Por Padre Rafael Castillo Torres *
No es común entre nosotros, y menos en esta época, hablar de la disciplina que es necesaria, del esfuerzo que todos debemos hacer y de las cosas a las que, hoy, estamos llamados a renunciar. Pocos se atreven a mostrar la importancia que tiene en la vida la educación de una voluntad fuerte y recia en contextos como el que vivimos y en el que todos estamos amenazados por la pandemia del coronavirus.
Ese estilo de vida que ha hecho tanta carrera ente nosotros, de lo que a mí apetece y me gusta, y que ha sido nuestra principal motivación, también se constituye, hoy, en el principal obstáculo que las autoridades y personal sanitario han encontrado a la hora de llamarnos a ser disciplinados y a mantener una voluntad firme y constante permaneciendo en nuestras casas.
Si bien ya es un hecho que esta pandemia crece en progresión geométrica, también es un hecho muy cierto que entre nosotros ha crecido, de manera alarmante, el número de personas de voluntad débil, caprichosa y blanda. Gente sin metas y sin objetivos concretos en la vida. Personas inconstantes que giran como veletas según el viento del momento, llevados y traídos por lo que, en cada instante, les pide el cuerpo.
Creo que son estas personas, de vida cómoda y placentera, las que más dificultades van a encontrar ante el llamado que se nos ha hecho y es claro que no la tendrán fácil. Algunas actitudes ya conocidas que se han presentado y que hemos visto en las redes sociales nos van mostrando la catadura de estas personas totalmente contrarias a las del personal sanitario. No saben de renuncias, ni entienden la importancia del sacrificio y la dedicación al bien del otro. Son los niños consentidos y caprichosos que estropean, con sus actitudes y en las redes sociales, cualquier relación basada en el amor y la entrega generosa. Excusen la crudeza del lenguaje, pero este tipo de personas vienen arrastrando mediocridad, tienen una personalidad mal diseñada y son fruto del abandono y la dejadez.
Nuestra voluntad como la razón, son rasgos esenciales de nuestra condición humana.
Tengo la certeza de que estos días en casa y en familia, nos van a ayudar a educar la voluntad como esfuerzo diario, a ser más disciplinados, más constantes y más ordenados. Renunciando a las satisfacciones inmediatas garantizaremos nuestras metas frente a esta pandemia que no es un juego. Vale la pena hacerlo. Ya veremos los resultados. De esta experiencia vamos a salir más libres y más dueños de nosotros mismos. Inquebrantables ante cualquier dificultad y con un nivel de madurez que enriquecerá a los que caminen con nosotros. misma. No se doblega fácilmente a las dificultades. Su vida va alcanzando una madurez que enriquece a quienes encuentra en su camino.
El modelo más limpio lo encuentra el cristiano en ese Jesús capaz de ser fiel a su misión, a pesar de los rechazos y desprecios que encuentra en su camino. El evangelista Lucas nos dice que sus propios vecinos de Nazaret trataban de «despeñarlo», pero él «se abrió paso entre ellos» para continuar su tarea salvadora.
* Sacerdote de la Arquidiócesis de Cartagena