Por Johana Bueno Álvarez *
En Colombia cada día estalla un nuevo escandalo como resultado de la corrupción que se teje en todas las ramas del poder público y en todos los niveles de gobernanza del territorio nacional.
Las crecientes prácticas corruptas en nuestro país están arraigadas a una cultura llevada a cabo en la Administración Pública, que ha trascendido a través de la historia logrando agudizarse y perfeccionar las estrategias ‘burocráticas’.
En tiempos en que las noticias sobre las consecuencias del conflicto armado han disminuido se han hecho más visibles los casos de corrupción, llevándonos a reconocer que esta ‘tendencia’ muy silenciosamente terminó destruyendo lo que la guerra no pudo: la ética, la moral, los valores y los principios.
Algo que se ha vuelto una constante en nuestro país es tapar un caso de corrupción con otro peor hasta catapultar el anterior y así sucesivamente. El efecto es un pueblo que se indigna de la puerta de su casa hacia adentro. El grado de obnubilación ciudadana es tal que el malhechor consigue reforzar sus acciones hasta hacerlas repetitivas y aceptadas por la sociedad como normales.
En un trabajo de periodismo investigativo, adelantado por la unidad investigativa del diario El Tiempo (leer ‘Saqueo de la corrupción equivale a casi un billón de pesos por semana‘), se concluye que los colombianos perdemos aproximadamente $50 billones al año como consecuencia de la corrupción, dinero que podría utilizarse para inversión social materializándose en: educación universal y de calidad, eficientes intervenciones y acciones de gestión en salud pública, acceso, oportunidad y calidad en salud, vivienda digna, infraestructura pública y seguridad… en resumen: el mínimo de decencia para garantizar a los ciudadanos una mejor calidad de vida.
Aunque normativamente se hayan creado herramientas como la Ley Anticorrupción y el sistema electrónico de contratación pública, con el fin de contener y llevar un mejor control del gasto público, son muchos los casos en los que aún existe una dificultad mayor que limita a los ciudadanos tener acceso público a información con relación a la ejecución del Presupuesto General de la Nación, del Sistema General de Participaciones y el Sistema General de Regalías. En otras palabras: la ‘meritocracia’ no hace alarde propiamente de transparencia.
Según el último informe de Transparencia Internacional, Colombia ocupa el puesto 96 en percepción de corrupción entre los 180 países evaluados, manteniéndose durante cuatro años consecutivos en los también deshonrosos lugares intermedios, lo que pone en entredicho las acciones que el Gobierno ha implementado para atacarla.
Dentro del análisis se incluyen recomendaciones de Samuel Hernández, director de Transparencia por Colombia, para disminuir los índices y combatir la corrupción. Estas son: «Transformación del sistema político y del ejercicio del poder; recuperar la legitimidad de la justicia y lograr sanciones efectivas y romper con el clientelismo en el empleo público y la contratación».
En ese sentido los ciudadanos tenemos una tarea muy importante en el ejercicio de la democracia y es: ser responsables al momento de escoger a nuestros gobernantes, siendo vital tener presente -de todas las opciones- a quien realmente tenga una visión de lucha contra el mayor de los cánceres que se ha desarrollado en el órgano social, político y cultural de Colombia.
La corrupción ha evolucionado hacia esa enfermedad crónica agudizada que amerita tratamiento urgente y no terapias superficiales que son como ‘pañitos de agua tibia’; en tanto que se requiere emplear medidas profundas que garanticen salir de la crisis en la que nos tienen sumergidos; siendo necesario para el desarrollo y competitividad de nuestro país un gobierno que apele a la lucha contra este flagelo, de lo contrario continuaremos sumidos en la esclavitud de vivir sin oportunidades que nos permita mejorar nuestro nivel socioeconómico y cultural.
* Médica especialista en Gestión de la Calidad y Auditoría en Salud; vinculada a Comfamiliar-EPS y a la Secretaría de Salud de Bolívar.
.
Eugenia Bastidas
Estos aportes hacen falta par salir de la ignorancia ante ciertas temáticas q la llevan a una a quedarse callada. Felicitaciones.