Por Danilo Contreras Guzmán *
Muchos pronósticos fracasan por ausencia de sentido común e inadecuada interpretación de los hechos. Lo digo pues no pocos comentaristas y actores políticos predijeron que la paz dejaría de ser el centro del debate público durante la campaña presidencial y que en su lugar la ‘corrupción¿ coparía la discusión.
Olvidaban, tal vez, esos ‘arúspices’ que no hay acto de corrupción más aleve que la guerra, pues en medio de ella el ser humano llega a proceder de manera bestial conforme tristemente lo constata nuestra cruel historia republicana. Que yo recuerde, siempre la bandera de la paz o la lanza de la guerra han definido el debate electoral durante el último medio siglo. Lamentablemente ha prevalecido la guerra, pero que nadie olvide que la guerra es destrucción y es irracional que una sociedad tenga como proyecto su propio aniquilamiento.
En la actual campaña presidencial la opción por la paz o la persistencia de la guerra será el dilema al cual deberá someterse el ciudadano, a solas, en el cubículo de votación. Es un hecho que algunos candidatos apuestan por preservar los acuerdos con las Farc, los cuales, pese a que No son la paz, Sí constituyen un aporte definitivo a la construcción de la concordia; en tanto que otros aducen que es menester la modificación del mencionado acuerdo, lo cual es una manera sofística de decir que los harán ‘trizas’ como honestamente lo declaró en alguna oportunidad un destacado representante de la derecha más recalcitrante que se pueda encontrar por estas tierras.
La complejidad y lo paradójico de los hechos parecerían dar razón a los mecenas de la conflagración. La captura de alias ‘Santrich’ con fines de extradición por narcotráfico, los enfrentamientos en el Catatumbo, en Tumaco y la corrupción del gobierno en el manejo de los recursos para el posconflicto son la receta perfecta para claudicar y dejar que las fieras de caos tomen las riendas para que continúe el desangre, quizás hasta completar un siglo o más, sin que las generaciones conozcan el sosiego.
Todos, desde todos los frentes, parecen aportar su granito de arena para que la guerra siga. Es inaudito lo de Santrich. De llegar a confirmarse las versiones gringas, se trataría de un absurdo que roza lo demencial, y de otra arista la persistencia en el latrocinio y la ineptitud del gobierno en la implementación de los acuerdos es francamente deprimente.
Ha sido prácticamente imposible que se imponga entre la ciudadanía la consideración de que no hay paz perfecta, pero la que está en curso es susceptible de ser edificada, si prevaleciera un poco de buena voluntad.
En mi caso debo expresar que me mantengo firme en la idea que el camino adecuado para construir la paz es el de la cesación del conflicto con las Farc. Soy de los que piensan que ningún muerto en la violencia es bueno. Por el contrario, cada muerto de la violencia es una derrota del humanismo.
No estaría mal, en estos días de tribulaciones de la paz, hacer propias las palabras de Séneca: “los caminos a que somos llamados son arduos y escarpados. ¿Y qué? ¿Acaso por los llanos se sube a las cimas?”. Cada voto decide.
* Abogado especialista en Derecho Administrativo y candidato a Maestría en Derecho con énfasis en Derecho Público.