
Por Carlos Ardila González *
En Cartagena de Indias pocas mujeres han sido merecedoras de tantos homenajes como la escritora, historiadora y gestora cultural Judith Porto de González.
Por su aporte a las artes y la cultura de la ciudad y, particularmente, por su prolífica obra literaria, la Gobernación y la Asamblea del Departamento de Bolívar, el Distrito y el Concejo de Cartagena, la Presidencia y el Congreso de la República de Colombia, los Ministerios de Relaciones Exteriores, Salud y Educación, la Fundación Universitaria Jorge Tadeo Lozano, la Universidad de Cartagena, la Fundación Tecnológica Antonio de Arévalo y decenas de instituciones y organizaciones de la sociedad civil le han rendido a Judith Porto sendos tributos que pocos veces se confieren a un personaje que aún goza de cabal salud (leer ‘Reconocimientos a Judith Porto de González‘).
Asimismo, a pocas damas cartageneras han llamado a aportar su experiencia, sus conocimientos y su capacidad de trabajo como a la incansable promotora de las artes y la cultura locales. Al menos, es difícil encontrar a una cartagenera que haya aceptado tantas responsabilidades juntas: es miembro de la Real Academia de la Lengua, de la Academia Nacional de la Historia, de la Academia Hispanoamericana de la Letras y de las Academias de Historia de Cartagena, Mompox y Bogotá. Ha sido la única mujer en ocupar la Presidencia de la Academia de la Historia de Cartagena de Indias. Y es cónsul ad-honorem de la República de Portugal.
Igualmente, pocas cartageneras han estado tan cerca del poder político, social y económico como ella, y al tiempo, han sido tan sencillas, tan modestas. Se cuenta que siempre prefirió visitar las humildes escuelas de la Sociedad Amor a Cartagena, la entidad que creó para llevar educación, cultura y civismo a los barrios marginados que, por ejemplo, departir con sus amigas en los clubes sociales de la Ciudad Heroica.
Y como se dijo también, su obra literaria es copiosa. Entre sus novelas y cuentos más destacados figuran, entre otros, ‘A Caza de Infieles y otros cuentos‘, ‘Doce cuentos‘, ‘La Novia Prestada‘, ‘La Maestra Nueva‘, ‘Al Convento‘, ‘La Casa de don Benito‘, ‘Pasan los años de la tierra‘, ‘Pilares vacíos‘, ‘Jacinto‘ y ‘Al Filo de la Leyenda‘.
Este último «es un libro lleno de gracia, escrito amorosamente, con un visible propósito de homenaje filial y con una emoción sostenida siempre«, como expresara el historiador, político y novelista Alberto Montezuma Hurtado.
Y que además tiene «un nombre que por sí solo evoca la relación de sucesos que más tienen de tradición y de embrujo maravilloso que de acontecimientos históricos verdaderos«, y reúne «una serie de cuentos impregnados de la colonia, de las hazañas históricas y de aparecidos en el cortinaje de sombras de la noche«, como señala en el introito de la obra el maestro Juan Zapata Olivella.
Pero -sobre todo – que compendia en las cinco palabras de su título lo que podría decirse del trasegar de Judith Porto de González por el mundo social, cultural y artístico del Corralito de Piedra: que el recuerdo perenne de su vida y obra estará siempre ‘Al filo de la Leyenda’.

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* Director de Revista Metro
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