Por Danilo Contreras Guzmán *
La ciudad ha venido creciendo de manera agresiva, desordenada e ilegal. Principios consagrados en la Ley 388 de 1997 como la función pública del urbanismo, que entre otros fines prevé posibilitar a los habitantes del territorio el acceso a las vías públicas, infraestructura de transporte y demás espacios públicos, y su destinación al uso común, haciendo efectivos los derechos constitucionales a la vivienda y los servicios públicos domiciliarios, son letra muerta en esta urbe caótica y desigualitaria que despoja y expulsa a las periferias a su gente más necesitada.
El doctor Agustín Leal Jerez, experto en la materia, ha clamado en el desierto, cual Juan Bautista, denunciando irregularidades en el manejo del ordenamiento territorial, sin ser atendido.
En columna del 4 de octubre de 2020, el doctor Leal denunciaba que “todas las irregularidades que ha denunciado la prensa, la ciudadanía, la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de Bolívar, la Procuraduría y la Superintendencia de Notariado y Registro, que dan cuenta de más de cien edificaciones con irregularidades graves en su construcción y más de cincuenta licencias de construcción falsas, siguen en la inopia e impunidad, erguidas como monumentos a la desidia administrativa y policiva para vergüenza de todos. Y la cereza del pastel: las Curadurías Urbanas siguen permitiendo que se inunde el territorio de rascacielos para vivienda de interés social, sin tener en cuenta el decaimiento de la famosa Circular Acuarela de 2013, la movilidad, los indicadores de espacio público y la carga de los servicios públicos domiciliarios, que en algunos sitios ya comienzan a rebosar los manjoles del alcantarillado” (leer El ‘tractor’ y el urbanismo)
Villa Zuldany y Realidad de Mis Sueños, ubicados en la zona suroriental de la ciudad, vecinos a los barrios Villa Estrella y El Pozón, no escapan a esa pesadilla en que se ha convertido el ordenamiento territorial en Cartagena.
Habitados por familias humildes y trabajadoras de Cartagena, estos barrios corresponden al modelo de urbanización desordenada y empobrecedora a que nos referimos. Hace tres años exactos el brillante cronista urbano Rubén Darío Álvarez testimoniaba las angustias de la comunidad de Villa Zuldany, señalándola como un barrio “encerrado por el abandono”. En aquel relato se lee: “se trata de uno de los nuevos barrios que se alzan en cercanías de la carretera de La Cordialidad, pero sus habitantes siempre se han quejado de que les entregaron las casas sin vías de acceso” (leer Villa Zuldany, un barrio encerrado por el abandono)
Por su parte, el barrio bellamente bautizado como Realidad de Mis Sueños, colindante con Villa Zuldany, padece las mismas precariedades de encerramiento y abandono: vías destapadas, ausencia de andenes, falta de infraestructuras para la salud, la educación y deficientes espacios públicos para la recreación y el deporte.
Pero lo peor de todo, conforme lo describió hace ya tres años el periodista y escritor Rubén Darío Álvarez, es que la voracidad de los grandes constructores que cercan a estas barriadas, les han privado de sus vías de acceso, convirtiéndolas en verdaderos guetos dentro de la ciudad.
No exagero al calificar de verdaderos guetos a estas y a otras comunidades, ateniéndonos a la definición que el diccionario de la Real academia de la lengua española ofrece al término como barrios o suburbios en que viven personas marginados del resto de la ciudad.
Además de las falencias urbanísticas reseñadas que hacen del hábitat de estos conciudadanos un caldo de cultivo para la inseguridad y la segregación, ahora se pretende por parte de poderosos urbanizadores de proyectos inmobiliarios aledaños privarles de la vía que los comunica con el barrio de Villa Estrella y de esa manera cercenarles el acceso más cercano a la vía de La Cordialidad, pese a que, en reciente fallo proferido por la doctora Heyzelt Margarita Ortega Leal, inspectora de Policía Comuna 6ª, constituido por la resolución No. 001 DE 2021, dictada “dentro del proceso policivo por comportamientos contrarios al espacio Público, instaurado por el señor Luis Enrique Díaz Orozco, en contra de personas indeterminadas”, se ordenó a la letra lo siguiente: “1. Remover el bien mueble reja, de la vía de acceso del barrio Villa Zuldany, que comunica a los barrios de Villa Estrella y Villa Zuldany, de acuerdo a la expresado en la parte motiva”.
Igual enceramiento padece el Barrio Realidad de Mis Sueños, a ciencia y paciencia del Distrito que ha sido negligente al momento de garantizar las adecuadas actuaciones urbanísticas que les permitan a estas poblaciones gozar de un hábitat que dignifique a sus hijos y a sus familias y los integre a la ciudad.
Villa Zuldany y Realidad de Mis Sueños son el resultado de un modelo desarrollo y de urbanización desigualitario y despojador que ha imperado desde tiempos inmemoriales en la ciudad, que ahora adquiere nuevas expresiones y que no debe seguir.
Afortunadamente los cartageneros que habitan allí están en pie de lucha y se movilizan para reivindicar la dignidad que merecen como comunidad.
El otro día que acompañé a los vecinos de estos barrios en una protesta por sus calles destapadas no pude dejar de recordar apartes de aquel discurso de Marco Antonio ante el cadáver recién apuñalado de Julio Cesar, recreado por William Shakespeare: “Os lega, además, todos sus paseos, sus quintas particulares y sus jardines recién plantados a este lado del Tíber. Los deja a perpetuidad a vosotros y a vuestros herederos como parques públicos para que os paseéis y recreéis ¡Este era un César! ¿Cuándo tendréis otro semejante?«.
Evidentemente no necesita de césares esta ciudad de alcaldes que se autoconciben reyezuelos en vez de servidores públicos, pero sí reclamamos mayor empatía y responsabilidad en el cumplimiento del deber.
* Abogado y especialista en Derecho Administrativo y Maestría en Derecho con énfasis en Derecho Público.