
Los comentarios que suscitaron la censura que impuso el periódico El Universal a una columna del lingüista Orlando Oliveros Acosta revivieron un debate que en Cartagena y otras ciudades del país se ha dado desde hace varias décadas: la necesidad de establecer un observatorio de medios o, en ciertos casos, unas defensorías de los lectores, oyentes o televidentes.
De igual forma, una discusión sobre la pertinencia de que medios o periodistas cuestionen el ejercicio de sus colegas o, como se ha dicho con motivo de este caso reciente, que entre bomberos se pisen o no las mangueras (leer ‘La Silla Vacía devela cómo Uribe valida a medios que replican sus posiciones y mentiras‘).
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Como se sabe, el pasado 4 de mayo Oliveros Acosta informó que «Después de once años y 276 columnas escritas, las directivas del periódico El Universal de Cartagena decidieron no publicar mi artículo de opinión de esta semana. Se titula «Ámense, no vean RCN» y la razón de su censura obedece -cita textual- a «una consideración entre colegas»«.
Enterado del hecho, Revista Metro puso a las órdenes de Oliveros su página editorial, donde este, cuando aún era un bisoño estudiante de la Universidad de Cartagena, había publicado sus primeras columnas (leer ‘Ámense, no vean R.C.N.‘).
Tras la difusión de la columna, el diario local reveló que «en sus políticas de participación en chats, blogs, redes, grupos y, por supuesto, en columnas, El Universal, sin desdeñar de la libertad de expresión, no puede patrocinar la difusión de contenidos lesivos de la dignidad, el honor, la honra y el buen nombre, incluso cuando se refieren a los que gozan las personas jurídicas«; y aseveró que la columna remitida por el columnista «contiene afirmaciones ofensivas contra los periodistas que laboran en el Canal RCN, a la par que propone la censura a ese medio de comunicación» (leer ‘Nuestra posición‘).
Y en respuesta a las afirmaciones del medio, el columnista difundió un comunicado de prensa en el cual advierte que «ahora resulta que El Universal es el defensor de las honras y libertades ajenas y yo el gran censurador. No me extraña. Su posición se enmarca dentro de esa narrativa habitual en nuestro país en la que tratan de convertir a las víctimas en victimarios«.
«Una opinión, con la que los lectores pueden estar de acuerdo o no, nunca será una censura. Mi columna «Ámense, no vean RCN», tiene una invitación que cualquiera puede rechazar. Para que un acto sea considerado de censura, debe existir una relación unilateral, impositiva, donde la autoridad del censurador ejerza un poder arbitrario sobre el censurado. En este sentido, censura no es que yo opine que no veamos RCN, censura es que las directivas de El Universal decidan no publicar mi columna porque afecta sus intereses políticos«, señala Oliveros.
Y, a propósito de lo afirmado por el editorialista sobre sus «deberes de colegaje y de no discriminación«, entre los que se destaca «no hacer daño a cualquier miembro de la profesión tanto en sus intereses materiales como morales«, Oliveros se pregunta, generando un debate que aún resuena en distintos escenarios, si «quiere decir esto que entre los periodistas -como el famoso dicho sobre los bomberos- no se pisan las mangueras?«.
«Espero que mis antiguos estudiantes de periodismo jamás dejen de denunciar los errores y sesgos perversos de algunos medios sólo porque hacen parte del ‘gremio’«, subrayó; «con la excusa del colegaje los directores pretenden acabar con la autocrítica, algo que tanta falta les hace a los medios de comunicación tradicionales«.
«En 1991, Gabriel García Márquez les hizo una advertencia a los periodistas sobre el futuro de esta nación. Quizás El Universal no la hubiera publicado, por aquello de la “consideración hacia el gremio”. Para mí, esa frase es indispensable en la trasformación de nuestra realidad«, manifestó el destacado columna, refiriéndose a la aseveración del Nobel de Literatura: “si todos los horrores que han sucedido en Colombia no han acabado con ella, queda todavía el riesgo de que el periodismo mal hecho sí acabe con el país” (leer ‘Comunicado de Orlando Oliveros‘).
«El periódico se equivoca»: Laura Ardila, periodista de La Silla Vacía

«A mí me parecen lamentables los argumentos que ha esgrimido El Universal para intentar justificar el acto de censura que cometió en contra del brillante columnista Orlando Oliveros. Me parece que el periódico se equivoca, que sienta un mal precedente y que manda un mal mensaje no solo al periodismo de Cartagena sino al oficio en general en Colombia, ya que las opiniones en un Estado Social de Derecho no son censurables. Pedro Vaca, el relator especial para la libertad de expresión en la Corte Interamericana de los Derechos Humanos -CIDH – y exdirector de la Fundación para la Libertad de Prensa -FLIP, ha dicho que los límites para la libertad de expresión solo dependen de que se cometa un daño que no se pueda tolerar, pero ese daño, en todo caso, no se puede presumir, sino que tiene que demostrarse. Y basta con leer la columna de Orlando para darse cuenta que no está ocasionando ningún tipo de daño en contra de RCN; él está expresando una opinión con la que, entre otras, yo no estoy de acuerdo, ya que me parece que es una generalización injusta, creo que en RCN trabajan colegas muy valiosos; por solo mencionar a una: allí trabaja Dora Montero, quien es la hoy directora del colectivo de periodistas Consejo de Redacción, en mi concepto una de las periodistas más valiente del país. No obstante, reitero, a pesar de no estar de acuerdo con la opinión de Orlando, defiendo, por supuesto, como debe hacer toda persona que se llame demócrata, y como tiene que hacer todo periodista que se llame periodista, su derecho a expresarse con absoluta libertad».
«La autocrítica fortalece el buen periodismo»: Antonio Canchila, corresponsal de W-Radio

«En este episodio vuelve a quedar de presente la urgente necesidad de que los medios de comunicación puedan tener un espacio de autocrítica; de hecho los mismos canales de televisión están obligados por ley a tener un espacio para un defensor del televidente, que precisamente cuestione, por parte de la audiencia pero también por parte de expertos, la programación que emite cada medio. Creo que está bastante revaluada esa posición de que en el ejercicio del periodismo no se puedan pisar las mangueras, como se dice coloquialmente, sobre todo en momentos tan convulsos como los que vive el país, en los que es más urgente que nunca que el ejercicio periodístico sea muy responsable. Y si en algún momento un medio de comunicación llega a faltar a la verdad o a tergiversar una información, es necesario que eso quede en evidencia, ya que lo que el país necesita es que se cuente lo más cercano a la realidad, y que esa realidad no sea cambiada en los estudios de radio o televisión o en las salas de redacción, para acomodarla en favor de alguien. Por eso creo que, lejos de cerrar una puerta a una crítica o a una autocrítica, los medios deben abrirse a eso: a que los cuestionen, a que los critiquen, a que les llamen la atención frente a los contenidos que publican, porque precisamente eso, y solo eso, es lo que ayuda a al fortalecimiento del buen ejercicio periodístico».
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