así como me he empeñado a fondo en proponer una lista cerrada para la Cámara en el Pacto histórico en Bolívar, pues no dudo que los enanos de la política regional, que abundan en todos los sectores del espectro político, proponen lista con voto preferente para abrir de par en par los portones de un proyecto político que promete cambios a quienes solo se movilizan en las campañas por cuenta de meros intereses mercantiles.
He ganado adversarios en esa deliberación; no me arrepiento; pero también he sumado aliados en estas causas, aliados que van siendo ya verdaderos amigos y amigas, más allá de las tensiones de la política.
En fin, me propuse caminos tortuosos, tal vez siguiendo aquella frase de Séneca según la cual no se alcanzan las cumbres por el mero llano, y en ese trance me he sometido a la ríspida tarea de lograr un aval en una de las formaciones políticas que integran la coalición Pacto Histórico, esto es, el nuevo Partido Colombia Humana, con cuyo programa me identifico para la recuperación de una democracia real mancillada por el fascismo del régimen actual, la transformación del modelo extractivista que debe hacer transición hacia una economía de energías limpias y un programa de justicia social que garantice derechos fundamentales a partir de la premisa de que quienes tienen más aporten más a las soluciones.
Erguido sobre estas ideas, sin claudicar ni por un instante, sometí mi nombre a la consideración de mis copartidarios en una emulación necesaria.
Las dificultades para adoptar una decisión sobre los candidatos o candidatas que la Colombia Humana debe proponer al Pacto Histórico han llevado a que los 11 inscritos se reunieran ayer 12 de noviembre para elaborar un consenso sobre quienes han de ser en definitiva los postulados. En dicha reunión asumimos como regla de juego una votación interna en la que cada candidato anotaría en un papel los nombres de dos hombres y dos mujeres para ir decantando quien o quienes pueden ser los elegidos para postular en la lista a Cámara por cuenta del partido Colombia Humana. En la primera ronda fui eliminado de esa selección por mis compañeros y compañeras.
Debo confesar que, dado que me he preparado siempre, profesional y políticamente, para enfrentar estos retos, la decisión de mis compañeros y compañeras me ha causado desazón. Sin embargo, en el curso de las horas subsiguientes y en la madrugada en que escribo estas líneas he comprendido, leyendo de nuevo a Borges y recurriendo a mi capacidad de superar adversidades, “que el valor es cuestión de aguante” y que unos aguantan más que otros. A mí me ha tocado siempre aguantar más y sostenerme en los propósitos. No puedo entonces hacer cosa distinta que honrar las reglas de juego a las que me sometí para arribar a un consenso respecto de la persona o personas que deben ir a nombre de la Colombia Humana a integrar la lista a Cámara por el Pacto Histórico.
En algún momento dije, arguyendo la necesidad de una lista cerrada como mecanismo de innovación política para desatar las amarras que nos tienen atados al clientelismo y la politiquería de las listas abiertas, que si me tocaba ser el último en la lista cerrada lo sería sin titubeos. No puedo entonces hacer menos de lo que prometí para ponerme al servicio de la unidad que es imperativa para construir el triunfo electoral de las banderas del Pacto Histórico. No me perdonaría yo mismo faltar a lo que ha sido mi discurso.
Entonces, dejo constancia por medio de esta nota de mi llamado a que el Partido Colombia Humana acoja la decisión que por virtud de reglas de juego libremente acordadas por los precandidatos determinaron una fórmula para la elección de aspirantes por esa formación política, y espero que el sacrificio de mi candidatura sirva como firme argamasa para unir nuestras fuerzas y edificar la victoria de una política nueva de esperanza y de vida, sobre la vieja política de la decadencia y la destrucción. La política del amor y la tolerancia sobre la política del odio, el sectarismo, la estigmatización y los prejuicios.
Debo decir finalmente que no he consultado la decisión de aceptar los resultados de la reunión de precandidatos referida con las organizaciones y los dirigentes que han tenido la generosidad de acompañarme en estos meses y que han cifrado sus esperanzas en la tarea que me encomendaron, puesto que no encuentro salida distinta a la de ejercer, en este paso complicado, los principios de la ética que me guía, pues no tengo dudas, rememorando a Carlos Gaviria Díaz, que la ética es mi política, y en este caso la ética de las convicciones, sin considerar el sacrificio de mi aspiración personal y de grupo, en aras de un bien mayor: la unidad. Yo espero que quienes me han acompañado entiendan lo imperativo de esta resolución. Ya determinarán las circunstancias en qué puesto de la batalla democrática de las ideas debo apostarme para ayudar en la victoria del pueblo en 2022.
Unidad, unidad, unidad para la victoria, es el mensaje que quiero trasmitir a mis copartidarios. Vamos adelante firmes y sin temores. Un abrazo fraterno en las ideas.
* Abogado y especialista en Derecho Administrativo y Maestría en Derecho con énfasis en Derecho Público.



