Por Marcela Márquez *
Para que exista un ejercicio pleno del derecho a la participación deben existir ciertas garantías, entre estas prima la garantía del ejercicio al derecho a la información. Sin embargo, este derecho está siendo vulnerado constantemente en lo que va corrido de la etapa de pre-elección presidencial. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que este ha sido el período de elecciones más desinformado de toda la historia de la República de Colombia y que, por esta razón, el ejercicio participativo queda enturbiado. Este período ha estado plagado de fake news. Una fake new o ‘noticia falsa’ es un mensaje de contenido seudoperiodístico, divulgado en medios masivos de ‘comunicación’, como prensa escrita, radio, televisión y, más que todo, en redes sociales, cuyo propósito es producir desinformación o confusión.
Su intención es deliberada y tiene un único objetivo: manipular decisiones personales de cada receptor, decisiones que sumadas pueden llegar a desprestigiar o enaltecer a una institución, entidad o persona, y de esta manera el medio masivo obtiene ganancias económicas o rédito político a través de esto. La característica principal de las fake news es que presentan hechos falsos como si fueran reales, debido a que utilizan el mismo estilo y lenguaje de los productos periodísticos veraces.
Cadenas en whatsapp, portales web, fotografías editadas, simulaciones de screenshots, videos con las voces de sus protagonistas alteradas o mensajes acortados o seleccionados en contextos aislados, son ejemplos de los múltiples contenidos que circulan a diario y que llegan a manos y oídos de cualquiera, pero que para una persona del común es realmente difícil diferenciar entre una noticia real, veraz e imparcial, y una noticia falsa y parcializada.
Las claves para identificar una noticia veraz de una fake new son dos: autoría responsable y fuentes. Mientras que las noticias formales y con información certera siempre cuentan con un autor -un nombre visible – que se hace responsable, o dan el crédito a un equipo de redacción visiblemente constituido dentro de un medio de comunicación de renombre, las fake news son predominantemente anónimas o cuentan con seudoautorías, de portales web o medios masivos de dudosa reputación. La otra característica de un producto informativo son las fuentes, son de donde se obtiene la información, pueden ser oficiales o no oficiales; mientras que las noticias veraces citan fuentes, las fake news contienen enunciados que se expresan como verdades pero no tienen sustento.
Si usted acostumbra a leer noticias en internet que comparten conocidos o amigos en redes sociales, o le son sugeridas a usted mismo, pero no revisa el medio de comunicación del cual provienen, ni revisa el autor, ni las fuentes de información; si acostumbra reenviar cadenas de whatsapp, solamente porque se la envían amigos de confianza, o porque simplemente tiene el hábito; si usted acostumbra en redes sociales visualizar fotografías de personajes públicos en dudosas situaciones y decide compartirlas, sin comprobar antes su veracidad; si usted acostumbra hacer este tipo de cosas, usted está siendo un divulgador de fake news; usted está perpetuando el círculo vicioso de la desinformación.
Para los involucrados, que suelen ser personajes públicos, principalmente de la esfera política y del mundo del espectáculo, muchas veces es casi imposible destruir las creencias infundadas que se edifican acerca de ellos, sus actos o sus errores.
Tiempos atrás, cuando esto ocurría en un medio tradicional, podían recurrir a la rectificación para de alguna manera recuperar su buen nombre. Pero hoy en día, ¿solicitar rectificación? Relegado quedó este mecanismo al que una persona podía recurrir con el propósito de que se corrigiera cualquier información falsa que atentara contra su honra y su buen nombre. Con las fake news no hay lugar a ninguna clase de rectificación ya que estas, por su naturaleza y contenido, tienen un efecto fantásticamente rápido. Aún si hubiere lugar a una rectificación, nada repararía el daño ni se detendrían los efectos que tuvieren lugar. Este mecanismo posee un concepto legal que debe ser reformulado y actualizado, y pronto.
Todo lo que ha sucedido parece concebido desde las entrañas de la más ignorada conspiración, como si aquel día en que se suprimió la tarjeta profesional para el oficio del Periodismo se hubiese fraguado una traición prematura para los tiempos posteriores, los que estamos viviendo, como si los involucrados en esa aberración hubiesen vaticinado que sería necesario lograr que se destruyeran los cimientos sociales de la verdad y la circulación de información imparcial e independiente, y el derecho a la libertad de expresión y de circulación de información fuese burlado, humillado y desprestigiado.
Este período de elecciones presidenciales solo me deja una conclusión: Colombia es un país chismoso. No importa si se trata de la derecha o la izquierda, parece que nos gusta el runrún, el murmullo, el chisme. No estamos debatiendo con ideas, no estamos debatiendo los planes de gobierno, ni nos interesa hacerlo. Para comprobarlo solo hay que ingresar a la red social predilecta para encenderse en debates chismopolíticos; uno se tiene que programar para una lectura de completas falacias argüidas por sus queridos y siempre recordados ‘amigos’.
Y como cada pueblo tiene el gobierno que se merece, este domingo veremos qué es lo que nos merecemos. Veremos si triunfa la verdad, la democracia, la información y el conocimiento, o si triunfa la mentira, la polarización, la desinformación y la ignorancia.
* Comunicadora social – periodista.