Primera palabra: Por causa, principalmente, de unos hechos sobre los cuales se han escrito centenares de páginas durante la última década, miles de cartageneros dejaron de confiar en sus gobernantes y, en general, en su dirigencia política, a la que responsabiliza de la profunda crisis a la que ha estado sometida la ciudad. Sin embargo, con el tiempo el panorama fue ampliándose: graves irregularidades en Edurbe, el desfalco a Reficar (el mayor de la historia según los entes de control), y los sobornos de Odebrecht, entre otros, cuyos principales protagonistas pertenecen al sector privado, dejaron claro que en materia de corrupción los políticos no tienen la exclusividad. Sin embargo, convencido de que el poder que hoy ostenta le permitirá seguir manipulando la opinión pública, un sector del empresariado local, con un bien elaborado discurso contra la corrupción (pero hoy poco creíble por los citados antecedentes), adelanta una campaña para llevar a uno de los suyos al Palacio de la Aduana. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lucas 23,34).
Segunda palabra: como cada cuatro años, a poco más de seis meses de la elección del próximo alcalde de Cartagena, el escenario político se torna multicolor por la serie de disímiles aspiraciones que están sobre la mesa. No obstante, lo que más llama la atención es que varios de quienes contribuyeron a elegir cuestionados gobiernos, y participaron o estuvieron muy cerca de ellos atentos a ver qué porción de la torta presupuestal del Distrito podrían orientar a sus propios intereses (pero no vieron, ni oyeron ni han dicho nada sobre las irregularidades que se cometían ante sus narices), hoy son aspirantes o apoyan candidaturas diseñadas a sus medidas. Sin recato alguno, como son testigos de la frágil memoria de los cartageneros, nuevamente osan pedirles que los apoyen «a salvar la ciudad«. «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23,43).
Tercera palabra: Como es sabido por todos, una de las causas de la crisis que ha padecido Cartagena (¿o tal vez habría que decir que una de sus consecuencias?), es que en los últimos cinco años ha tenido alrededor de 10 alcaldes. El último elegido por votación popular, como también deberá recordarse, duró escasos 14 días al frente de su cargo. El hecho es que varios de ellos alcanzaron la Alcaldía a pesar de su impericia, o de su desconocimiento de lo público o, como en el último caso, por estar inhabilitado siquiera para aspirar, pero pudo más el interés de sus auspiciadores que el de la ciudadanía en general. Hoy, por un lado, como para que se repita la historia, nuevos inexpertos y desconocedores de lo público aspiran a gobernar la ciudad. Y, por el otro, como ya se dijo, varios de los causantes de la crisis padecida, en una clásica burla a la inteligencia ciudadana, le piden a los cartageneros que los encarguen a ellos de su superación. «Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu madre» (Juan 19,26 s.).
Cuarta palabra: En vísperas de unas elecciones, sobre todo cuando un país, un departamento o una ciudad está en crisis, el llamado debería ser a la construcción de un proceso incluyente, masivo, participativo, que permita, por un lado, el diseño de un programa de gobierno que privilegie y priorice los planes, proyectos y programas que contribuyan a restituir la institucionalidad y a restablecer la confianza perdida; y por el otro posibilite la escogencia de un candidato de consenso, con el liderazgo y, en general, el perfil requerido en cada circunstancia. Sin embargo, por lo que se ha podido establecer, en Cartagena sí se habla de procesos, pero diseñados por unos pocos y con evidentes cartas marcadas. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mateo 27,46).
Quinta palabra: El alcalde encargado, Pedrito Pereira Caballero, presentó al Concejo de Cartagena un Proyecto de Acuerdo por medio del cual busca que se incorporen más de $232 mil millones al presupuesto de la actual vigencia fiscal. La iniciativa, como se expone en la Exposición de Motivos, busca garantizar los recursos para dar continuidad al Programa de Alimentación Escolar –PAE – y a los servicios de aseo y vigilancia a las instituciones educativas del Distrito; así como para culminar la reconstrucción de la infraestructura de la red hospitalaria del Distrito, entre otras acciones. Algunos actores prevén que parte de tales recursos, como sucedió con el empréstito de $250 mil millones realizado durante el gobierno de Dionisio Vélez, se malversen o dilapiden; pero otros ponen ‘palos en la rueda’ por otros motivos. «Tengo sed» (Juan 19,28).
Sexta palabra: De acuerdo con varios analistas, Judith Pinedo pudo ganarle a Juan Carlos Gossaín la Alcaldía de Cartagena gracias a que, en ese entonces, el panorama político era un empresariado ‘impoluto’ versus una clase política ‘corrupta’. O, al menos, así fue vendida a la opinión pública la campaña de ese entonces. Hoy, aunque es claro que muchos políticos de carrera tienen bien ganada la fama de ‘deshonestos’, también lo es que en el sector privado hay muchos que se las disputan. Hoy todo no es, como se pretendía antes, o blanco o negro. También hay grises y, dentro de estos, muchos matices. Teoricamente, hoy solo podría ganarle a un buen candidato de los partidos tradicionales un mejor candidato de los sectores alternativos. Y ello, si los líderes de estos y, claro está, los candidatos, deponen sus intereses y dejan a un lado sus egos. «Todo está consumado» (Juan 19,30).
Séptima palabra: Para analistas, politólogos y, en general, quienes tengan sentido común, es claro que al momento de votar no tienen como alternativas -necesariamente – a los mejores hombres o mujeres de su departamento o ciudad sino a los únicos que pudieron ser avalados o tuvieron la posibilidad de acopiar las firmas requeridas para ser inscritos por un grupo significativo de ciudadanos. Al sufragar, entonces, se escoge entre un reducido grupo de personas y no entre toda la ciudadanía. Por ello, la decisión de avalar a uno u otro aspirante a Gobernaciones y Alcaldías debe ser asumida por los partidos políticos con mucha responsabilidad. No se trata de avalar candidatos para sumar votos a nivel nacional con el fin de fortalecer aspiraciones congresionales o presidenciales. Ni tampoco, claro está, para intentar garantizar curules en Asambleas y Concejos. «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23,46).
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