Por Germán Danilo Hernández *
Uno de los grandes males que aquejan históricamente a Colombia es el desaforado centralismo, que ha incidido en el inequitativo desarrollo de las regiones, y que conserva vigencia hasta en groseras intenciones de imponer decisiones desde el altiplano al manejo de las cotidianidades locales.
A pesar de algunas conquistas de autonomía regional, son evidentes las manifestaciones de centralismo político, administrativo y económico, que afectan especialmente a los territorios de la periferia, con inequitativa distribución de recursos, ostensibles retrasos en su infraestructura y en desiguales políticas públicas, entre otros aspectos.
Con la aparición de la pandemia del coronavirus y las inéditas medidas de prevención, contención y mitigación adoptadas por el Gobierno Nacional y las autoridades sanitarias, el nivel de la emergencia comenzó a ser medido desde el Instituto Nacional de Salud, único organismo autorizado para realizar las pruebas de PCR o de investigación diagnóstica del virus, hasta que fue sobrepasado en sus capacidades, y bajo la presión de algunas regiones accedió a autorizar a centros con capacidades científicas para realizarlas, como el Laboratorio de Unidad de Investigación Molecular –Unimol- de la Universidad de Cartagena.
Fueron muchas las voces de satisfacción que se escucharon por parte de la comunidad científica, académica, autoridades y comunidad en general, ante la posibilidad de dar mayor celeridad a los procesos y protocolos establecidos para revelar el número de contagiados con el letal virus, lo que permitiría una mayor efectividad en la adopción de controles, al poder identificar con prontitud el cerco epidemiológico de cada paciente.
Lo que el país no sabía, era que tal ‘descentralización científica’, estaba condicionada al exclusivo manejo de la información por parte del Instituto Nacional de Salud, como soporte de sus estadísticas y que ello prevalecería a las urgencias de la mitigación. Dicho de otra manera, todas las pruebas que realizan los laboratorios en los diferentes entes territoriales se reportan a la autoridad nacional, y hasta tanto estas no sean debidamente validadas y notificadas oficialmente, no cumplen un efecto práctico para la atención de los pacientes eventualmente afectados. ¿Las estadísticas por encima de la salud?
Lo que se presenta hoy es un gran represamiento de información en el centralista Instituto Nacional de Salud; una especie de trancón descomunal, que impide conocer con algún nivel de confiabilidad cuál es la real propagación del Covid-19 en el país, y particularmente en Cartagena y el Departamento de Bolívar.
Por ello, lejos de alegrarse por la ausencia de reportes sobre nuevos contagios en Bolívar, las autoridades departamentales y distritales expresaron de manera conjunta su preocupación y demandaron mayor celeridad del INS en la entrega oportuna de los resultados de casos positivos.
Más de 300 pruebas enviadas, según datos del gobernador de Bolívar, Vicente Blel, sin ningún tipo de reportes de descarte o confirmación durante varios días, evidencian más que paquidermia institucional, un ‘centralismo endémico’ en el manejo de la pandemia, en el que parece predominar el dominio de la información con propósitos de Estado y no la oportuna revelación de los contagios, para poder atender de manera más efectiva la emergencia.
No sería extraño que en las próximas horas o días se reporte un número significativo de contagiados con el Covid-19 en nuestro territorio, con el consecuente impacto social y la percepción de un disparo en la curva de contagios, cuando en realidad lo que se ha dado es un inadecuado tratamiento institucional, amparado en vicios centralistas, tan peligrosos como la pandemia.
* Periodista, columnista, docente universitario y asesor de comunicaciones