
Por Carlos Ardila González *
«Quien siembra vientos cosecha tempestades.»
A propósito de la serie de insultos intercambiados en un escenario público por el alcalde de Cartagena, William Dau Chamat, y varios de los voceros de los comités que promueven la revocatoria de su mandato (leer ‘‘Audiencia’ revocadores vs. daucistas, ¿fiel reflejo del drama que padece Cartagena?‘), el politólogo Luis Enrique Torres Fernández publicó en su cuenta en Facebook que «ser bazuquero o malparido no te hace malo. Ser corrupto o malandrín sí«.
El concepto de Torres Fernández no tendría discusión si le hubiera agregado a su primera frase ‘necesariamente’, o ‘per se’ («necesariamente, ser bazuquero o malparido no te hace malo»; o «ser bazuquero o malparido no te hace malo per se»). En todo caso, el hecho es que, en términos generales, el joven analista tiene razón: ni la drogadicción ni la malparidez son, por sí solas, sinónimos de corrupción o malandrinaje.
Y tiene también razón Torres cuando asevera que «la revocatoria pone al alcalde Dau en el escenario que mejor maneja: la agitación ciudadana contra los mismos de siempre que lo llevó al poder«.
Con ello coincide el editorialista de El Universal, para quien la confrontación entre los promotores de la revocatoria y el alcalde Dau la «ganó, a no dudarlo«, el mandatario, «quien ha demostrado disfrutar al máximo estos encuentros con sus contradictores, frente a los cuales claramente se dilecta con la confrontación, en espacios en los que se siente como pez en el agua, y en los que vibra de exultación, pues está en su naturaleza un alto nivel de pugnacidad, aunque con ello muestre pérdida de compostura ante a los cánones tradicionales de conducta que se espera y depreca de quien encarna autoridad política y civil. Al alcalde le esperan días de gustosa satisfacción en el escenario de beligerancia que sus opositores le han planteado, y pueden estos estar seguros de que encontrarán en el burgomaestre a un oponente de difícil abatimiento» (leer editorial ‘Qué circo’).
Y con ambos coincide la analista Mónica Vélez Bustamante, quien en sus redes sociales publicó: «creo que a quien más conviene este proceso es al mismo William Dau. Están poniendo en sus manos la excusa perfecta para otro año de inoperancia y desgobierno. Al cabo de unos meses dirá que no ha hecho nada porque se estaba defendiendo de los malandrines«.
Al margen de que, en efecto, el activista anticorrupción -como él mismo se reconoce aún – esté feliz «en el escenario de beligerancia que sus opositores le han planteado«, como señala el diario local, lo que debería inquietarnos a todos los cartageneros es que, como advierte el mismo medio, con todo ello «pierde la ciudad«.
Pero no porque la revocatoria nos ponga «a las puertas de un nuevo periodo de desestabilización institucional«, como advierte El Universal.
Vistas objetivamente las cosas, Cartagena padece hoy una desestabilización institucional aún más grave que las sufridas durante los más recientes gobiernos por encargo: 18 funcionarios de primer nivel ‘renunciados’ en solo 12 meses; varias Secretarías y otras dependencias en manos de interinos; funcionarios que ocupan cargos gracias a que los inicialmente escogidos se negaron a aceptarlos por razones que prefirieron callar; y una extensa serie de ‘primiparadas’ cometidas, las cuales siguen presentándose por causa de la desarticulación y la manifiesta falta de experiencia de gran parte del gabinete, no son signos, ni mucho menos, de una auténtica estabilidad institucional.
Pierde la ciudad porque, cada día más, su tejido social se fragmenta; porque las naturales diferencias políticas, propias de toda democracia, se radicalizan; y porque, irresponsablemente, quienes tienen el deber de promover la unidad y exaltar lo mejor de cada individuo, en pro de la promoción mancomunada del desarrollo de la ciudad y el progreso de todos, prosiguen incendiando los ánimos de un vasto sector de la ciudadanía.
* Director de Revista Metro
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Guillermo Rios
Se requiere una real actuación, REX NON VERBA, la ciudad requiere obras y para esto es necesario el consenso, había Patri boba, pero no ciudad boba. La ciudad es la que pierde, aunque es mejor seguír en Guatemala que volver a Guatepeooor
Jaime
Los ciudadanos de Bien que somos la gran mayoría en la ciudad de Cartagena apoyamos al alcalde Dau por qué es simple cuestión de sentido común , sabemos que los que se oponen, los que han tratado de que no pueda ejercer su labor seguramente son aquellos que tiene intereses particulares y oscuros y que durante muchos años han arruinado esta bella ciudad, ahora la tarea debe ser que nosotros como ciudadanos podamos reconocer de vista y nombre a las ratas para que podamos seguir sus movimientos y expulsar de Cartagena, de Bolivar, del País ….
Eduardo Arellano Gonzalez.
Estimado amigo Carlos. Al tiempo que, desde hace más de 10 años, la organización administrativa, la inversión y la ejecución de obras de beneficio público, solo se da por gestión de los gobiernos del departamento de Bolívar, en Cartagena solamente se da la falta y ausencia total de respuestas que incluyan programas sociales, inversión de recursos que solventen las necesidades de nuestra ciudad