Al norte, en el Ártico, en Islandia, el país de las auroras boreales, el 18 de agosto con ‘Una Carta al Futuro’ sus científicos despiden el glaciar OK que de 38 kilómetros en 1901 se redujo a uno. Levantaron un monumento para reconocer lo que se sabe y lo que hace falta hacer. Me conmovió y pensé en el sur, en nosotros y en el desastre climático: de 13 montañas glaciadas en 1.889 nos quedan seis glaciares, 32 kilómetros de hielo, todos por encima de los 4.850 metros. Cuatro son volcanes y dos sierras: la del Cocuy y la Sierra Nevada que poca es la nieve que les queda.
Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales -Ideam – ya perdimos el 92% de ellas. Las cifras son contundentes: si de 1930 al 1950 se redujeron el 23.5%, entre 1980 y 2016 la pérdida de la zona glaciar fue de un 61%. Por su impacto en el agua de arroyos, ríos y la Ciénaga Grande del Magdalena, lo que sucede en la Sierra Nevada obliga a parar la deforestación, adaptarnos y ser en verdad ecocéntricos. En 1850 la cobertura de nieve era de 82.6 kilómetros, para el 2017 quedaban 6.5 kilómetros.
Lo que pasa en Islandia pasa aquí y no hay tiempo ni derecho para ignorar que es inviable gobernar o invertir y producir en ciudades caóticas, emisoras de dióxido de carbono -CO2, institucionalmente débiles y clientelizadas. Si queremos sobrevivir, lo ambiental tiene que ser esencial, integral y un credo democratizador de quien lidere y logre acelerar el cambio social concertado y pluriclasista.
Los cristianos tienen en Francisco un guía y todos y todas una Constitución que nos obliga a ser ciudadanos exigentes de una autoridad incluyente, un Plan de Ordenamiento Territorial -POT – para adaptarnos y armonizar lo urbano y lo natural y no solo para hacer negocios. Que la contaminación, el cambio del uso del suelo y el daño ambiental doloso sean sancionados con severidad y corregir y educar al culposo. Frente al monstruo que erosiona y ahoga con el aumento del nivel del mar, gobernar exige pensar en grande e impedir rellenos multiestrato. 27 mil viviendas en alto riesgo de los más pobres exigen liderar un cambio de hábitos y modelo, vencer la codicia y el caos, apoyándose en saberes ancestrales e instituciones de ciencia, en ser coherentes y éticos como funcionarios, ciudadanos o empresas.
Financiar y ejecutar el Plan Meisel & Jhorland y por supuesto el Plan 4-C obligado a priorizar lo solidario y articulado plenamente al sistema educativo. Nuestro glaciar es el manglar, por eso duele e indigna la histórica deforestación en los cuerpos de agua y, en especial de la Ciénaga de la Virgen. Ante el desacato, indolencia e ineficiencia en Marlinda y Villagloria, complicidades y delincuencia en el robo iluminado de la margen derecha y la salvaje devastación en Tierrabaja no convoco a un réquiem sino a fortalecer la necesaria decisión soberana de vencer y hacer posible la resiliencia.
* Abogado, ambientalista y gestor de Paz