Por Danilo Contreras Guzmán *
El concepto del gobierno del pueblo no es estático ni corresponde solo al criterio del triunfo del voto de las mayorías. Las mayorías constituyen una de sus claves, pero la democracia sin plena realización de los derechos fundamentales de todos, en especial de las minorías vulnerables, y sin división inequívoca de los poderes públicos, deviene en cualquier cosa menos en una democracia moderna y sustancial. Las mayorías le dan sello formal, pero el fondo sustancial se lo otorga la división de poderes y el respeto a las garantías fundamentales de todos.
Platón relata en uno de sus ‘Diálogos’ que Critón invitó a Sócrates a huir de la ciudad luego de que este fuera condenado, injustamente, a beber la cicuta. Sócrates responde que no puede traicionar las leyes que le han dado su condición de ciudadano pues no es adecuado responder injusticia con injusticia. Este puede ser un buen ejemplo ético para aquellos que se les dificulta aceptar una de las reglas maestras de la democracia cual es la de las mayorías.
Duque es legítimo ganador por cuenta de esa regla y es deseable, por el bien del país, que pueda acertar. Sin embargo el desarrollo de su gobierno no puede realizarse de espaldas a la atronadora masa de ocho millones de ciudadanos que no votaron por el presidente electo y que sin duda están a favor del respeto a los acuerdos de paz con las Farc.
El presidente electo no debe olvidar que es producto de las primeras elecciones en paz que conoce la Nación luego de 70 años de historia reciente. En 2006, la académica Elizabeth Ungar afirmaba: «estas elecciones van a ser muy difíciles desde el punto de vista de orden público, por la participación de actores armados de diferente naturaleza. Es muy preocupante porque confirma que las elecciones van a estar marcadas por la violencia». En 2010 las noticias se repetían en este estilo: «el Ejército desplegó una ofensiva con siete mil uniformados contra 11 estructuras de las Farc, entre el Huila y Tolima. El comandante de la Quinta División, general Juan Pablo Rodríguez, sostuvo que la ofensiva neutraliza las acciones terroristas de las Farc en la época preelectoral en esta región del país». Esta no es una circunstancia menor pues marca un punto de inflexión en la historia nacional en tanto que las decisiones del momento pueden significar la consolidación del cese de la violencia o un aciago retorno a la guerra por razones políticas.
Aquello de «hacer trizas los acuerdos» puede tener lugar de una manera burda y precipitada o de forma sofisticada, cocinada a ‘fuego lento’, como dicen de algunas venganzas. La dilación en la deliberación y aprobación de los procedimientos que permitan el adecuado funcionamiento de la JEP puede ser el anuncio de esta última alternativa de destrucción. Esperemos que no.
De momento podría quedar en claro que las particularidades históricas, sociológicas e institucionales de la Nación son distintas a las de países vecinos, de modo que la superstición, gran enemiga de la democracia sustancial, consistente en creer que una ideología castrochavista puede enraizarse aquí, no pasa de ser una manipulación. A la campaña de Gustavo Petro en segunda vuelta se sumaron reconocidos sectores de centro y no puede señalarse una sola línea entre las propuestas del progresismo que se asimilen a las tesis marxistaleninistas o al socialismo que sirven de guía al régimen cubano o planteamientos dictatoriales como los que impone Nicolás Maduro en la sufrida Venezuela. Llama la atención también que pese a la desastrosa administración que se le atribuye a Petro en Bogotá, su triunfo electoral sigue siendo incuestionable allí, de modo que una cosa puede ser lo que comunican los grandes medios y otra lo que reflejan las cifras y la voluntad popular.
La historia de la democracia se ha construido bajo el signo de las dificultades y ha sido una excepción en el devenir de las sociedades. Debemos seguir edificándola entre todos.
* Abogado especialista en Derecho Administrativo y candidato a Maestría en Derecho con énfasis en Derecho Público.