Por Mery Luz Londoño *
Hoy, 3 de marzo, se conmemora el Día Mundial de la Vida Silvestre. Esta fecha fue fijada por la Organización de las Naciones Unidas -ONU – para resaltar el valor intrínseco que habita en nuestras reservas ecológicas y en las especies vivas de todo el planeta, pero, sobre todo, se destaca por la contribución que la biodiversidad proporciona al avance de todos los aspectos biológicos, sociales, económicos, educativos y culturales para el bienestar humano y el desarrollo sostenible.
Esta fecha nos brinda la ocasión de reconocer la incalculable belleza de nuestra flora y fauna. Colombia tiene el enorme privilegio de anidar y disfrutar la gran diversidad de muchos de los grandes ecosistemas del mundo: la cuenca del Gran Caribe, la cordillera de los Andes, los llanos y valles de los grandes ríos, las selvas amazónicas y chocoanas, los desiertos del norte de La Guajira, los páramos vitales, en fin, un mágico territorio que, hasta hoy, sigue preservando la fascinación que nuestros ancestros, generación tras generación, expresan con devoción a través de los mitos y las tradiciones que fervientemente le ofrecen a la madre Naturaleza.
Más allá de esto, hago un llamado a que aprovechemos este espacio para convocar a la reflexión sobre la inaplazable necesidad de que, en momentos como los que hoy nos reúnen, resulta vital el fomento de una cultura de preservación, del cuidado responsable de nuestros ecosistemas y el desarrollo sostenible. Sabemos de los retos que demanda combatir la minería ilegal, la imparable desforestación y la amenaza silenciosa del mercurio que se adhiere con fuerza en los peces y afecta el ciclo de la cadena alimentaria.
En el Departamento de Bolívar se mantienen unos tesoros naturales cuyos reservorios nos convierten en uno de los principales referentes de biodiversidad en la región y el país. Nuestros arrecifes de coral; los manglares que contribuyen al hábitat de las especies vivas de la Ciénaga de la Virgen; el clima templado que se disfruta en las zonas altas de la Serranía de San Lucas; las grandes extensiones de bosque seco tropical que rodean a los Montes de María, incluyendo la majestuosidad acogedora del Cerro de la Cansona; las mágicas Ciénagas de Simití, la de María La Baja; la represa de San José de Playón; los volcanes de lodo; las inconfundibles salinas de Galerazamba. A todo ello se suman las innumerables riquezas naturales y culturales, como el mágico avistamiento de aves que a cualquiera deslumbra desde San Juan Nepomuceno, y toda la exuberancia que recorre con sus cuerpos de aguas los demás territorios ribereños que se encuentran a orillas del Río Magdalena.
Pensar en el desarrollo sostenible significa, entonces, privilegiar la vida. En un mundo como el actual, en donde el cambio climático compromete la supervivencia humana, se requiere que los grandes avances y la planeación sean amigables con la existencia y vislumbren un porvenir en concordancia con la naturaleza viva.
El privilegio nacional y departamental de poseer muchas de las regiones más biodiversas del mundo, nos lega también la responsabilidad de preservar el futuro de las nuevas generaciones, y eso no es de poca monta, pues implica a nuestros hijos, nietos, bisnietos y demás ramas de nuestro árbol genético.
En el Día Mundial de la Vida Silvestre, debemos recordar que somos solo una de las millones de criaturas que habitan la gran aldea global y que necesitamos de cada animal, de cada árbol, de cada porción de oxígeno, para seguir escuchando y difundiendo los mitos fundacionales que relatan nuestra vida sobre la faz de la tierra.
* Secretaria de Planeación Departamental, exsecretaria de Hacienda del Distrito de Cartagena, ingeniera civil con especialización en Administración de Empresas.
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