
Por Rudy Negrete Londoño *
Si algo tiene el Río Magdalena es la capacidad para engendrar leyendas. Desde lo más profundo de sus aguas han salido relatos sobre seres mitológicos y prodigiosos, que han pervivido en la exuberante cotidianidad del habitante ribereño. Sí, de ese hombre ancestral cuyas manos poseen la maestría heredada para fabricar sus propias embarcaciones. Aquellas en las que, desde los tiempos antiguos, se movilizan sin recelo por sus aguas, bajo el fulgor de un sol radiante y una luna señorial.
Cuentan los pobladores de La Mojana que en el fondo del Río Magdalena habita un ser sobrenatural al que muchos llaman ‘El Moján’. Un monstruo que se pasea con sigilo entre las profundidades, en medio de las ciénagas, los playones y las cuencas hidrográficas, y que navega sin rumbo por las inmensas aguas del Caribe, moviéndose con una continuidad instintiva para enredarles las atarrayas a los pescadores y confundirlos con su poder y su dominio.
Los más viejos afirman que ese monstruo ribereño del trópico es vigoroso. Las descripciones y las acciones que le atribuyen nos rememoran el Poseidón de los relatos homéricos, que recorría los mares del Mediterráneo y los convertía en remolinos irrefrenables con el duro golpe de su tridente.
También cuentan los campesinos y pescadores de la región que cuando El Moján está enfadado ocasiona inundaciones y desbordamientos en el río. Tanto así que los nativos huyen a los lugares más altos, lejos de las orillas, para salvaguardar sus vidas.
Pero El Moján no habita únicamente en el Magdalena. A lo mejor, su presencia le fue revelada por un designio superior a los bolivarenses. Incluso, puede que su presencia sobrenatural anide en todas las profundidades marginales, como las de los ríos Cauca y San Jorge, cuyas aguas torrenciales también bañan estas tierras de Bolívar.
Manuel Esteban Ardila Navarro, un curtido pescador del municipio ribereño de Margarita, en La Mojana bolivarense, lleva más de treinta años recorriendo las aguas del Magdalena. En sus faenas como pescador se ha recorrido las ciénagas de Manchevo, Lagallá, La Pedregosa, Cascajal y El Toro. El hombre recuerda con nostalgia que la pesca ya no es tan fructífera como en años atrás, cuando salía desde la mañana y regresaba al siguiente día con su cava repleta de bagres y bocachicos.
Manuel le sigue guardando un profundo apego a esas aguas impredecibles y encantadoras que, aunque escasas de la riqueza ecológica del pasado, para él siguen siendo la mayor reserva natural de su territorio y la principal fuente de ingresos y supervivencia.
Señala que a El Moján le han compuesto canciones, coplas, relatos y poemas. Y aunque algunas ciénagas se encuentran secas, su leyenda aún sigue más presente y vital que nunca. Afirma que sueña con ver algún día -como antes – a los pescadores ribereños de antaño, que salían con devoción todas las mañanas, al pregón de los cantos vigorosos que entonaban cuando se adentraban con sus canoas en el río, casi que a manera de ritual. Así como lo hacían los antiguos marineros que oraban a Poseidón para tener un viaje seguro, mientras cruzaban los mares inciertos del pasado.
Cada día, este veterano pescador de 78 años recoge su red casi vacía. Él dice conocer a El Moján y le profesa un profundo respeto. Pero no le preocupa tanto la existencia de este mítico personaje ancestral. A Manuel lo perturba la angustiante escasez de peces en las aguas de su entrañable río. Los desequilibrios ambientales y el cambio climático que han devastado la fauna fluvial y afectado la mesa de los pescadores. Su territorio, por el que lleva navegando toda su existencia, hoy se encuentra sumido entre la ambivalencia de las sequías y las inundaciones que tanto perturban a las comunidades ribereñas.
Se dice, que El Moján, el monstruo ecológico que ha pervivido en los relatos de tantas generaciones, ha recobrado una nueva existencia como resultado de la irracionalidad del hombre frente a su ecosistema. Sale todos los días con furia al encuentro de los pescadores, para devolverles sus atarrayas vacías.
Cuando Manuel levanta la suya, dice escuchar una voz tronante que sale del fondo del río. Como riéndose de la impotencia y la desilusión del curtido pescador. Como si estuviese vengándose de los hombres que han afectado el hábitat de su existencia espiritual. Como si se tratara de un reclamo de la naturaleza misma.
* Comunicador social – periodista
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Mario Oliveros Dearth
Buenas tardes,
Señor periodista, el municipio de Margarita no hace parte de La Mojana, por el hecho que también en sus mitos y leyendas se cuenten las historias del Mohán no la incluye dentro de esta Subregión.
La verdadera Mojana la componen los municipios de Majagual, Achí, Guaranda y Sucre-Sucre, luego fueron incluidos a punta de política Magangué, San Jacinto del Cauca, Nechí, Ayapel, San Marcos, San Benito y Caimito.