A lo largo de la historia de la humanidad, tanto en las urbes como en poblados y comarcas, circulan historias de sucesos sobre los cuales no se tiene certeza ni se conocen testigos directos de su ocurrencia en la realidad. En algunas ocasiones, sin embargo, esas historias bien podrían haber ocurrido; en otras, corresponden a deseos de la comunidad, miedos colectivos, premoniciones e, incluso, a la imaginación de una mente febril o la expresión recurrente de mitómanos compulsivos e inseguros. Son los llamados mitos urbanos.
En Cartagena de Indias, desde sus primeros pobladores, pasando por la época de la Colonia y durante su vida republicana, ha habido un terreno fértil y abonado para historias y leyendas.
En nuestra posmodernidad, hay uno que ha hecho carrera y se manifiesta en una variedad de temas que van desde la pobreza y el presupuesto público hasta los damnificados por los embates de la naturaleza: el mito urbano del 70%.
Su alumbramiento se dio en un parto natural a comienzos del siglo XXI. Su primer grito se escuchó cuando anunció con llanto desesperado que el nivel de la pobreza en Cartagena subía hasta el 70%. Invocando la autoría de una investigación de campo realizada por una fundación de naturaleza social, se regó más rápido que un virus chino, desde el Palacio de la Aduana hasta el sector más recóndito de la ciudad, que la pobreza de la Ciudad Heroica estaba encaramada en un 70%.
A partir de allí, políticos en campaña, líderes populares, puyaojos, intelectuales de clubes sociales, periodistas y gobernantes despistados citaban ese porcentaje al momento de cuantificar los problemas sociales de nuestras comunidades.
Si existió el estudio, no se descarta. Si fue una invención, no se sabe. Lo que sí se conoce es que nadie ha mostrado la investigación de campo, ni los indicadores utilizados para calcular la pobreza de ese entonces, como tampoco las fuentes oficiales de los datos y cifras recopiladas. ¿Sería -acaso – una variable proxy cercana a la sumatoria de los niveles poblacionales de los estratos 1, 2 y 3 de La Fantástica?
Solo hasta cuando se empezaron a utilizar los indicadores de Necesidades Básicas Insatisfechas, pobreza monetaria e índices de pobreza (simples y multidimensional), comenzó a tenerse información científica y más aproximada a la realidad. Por cierto, bastante alejada del mito del 70%.
En 2019 reapareció el mito urbano en Cartagena. Un activista en campaña: el actual actual alcalde de Cartagena, William Dau Chamat, enarbolando las banderas de la lucha contra la corrupción, dictaminó que los malandrines se robaban el 70% del presupuesto público de la ciudad.
¡Oh, sorpresas te la vida! Apareció de nuevo el llamativo 70% en el Corralito de Piedra. Pero esta vez no en las cifras de la pobreza sino en los recovecos del fisco distrital, embolatados en la maraña de ingresos, prescripciones, gastos de personal, funcionamiento, transferencias, servicio de la deuda y la inversión pública.
¿De dónde salió esta cifra?, ¿cuál fue la metodología utilizada para su cálculo?, ¿fue validada, verificada y confirmada?, ¿fue fabricada en un blindado think tank o descubierta en un moderno laboratorio de propiedad industrial?
Un simple ejercicio de matemáticas permite saber que, por ejemplo, en el caso del Presupuesto de Cartagena propuesto para el 2021, estimado en dos billones treinta y dos mil novecientos cincuenta y cuatro millones cuatrocientos cuarenta y un mil cuatrocientos noventa y dos pesos, la composición del gasto está dada de la siguiente manera: Funcionamiento (personal, generales y transferencias) 20,3%, Servicio de la deuda 3,1%, e Inversión pública 76,6%.
Es poco probable que los corruptos se roben los sueldos del personal de planta, o las mesadas pensionales, o los honorarios de las OPS. Tampoco el pago de las tarifas de los servicios públicos (energía eléctrica, agua, gas, teléfonos fijos y celulares). Es improbable también que se rapen los honorarios de los concejales, los ediles y el personal administrativo de la Contraloría, la Personería y el Concejo (¿quién podría ser tan osado?). Es claro que el pillaje en el pago de arrendamientos, papelería, útiles de oficina y otros gastos (que, como las brujas, de que lo hay, lo hay), es -en términos del todo presupuestal – una cifra relativamente inferior. Y lo normal es que la deuda con los bancos se pague cumplidamente.
