Por Danilo Contreras Guzmán *
Sin talentos suficientes, he cometido la osadía de proponer mi nombre, no en una, sino en varias contiendas electorales. Sin éxito desde luego. Ahora que lo pienso, qué desconsideración la mía para con mis paisanos.
Estos percances personales que carecen de importancia para el interés general, me han causado curiosidad respecto de la metodología utilizada por algunos líderes locales y nacionales para coronar sus metas electorales e interrogantes sobre la posterior influencia que dichos métodos tienen en el ejercicio independiente del gobierno.
Para ejemplificar mi inquietud pongo el caso de ciertos ‘delfines’ que apenas saliendo de la pubertad son proclamados ‘padres de la patria’ y empiezan su trasegar por cargos y corporaciones públicas sin haber tenido tiempo de sumar méritos a su curriculum y sin haber conocido, ni en fotos, la aspereza de los caminos de los barrios y los campos donde vive el pueblo. Probablemente esos avezados muchachos de buenos apellidos cuenten con votos previamente ‘empacados’ para cuando se decidan a emprender la aventura de una carrera pública. «¿Y cómo lo hacen?», se pregunta en una de sus canciones el gran salsero Frankie Ruiz.
El repaso de un libro ajado de epopeyas de antaño me hace notar que el método es de vieja data. Mario, el legendario General Romano, al justificar ante el pueblo el mando que se le había conferido a despecho de los nobles que habían sido descartados para hacer la guerra a Yugurta, exclamó: «Me habéis mandado a hacer la guerra a Yugurta, que la nobleza ha llevado muy mal. Reflexionad, os ruego, si será mejor revocarlo y que encarguéis un negocio de esta naturaleza a alguno de aquel corrillo de nobles, quiero decir, a uno de linaje antiguo y que tenga muchas estatuas de sus mayores, pero que jamás haya militado, para que una vez puesto en él se turbe, se apresure sin saber qué hacer y eche mano del primero que encuentre para que le enseñe el oficio… Comparad, pues, ahora, a un hombre de fortuna, cual soy yo, con la altanería de estas gentes nobles».
La democracia no es hoy una meritocracia. El trabajo, los merecimientos y las ideas son al parecer un ensayo humorístico si se trata de elecciones. Pareciera que ahora es preciso tramar toda candidatura con vocación de triunfo a la sombra de un padrino.
Esa fórmula, sin duda, resta autonomía e independencia al patrocinado y confiere poder real al mandante, que naturalmente incidirá, tal vez mas de la cuenta, en el ejercicio del encargo al cual el candidato suele acceder por cuenta ajena. El fenómeno alcanza incluso el ámbito internacional.
El maleable concepto del ‘castrochavismo’, acuñado con especial esmero para aterrorizar incautos, acredita que desde todas las orillas ideológicas encuentren vida los gobiernos títeres. Nadie se atrevería a negar la influencia de los Castro en el mediocre gobierno de Maduro que tanto ha injuriado las ideas de la justicia social. Y esa astucia, por lo visto, la ha utilizado también con prolijidad la derecha radical colombiana.
Wilde en su ‘Retrato de Dorian Gray’ escribió: «No hay influencia buena míster Gray… Porque influir sobre una persona es darle nuestra propia alma. No piensa ya con sus pensamientos naturales. Sus virtudes no son reales para ella. Sus pecados son prestados.». Quizás este alarmante diagnóstico del autor solo obedezca a su estilo extravagante.
Lamentablemente, para algunos pocos librepensadores que aún creen que la autonomía es dignidad y principio fundante de nuestro sistema constitucional, el método se fortalece y agiganta sus alcances. Basta revisar los recientes resultados electorales y las inescrutables encuestas y sondeos de la voluntad popular, que no solo auscultan el sentir del pueblo, sino que determinan, con frecuencia que roza lo infalible, los designios que nos depara la democracia.
Está claro que el gobierno de los títeres ofrece tranquilo solaz a los titiriteros y a la masa aturdida por la mentira y la superstición.
* Abogado especialista en Derecho Administrativo y candidato a Maestría en Derecho con énfasis en Derecho Público.
Felipe Alfonso Vergara Martinez
Que buen escrito los invito a liberarnos de esa oprobiosa firma de hacer política y desterremos el Nepotismo Político en nuestra ciudad y votemos con la Razón por ciudadanos honestos con idoneidad y formación profesional.