Por Rudy Negrete Londoño *
Hace pocos días al interior de la Universidad de Cartagena sucedió un hecho sin precedentes en la historia de esta venerable institución de casi 200 años de vida académica: el bolso de la señora Lee Jae Hee, esposa del embajador de Korea del Sur Kim Doo-Sik, desapareció como por arte de magia.
El hecho, que causó revuelo, tuvo lugar mientras la esposa del diplomático presenciaba un evento en el parque principal del claustro académico, donde una delegación de su país participaba en un encuentro deportivo. Fue justamente cuando la señora Lee observaba atentamente un emocionante combate de Tea-Kondo, cuando un desconocido se alzó con su cartera.
Ella dijo que en el bolso tenía su pasaporte, un celular y dinero en efectivo cuyo monto no se ha conocido de manera pública. Confundida, la señora Lee solicitó a los agentes de seguridad que le acompañaban, que rastrearan su celular por GPS pero las pesquizas resultaron vanas. La búsqueda se hizo más compleja porque las cámaras de seguridad de la institución de educación pública se encontraban averiadas. El Embajador Kim Doo- Zik también se encontraba en el claustro universitario cuando ocurrió el penoso episodio asistiendo a los eventos culturales programados con motivo de El Día de Korea.
Los estamentos udeceístas se apersonaron de la difícil situación y la pusieron en conocimiento de las autoridades, que de inmediato iniciaron las investigaciones pertinentes a través de agentes especializados del CTI, la Fiscalía y el comando de la Policía de Cartagena. De hecho, funcionarios de la universidad acompañaron a la señora Lee a colocar la respectiva denuncia.
Ante tan inédito acontecimiento, sea lo primero condenar el accionar de quien tuvo la osadía de ejecutar tamaña afrenta no solo a una distinguida ciudadana de un país amigo, esposa del embajador acreditado ante el gobierno colombiano, sino a una institución educativa de creciente prestigio como la Universidad de Cartagena, fundada por el Libertador Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander en 1827.
A este claustro ingresan a diario centenares de personas, estudiantes, docentes, empleados, y un sinnúmero de turistas interesados en indagar sobre la historia de la edificación y de la misma institución que, como queda dicho, pronto llegará a sus 200 años de fundación.
Es aventurado decir quién pudo ser el autor del hurto a la señora Lee, pero ha de confiarse en que pronto lo sepamos por pesquisas de las autoridades, aunque el daño a la imagen de la universidad y aún de la ciudad ya está hecho.
Este caso me ha hecho recordar que situaciones parecidas se han presentado en otros lugares. Un evento similar vivió Carolin Bull, señora del embajador de Australia en Chile, en el 2017, cuando también fue víctima del robo de su cartera donde guardaba sus tarjetas de crédito, su credencial diplomática y una copia de las llaves del vehículo de la embajada. Naturalmente que hay enorme distancia entre un centro comercial y una universidad.
Ojalá que esta Ciudad Heroica, que en el pasado se convirtió en el principal botín de piratas y corsarios, no esté sitiada hoy por alguna cuadrilla de carteristas profesionales que con habilidades de ilusionistas despojen sigilosamente a nativos y plenipotenciarios con elegancia y finos modales. Porque podrían ser quienes han burlado las medidas de seguridad de una institución que tiene como lema: ¡Siempre a la altura de los tiempos!
* Comunicador social – periodista