Dejando a un lado los gastos de funcionamiento y el servicio de la deuda, tenemos que el botín para los salteadores se reduciría -entonces – al 76,6% del presupuesto anual; es decir lo dispuesto para la inversión pública. Y si, según el nuevo mito, los malandrines se roban el 70% del presupuesto público, estos se estarían llevando para sus casas, apartamentos y fincas casi el 100% de la inversión de un año. ¡El 100%! ¿Será eso físicamente posible?
Las matemáticas más elementales nos siguen ayudando a develar el mito urbano. Con solo leer la distribución del presupuesto de inversión entre las Secretarías de Despacho, institutos y establecimientos públicos se sabe que en las áreas de Salud y Educación está más del 70% de la inversión distrital anual. ¡Otra vez el reiterado 70%!
Además, en Educación el 70% se va en pago a los maestros y gastos relacionados, y sabemos que los docentes son ágiles a la hora de realizar protestas, pero no son giles para dejarse robar sus sueldos y prestaciones. Y el 70% del presupuesto de Salud no llega al Dadis: son recursos sin situación de fondos girados por Gobierno Nacional con destino a las EPS. Entonces -por sustracción de materia – el 70% del mito del 70% no es posible en estas áreas.
Aún más: como la mayoría de los recursos de inversión provienen del Sistema General de Participación y del Sistema General de Regalías, que son vigilados por el Departamento Nacional de Planeación y la Contraloría General de la República, estas entidades -muy seguramente – descubrirían quiénes y cómo osan llevarse el 100% de las transferencias. Y solo hemos dado un rápido visaje a dos centros de costos, para no extendernos en el análisis.
¿Esto quiere decir que en Cartagena no hay malandrines? ¡Pues claro que existen! ¡Y desde hace décadas! Pero no se encuentran solo en el sector público, que es la narrativa que se ha querido imponer. Por regla general, detrás de un funcionario venal existe un empresario que soborna. Y es igual de corrupto. O peor. Los primeros suelen ser vistos en bares, cafés y demás tertuliaderos, acompañados de áulicos y cortesanos venidos a más, alardeando de sus riquezas mal habidas. Los segundos suelen verse menos, pero también son muchos. Y es que estos, para obtener beneficios de lo público, como injustificadas exenciones tributarias, o las contrataciones más abultadas (generalmente concesiones por largos años), suelen usar intermediarios. Pocas veces dan la cara.
Pero volvamos al mito del 70% que es el objeto de la presente reflexión. Ahora, en noviembre de 2020, con el anunciado, advertido y trágico paso de la tormenta Iota por el litoral caribe, revivió el mito. Y lo hizo, otra vez, el alcalde Dau. Tras las intensas lluvias, el mandatario aseguró que “el 70% de la ciudad está inundada”. ¿El 70%?; ¿no será el 50%, el 60%, el 80%, el 90% o incluso el 100%; es decir, toda la ciudad? ¿Quién hizo los cálculos, y con qué bases, para llegar con exactitud de relojero suizo a ese nuevo 70%?
No se trata de una cifra relacionada con la población. Eso es fácil de contrastar porque se informó que alrededor de 155 mil personas habían sido afectadas por la tormenta, y las matemáticas señalan que, de un poco más de millón de habitantes que es la población de Cartagena según el Dane, 155 mil solo representan el 15,5%, un cifra muy lejana del mítico 70%.
Ahora, si el alcalde se refería al número de Localidades, tendríamos que decir que en las tres hubo inundaciones, es decir en el 100%. Si se trataba de las Unidades Comuneras de Gobierno, los daños se dieron en todas, también en el 100%. Y si habló fue de barrios, en Cartagena hay un total de 183, registrados oficialmente, de acuerdo con el Plan de Desarrollo de Cartagena 2021 – 2023. Luego -según lo dicho por Dau – serían 128 los barrios que sufrieron los estragos de Iota. Pero, ¿cuáles? Aunque fuese por curiosidad, valdría la pena destacar qué barrios de La Heroica no fueron afectados por el fenómeno meteorológico.
Por lo visto, los cartageneros tendremos que habituarnos a aceptar, cada cierto tiempo, una nueva versión del mito urbano del 70%. U otra fábula parecida.
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