Por Wilmar Polo Vega *
En la obra ‘El Príncipe de Hamlet’, William Shakespeare, poeta, dramaturgo y actor inglés, nos presenta a Hamlet, príncipe de Dinamarca, quien al recibir del fantasma de su padre la noticia sobre su asesinato finge una locura, caracterizada por extensos soliloquios que podían parecer incomprensibles para la mayoría de las personas. No obstante, quienes lo escuchaban con atención concluían que su aparente locura no estaba exenta de lógica, aunque difícil de interpretar.
En su ensayo ‘Los Locos de Macondo’ el psiquiatra Álex González nos presenta el trastorno psiquiátrico de José Arcadio Buendía, hombre inteligente, líder innato, quien fundó a Macondo con sus habilidades de todero, que iban desde la arquitectura y la planificación hasta instrucciones para la crianza de los niños y actividades agrícolas y veterinarias. Sin embargo, José Arcadio Buendía sucumbe a su enfermedad mental, entregado a sueños y luchas imposibles. Este precursor caribeño de McGyver termina aislado del mundo, malviviendo sus frustradas fantasías atado al tronco de un árbol de castaño.
Sin lugar a dudas, en la historia de la humanidad, ‘líderes’ y gobernantes con evidentes trastornos mentales han influenciado y gobernado (y lo siguen haciendo), aunque en muchas naciones la Constitución establezca que se debe inhabilitar y reemplazar a un mandatario con probados trastornos mentales o emocionales. Decirle loco al contendor político o al que simplemente no nos gusta en el poder parece ser ‘tendencia’ hoy y no siempre nos preguntamos si la ‘locura’ o ‘insania mental’ de estos personajes es real o es una percepción que crea la antipatía que nos generan; o, también, que pueda tratarse de una estrategia taquillera para intimidar y mantenerse en el poder por el miedo que generan las imprevisibles actuaciones de un ‘loco’. Esto último aplica a las grandes potencias con poder nuclear y económico, pero no creo que esto funcione en nuestro eterno Macondo.
La ‘locura’ como estrategia política, siglos después de Maquiavelo, también la podemos encontrar aquí cerquita. Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos entre 1969 y 1974 y hasta ahora el único presidente que ha renunciado por las implicaciones de ‘chuzadas ilegales’ en el llamado escándalo de Watergate, aplicó su famosa (y al parecer efectiva) teoría del hombre loco (madman theory) para hacerle creer a los comunistas de Vietnam del Norte que en un episodio de su fingida locura era capaz de presionar el temido botón nuclear y desatar la más apocalíptica destrucción para acabar unilateralmente con la guerra.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud -OMS, la prevalencia de los trastornos mentales continúa aumentando, afectando considerablemente la salud de las personas, y se ha vuelto una gran carga económica a los países, además de frecuente causa de violación de los derechos humanos. Los trastornos mentales diagnosticados a tiempo y con un adecuado tratamiento, permiten a la mayoría de las personas desarrollar actividades laborales y sociales sin ninguna limitación. Cada vez que se nos ocurra calificar de ‘loco’ al que no nos gusta (o no nos parece), sería bueno pensar si estamos en el gran porcentaje de la población que padece este tipo de trastornos. Ya lo dijo el conocido refrán: «de músicos, poetas y locos todos tenemos un poco”.
No olvidemos que no es lo mismo ser loco que “hacerse el loco”, aunque muchos de los que se piensa que fingen locura, realmente lo estén. De todas maneras, así como las brujas, ¡de que los hay, los hay!
* Médico y Politólogo