
Por: Juan Camilo Ardila Durante *
Desde el pasado miércoles 25 de noviembre -un día que jamás olvidaremos – se han sumado innumerables homenajes a Diego Armando Maradona, el futbolista que trascendió su deporte; el hombre que trascendió la vida.
El fútbol inglés lo recordó con EL GOL a Inglaterra. El fútbol alemán lo recordó con el Mundial ganado contra los alemanes. Los italianos lo recordaron con las icónicas imágenes del ‘Live is Life’ en 1989, el calentamiento más famoso de la historia.
Y en la cancha, donde Diego fue más feliz que nadie y donde generó las más enormes de las alegrías a todos los que lo vieron jugar en vivo y a quienes lo encumbraron como el mito que es, viendo sus jugadas y goles en YouTube, se produjo el homenaje más especial.
De Rosario hasta el cielo
Luego de su periplo europeo, Diego volvió en 1993 al fútbol argentino para vivir una temporada breve pero bella en Newell’s Old Boys, el popular equipo leproso de la ciudad de Rosario.

El 7 de octubre de 1993 Maradona pisó la cancha del Coloso del Parque Independencia para su presentación. No cabía una mosca, cuentan los cronistas de la época. Uno de los miles de aficionados que lo llenaron fue un emocionado niño de escasos seis años que iba por primera vez al estadio. Se trataba de Lionel Andrés Messi Cuccittini.
Casi 25 años después, en pleno Mundial de 2018, Messi cumplía 31 años. Un juez y coleccionista aficionado llamado Sergio Fernández se acercó al hotel en donde se concentraba la Selección Argentina para darle un regalo. Quería darle algo que no tuviera un hombre que lo tiene todo.
Fernández había comprado la camiseta de Newell’s que Diego usó en ese fugaz paso por Rosario, ciudad natal de Messi. Se la obsequió sabiendo que un hincha leproso como lo es Lionel la valoraría mucho más que alguien sin identificación hacia el club. Y así fue. Lionel recibió con mucha alegría ese regalo inesperado. La persona que le dio aquel obsequio no podía adivinar lo que ocurriría dos años más tarde.
Este domingo 29 de noviembre Barcelona jugaba temprano en la mañana ante Osasuna, en un partido más de la liga española que podría haber quedado simplemente en el libro frío de las estadísticas.
Barcelona iba ganando 3 a 0 y en el segundo tiempo Lionel marcó un golazo de los suyos para aumentar el marcador.
No se podía saber cómo lo iba a celebrar el crack rosarino, hasta cuando llegó el momento en el que el mundo futbolero se detuvo.
Después de abrazarse con sus compañeros, Lionel se quitó la camiseta y dejó al descubierto la vieja camiseta de Newell’s, esa de la publicidad de Yamaha y del número 10 estampado en la espalda. Sí, la camiseta que Diego Maradona usó cuando su heredero era apenas un niño de seis años. La camiseta que recibió de regalo dos años antes sin saber que un un día iba a tener el valor tan inmenso que hoy tiene.

Messi miró hacia el cielo y alzó sus brazos como en cada festejo de gol. Pero esta vez, visiblemente emocionado, durante muchos más segundos. El tiempo se detuvo para inmortalizar el encuentro a corazón abierto entre los dos más grandes futbolistas argentinos de la historia.
La energía que se sintió ese momento aún se mantiene en la piel de millones de personas, incluyendo en la del redactor de esta nota.
Del 10 al 10; allí estaban ambos monstruos mirándose frente a frente mientras los espectadores de todo el mundo aplaudían y sollozaban.
Después de ese encuentro cargado de emotividad entre Diego y quien hoy continúa llevando su legado en el césped, el árbitro del partido, Mateu Lahoz, le sacó una tarjeta amarilla a Messi por quitarse la camiseta. Leo sonrió irónicamente.
Me imagino a Diego, sentado en su trono ubicado en el Olimpo de los dioses, hijueputeando al árbitro mientras aún se secaba las lagrimas que le caían en el rostro. Tal cual como lo hicimos todos nosotros en este instante eterno.
El homenaje en su Bombonera del alma
Cuando caía la noche en este domingo tan especial, las emociones iban a duplicarse. Boca y Newell’s se enfrentaban en La Bombonera, el estadio de Diego.
El colombiano Édwin Cardona, al marcar el 1 a 0 de tiro libre, corrió junto al resto de sus compañeros hacia la zona donde encuentra el palco de Maradona. Allí estaba su hija Dalma. Los jugadores empezaron a aplaudir, y ella a llorar. Como el resto de nosotros hicimos también.
Y después, como si ese homenaje no hubiera bastado, Cardona, con una remera en la que no estaba su apellido, sino el del gran Diego, habría de hacer otro gol de antología.
* Editor de Revista Metro y Metro Joven
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