Por Francisco Javier Flórez Bolívar *
Si hubiese tenido el honor de escribir uno de los obituarios que se publicaron cuando murió el sociólogo Orlando Fals Borda en agosto de 2008, seguramente, como bien hicieron quienes tuvieron el privilegio de redactarlos, no habría dudado en decir que fue el intelectual más influyente de la Costa Caribe colombiana durante la segunda mitad del siglo XX. También habría destacado su monumental contribución a la historiografía latinoamericana, desde la publicación de su clásico Peasant Society in the Colombian Andes (1955), pasando por su imponente colección llamada Historia doble de la costa (1979-1986), hasta llegar a la reedición de su polémica obra La subversión en Colombia (2008). Y, por supuesto, al igual que lo recogieron varios perfiles, habría remarcado su incansable espíritu de fundador de proyectos académicos (Programa de Sociología de la Universidad Nacional), periodísticos (Alternativa) o políticos (Frente Unido, Frente Social y Político, Polo Democrático) de tintes progresista.
Pero en mi obituario dedicado a Fals habría enfatizado, ante todo, en su carácter de ciudadano itinerante. De Barranquilla, ciudad que lo vio nacer en 1925 y en la cual culminó sus estudios de secundaria, partió hacia los Estados Unidos a realizar un pregrado en literatura inglesa (Universidad de Dubuque, 1947), luego una maestría en sociología (Universidad de Minnesota, 1953), y finalmente un doctorado en esa misma disciplina (Universidad de la Florida, 1955). Y tras culminar exitosamente su ciclo de formación profesional, sin caer en las trampas que la arrogancia le suele tender a quienes detentan algún tipo de conocimiento, se internó en municipios, corregimientos y veredas colombianas; recorrió ríos, ciénagas y caños; exploró haciendas, fincas y parcelas; y disfrutó de ver llegar la madrugada en medio de festivales, fandangos y cumbiambas. Se convirtió, en fin, en una suerte de rapsoda que, en vez de recitar fragmentos de poemas heroicos, fue de pueblo en pueblo pregonando las causas estructurales que explicaban las desigualdades sociales enfrentadas por los campesinos y obreros. Su pregón, como todos aquellos destinados a adquirir mayor sonoridad, incluía la promesa de que los académicos y las masas empobrecidas trabajando de manera horizontal, sin impostadas distancias, encontrarían las alternativas necesarias para transformar las citadas desigualdades.
Políticos liberales y conservadores, fieles al lenguaje macartizador de los años sesenta y setenta del siglo XX, lo tildaron de guerrillero. Y ciertos sectores de izquierda, tan críticos de ese lenguaje estigmatizador como presurosos en algunos casos para reproducirlo, lo consideraron espía de la Central de Inteligencia Americana (CIA). Ni lo uno ni lo otro; este trotamundos académico realmente andaba poniendo en práctica la Investigación Acción Participativa (IAP), una metodología afincada en la convicción de que los actores sociales no solo deben ser visualizados como objetos de estudio, sino que también deben tomar parte activa en el diseño y desarrollo del proceso investigativo.
En la Costa Caribe, lugar que privilegió Fals para poner en práctica la IAP, sus hallazgos fueron fundamentales para rescatar referentes políticos, culturales e identitarios. Fue él quien por vez primera reconstruyó de forma sistemática el rol central que Juan José Nieto (el único presidente de origen afrodescendiente que ha tenido Colombia) jugó en la política colombiana durante la segunda mitad del siglo XIX. Fals, con su indómito espíritu andariego, también permitió que nuevas generaciones nos hiciéramos una imagen más cercanade la mítica María Varilla, considerada la más grande bailarina de fandango de todos los tiempos. Su sigiloso andar por las provincias también sacó a la luz las luchas del Boche, un legendario machetero negro que enfrentó las formas coercitivas de trabajo que hacendados nacionales y extranjeros implantaronen la Provincia del Sinú a comienzos del siglo XX.
Éstos y otros hallazgos que Fals hizo en la Costa Caribe le sirvieron de insumo para articular una visión de región que tradujo finalmente en un plan de reorganización territorial que tenía en cuenta las particularidades socio-económicas y culturales de las regiones colombianas. La posibilidad de convertir su propuesta en una política pública se presentó en 1991, cuando, como delegatario de la Alianza Democrática M-19 en el marco de la Asamblea Constituyente de 1991, criticó el sempiterno manejo centralista del poder y reclamó mayores niveles de descentralización administrativa, económica y política.
Los esfuerzos realizados por Fals y las generaciones que escucharon su pregón finalmente se materializaron hace una semana. El Congreso colombiano, amparándose en el espíritu descentralizador de la carta constitucional de 1991, dio vía libre a la aprobación de la Región Administrativa de Planificación (RAP), un ente público y de naturaleza técnica que se encargará de diseñar y ejecutar proyectos que contribuyan a avanzar en el desarrollo de la Costa Caribe como región.
Políticos e investigadores, que desde ya hacen fila para disputarse la paternidad de la RAP, cada vez que sientan esa tentación deberían evocar el nombre de Orlando Fals Borda y su descomunal esfuerzo por dotar a la Costa Caribe de unos relativos niveles de autonomía política, económica y administrativa. Ese ejercicio sería no sólo un mantra para que eviten caer en el ridículo, sino para que le rindan tributo a la memoria y el legado de un verdadero intelectual orgánico, utilizando el vocabulario del pensador italiano Antonio Gramsci. Tributo merecido, además, porque nadie como él dejó sembrada tantas semillas en la Costa Caribe y Colombia en general, las cuales, como se deduce de la RAP, siguen germinando y produciendo frutos académicos y políticos. Así, en estos términos, me hubiese gustado cerrar mi obituario dedicado a Orlando Fals Borda.
* Historiador de la Universidad de Cartagena, con Maestría en Historia, Graduate Certicate in Latin American Studies y PH. D en Historia de la Universidad de Pittsburgh.
Alejandro Villarreal
Excelente reseña de un gigante intelectual.
Esperemos que la RAP atienda el desarro regional coml debe ser, con vision estrategica.
Un abrazo Dr Florez