Por Luis Alfonso Ramírez Castellón *
Esas son las palabras que con mayor sentimiento se escuchan en estos días, en el entorno escolar y en las casas de las madres de familia de los niños, niñas y adolescentes que estudian en las instituciones públicas del país, frente a la tozuda y descabellada insistencia del Gobierno Nacional, replicada por algunos muy pocos gobiernos regionales, en el sentido de concebir y pretender que los chicos escolares regresen a la escuela a clases presenciales, bajo la extraña figura que ellos han denominado ‘Alternancia’, como si los científicos, el personal médico y la OMS les hubiesen entregado una especie de patente de corso para hacernos creer y convencernos de que esa ‘bondadosa’ figura inmuniza a nuestros niños y jóvenes del riesgo de contagiarse o de ser agredidos por el poderoso virus que nos azota y nos agobia.
Nos cuesta entender que el gobierno no conoce nuestra cruda realidad educativa, denunciada y demostrada a la saciedad por Fecode, los sindicatos regionales de docentes, directivos docentes, la sociedad civil y académicos, manifestada, en el estado lamentable de nuestras instituciones escolares, caracterizada por escuelas con edificaciones inapropiadas y en ruinas, hacinamiento, ausencia de espacios físicos adecuados para la recreación y el deporte, baterías sanitarias indignas y poca o ninguna dotación de materiales pedagógicos y didácticos; para solo citar esos elementos, porque, para nadie es un secreto que son ellos los mismos que históricamente, como clase política, nos han venido gobernando y nos han gobernado bajo la figura de la ‘alternancia‘ en el poder y desde el dicho popular, sabio por cierto, del ‘¡Quítate tú, pa’ ponerme yo!’.
Quién más, que los padres de familia, los maestros y especial y particularmente los niños, desean volver al colegio. Estos últimos lo añoran con devoción, en razón a que lo conciben, esencialmente, como un lugar para encontrarse, no solo físicamente con sus pares, desde sus intereses y compromisos académicos, sino, desde sus relaciones emocionales y afectivas, y el no poder hacerlo se constituye en la mayor tragedia que los está afectando, pero llevarlos a la escuelas, en las condiciones descritas, sumado a la profunda crisis hospitalaria y al creciente número de personas infectadas diariamente, resultaría un genocidio, como lo han advertido, una y otra vez, los epidemiólogos y médicos que están en primera línea, en la atención y el tratamiento de la pandemia en el país.
El ejemplo más claro y fehaciente de los peligros y los riesgos de reiniciar las clases presenciales en las escuelas y colegios nos lo dan, países como China, Italia y España, quienes siendo más desarrollados, con excelente infraestructura médico hospitalaria, donde el enfermo es considerado como paciente y no como cliente y la escuela y la educación, se dan y se desarrollan como un servicio público de calidad, reabrieron sus escuelas, con excelentes medidas de bioseguridad, teniendo que cerrarlas y regresar a los escolares a sus casas, dado los rebrotes de la pandemia que se presentaron, en razón a que constituía un peligro para sus vidas, obligándolos a fortalecer la actividad académico y sico-emocional en casa , bajo la modalidad del trabajo remoto y el acompañamiento afectivo.
No está de más recordarle a la ministra y al gobierno, porque parece que no lo supieran o se les hubiese olvidado, o que jamás, lo hayan leído y asimilado, la definición más sabia y más humana, que se haya dado de la palabra hijo, la que nos regaló el escritor portugués, premio nobel de literatura José Saramago, el autor del Elogio de la locura, para más señas, cuyo texto transcribo literalmente: “Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y, de nosotros a tener coraje. Sí ¡Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perderlo algo tan amado. ¿Perder? ¿cómo? ¿No es nuestro? Fue apenas un préstamo… El más preciado y maravilloso préstamo ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenece a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos”.
Preguntarle, ministra, ¿comprende usted, ahora sí, la negativa de los padres y las madres de los chicos de que sus hijos reinicien las clases presenciales bajo cualquier modalidad ¿Imagina usted la dimensión del dolor que experimentarían unos padres que llegasen hipotéticamente a perder a uno de sus hijos? ¿Estará un padre de familia preparado para enfrentar eventualmente la pérdida de un hijo que fue llevado a la escuela en medio de las más adversas condiciones de salud, a contrario sensu, del concepto autorizado de los científicos? ¿Cree usted, ministra, que puede desarrollarse un proceso fértil de Enseñanza – Aprendizaje, en un entorno escolar donde reina el miedo del contagio y en subsidio, el de la muerte?
¡No, ministra, así no! No es momento de asumir posiciones obcecadas, que puedan traer más dolor, ya es suficiente, con el que el que hasta ahora hemos y estamos soportando los colombianos, allí, está el creciente número de víctimas fatales y el inusitado número de contagiados, que están en los hospitales desesperanzados, a merced de un virus inclemente, que no conoce de piedad ni de ruegos.
El regreso así, con una escuela sitiada por el miedo, con la ausencia de la risa alegre de los chicos y con unos padres temerosos de perder su tesoro más preciado, constituiría la más grande agresión a la esperanza, porque los niños y los jóvenes son la esperanza misma.
¡Educación sí, pero no así!
* Rector de la I.E. Soledad Acosta de Samper
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