Por Juan Conrado Ovalle *
El pueblo cartagenero dispuso, con autonomía, quién será el próximo alcalde para el periodo 2.020 – 2.023, escogencia que recayó en William Dau Chamat, quien con un discurso sencillo encaró la campaña electoral, donde el centro y eje de todas sus intervenciones fue la corrupción y sus actores principales a quienes no se cansó de llamar ‘malandrines’ y ‘delincuentes. Con ese lenguaje directo se supo conectar con grandes sectores del electorado, quienes en lugar de buscar por quién votar priorizaron en quién confiar.
Los votos depositados por Dau Chamat los podemos calificar como una expresión de rebeldía, de rechazo a la robadera y a las prácticas transaccionales, del que “qué me das a cambio de lo que te ofrezco”, lo cual encontró otra manifestación en el Voto en Blanco tanto a la Alcaldía como a la Gobernación, donde se lograron cifras muy importantes como expresión política de rechazo a esa clase política depredadora.
Conocidos los resultados electorales, para muchos sorpresivos, las reacciones no se hicieron esperar, planteándose la eventualidad de un posible fraude en favor del candidato ganador. Sin embargo resulta difícil entender cómo un aspirante con poca organización electoral pudiera construir toda una estructura para torcerle el pescuezo a la voluntad popular y así lograr un triunfo con una diferencia que ronda los once mil votos.
Dado por descontado el triunfo logrado en las urnas por William Dau Chamat, a este, ya como alcalde de todos los cartageneros, le corresponde asumir grandes retos y responsabilidades, los cuales van mucho más allá de lo que podemos inicialmente imaginar, dado que su victoria marca un hito histórico y le tocará romper con costumbres y tradiciones en el acontecer político tradicional, donde por lo general las decisiones a adoptar por los gobernantes son productos de transacciones, donde ha venido imperando la práctica de que todo se transa, todo se negocia, en beneficio de un determinado actor estratégico particular, y donde se le otorga mayor importancia a beneficios particulares sobre el bien general.
En ese marco será imperativo que el nuevo burgomaestre de los cartageneros, para el éxito de su gestión en los cuatro años de gobierno que le esperan, mantenga firme y coherente una línea de acción que mida con el mismo rasero todas sus actuaciones y decisiones.
No podemos desconocer que hoy por hoy confluyen en Cartagena diferentes actores estratégicos, no solo del orden local y nacional, sino transnacionales, a quienes se hará necesario atender, escuchar y analizar para generar consensos que beneficien fundamentalmente a la mayoría de los cartageneros y sobre cuya base se pueda construir el desarrollo social, económico y ambiental sostenible y anhelado.
Llegó el momento de actuar, señor alcalde. Es entendible y hay que asumir con la mayor madurez que quienes fueron sus adversarios en la reciente campaña electoral, sobre todo aquellos que se consideraban ya con el bastón de mando en mano, tratarán por diversos medios de socavar su mandato, siendo la primera muestra de ello el cuestionamiento sobre los resultados en las urnas. Muy seguramente esa es apena una advertencia y la cuota inicial de una serie de facturas que le seguirán pasando durante el cuatrienio de su administración, posiciones que se observarán desde diferente escenarios, unos de manera pública, otros desde espacios soterrados.
Las expectativas que se han generado en diferentes sectores de nuestra sociedad son inmensas. La ciudadanía dio el pasado 27 de octubre un primer paso para iniciar un tránsito por senderos diferentes a los acostumbrados, donde unos pocos se apropiaban de la administración, como si el voto popular les diera patente para disponer a su antojo de los recursos públicos. El camino no será fácil, y para ello es pertinente que el nuevo alcalde logre construir un equipo de trabajo con personal idóneo y comprometido, que lo acompañe desde las diferentes Secretarías y dependencias, todo ello con la estructuración del Plan de Desarrollo que aterrice objetivamente su propuesta de gobierno.
No está por demás señalar que la administración pública obedece a normas y disposiciones, bajo las cuales debe moverse el mandatario, siendo pertinente que en las circunstancias actuales el burgomaestre se blinde con un bloque jurídico que minimice los riesgos de error que pongan al gobernante bajo la saga de los organismos de control. Igualmente será imperativo tender puentes comunicacionales con los diferentes actores estratégicos, bajo la argumentación y el respeto mutuo, sin claudicación alguna de los principios y valores que establezca la administración, amén de mantener información oportuna a la ciudadanía de los actos de gobierno, evitando la manipulación de la información y, lo que es peor, el pago por el silencio o la adulación de acuerdo a los intereses en juego.
Hoy podemos decir que la decisión está tomada: Dau Chamat es el dueño del balón, con total disposición del campo de juego. Nunca en los tiempos recientes un mandatario obtuvo un mandato libre de ataduras, de acuerdo a lo que se conoce, lo cual le permite actuar con la mayor independencia, donde el buen ejemplo se convierta en el principal referente para que todos los funcionarios de la administración tengan un patrón sobre cómo actuar. Sabemos que dentro de la administración distrital va a encontrar de todo, sin desconocer la existencia de personal probo, que actúan con compromiso, donde se hace pertinente potencializar sus competencias para que guíen sus actuaciones en favor de la ciudadanía y no de quienes, en un momento dado, fueron sus postulantes.
* Ingeniero industrial, docente universitario y consultor empresarial.
Jaime García
Sabias palabras amigo
No está por demás señalar que la administración pública obedece a normas y disposiciones, bajo las cuales debe moverse el mandatario, siendo pertinente que en las circunstancias actuales el burgomaestre se blinde con un bloque jurídico que minimice los riesgos de error que pongan al gobernante bajo la saga de los organismos de control.
Germán
Well done mr Dau