Hace muchísimos años vi la que a mi parecer ha sido la mejor propaganda política hasta el momento: salían en la televisión las caras de los candidatos que aspiraban a la Presidencia de la República en aquel entonces y, debajo de sus rostros, la siguiente pregunta: «¿con quién dejaría usted a sus hijos esta noche?»
Considero que es la mejor porque la respuesta a esa pregunta ejemplifica de manera perfecta la motivación que nos debe llevar a las urnas para elegir a nuestros gobernantes: confianza. Y es que cualquier padre o madre de familia que tenga que salir de noche solo dejaría a sus hijos con alguien en quien realmente confíe.
Ahora extrapolemos esa misma pregunta a nuestra realidad local, a propósito de que Cartagena va para su noveno alcalde en ocho años y para su tercera elección atípica; máxime cuando se hace evidente que aquí la corrupción entra precisamente por las campañas electorales.
Esto me hace evocar una anécdota que cuenta Salvador de Madariaga en su libro ‘España‘, que hace referencia a la crisis que vivía este país en los tiempos de la República y donde, en vísperas de unas elecciones, un ganadero mandó a uno de sus sirvientes a la plaza para que le comprara los votos a los jornaleros desempleados que se encontraran reunidos allí. El sirviente le entregó cinco pesetas a cada jornalero para que votaran por el candidato que ordenaba su jefe, hasta cuando se tropezó con un jornalero que le tiró las monedas al piso y, mirándolo a los ojos, le dijo: “nn mi hambre mando yo”.
Esa es la frase más heroica que conozco. La recuperación de Cartagena dependerá precisamente de la dignidad de sus habitantes, de su libertad para decidir, de su capacidad de pensar y creer, que es a fin de cuentas el arma más poderosa contra el dominio de quienes siempre han ejercido el poder aprovechándose del hambre de un pueblo al que le compran la conciencia con cualquier moneda para después saquearle su presupuesto y repartírselo como todo un cardumen de hambrientos bandidos.
Pero detengámonos a pensar un momento, hagamos un ejercicio de utopía: ¿y si nos diéramos el gustazo de tirarles en el piso las monedas a aquel que intenta comprarnos? ¿Si nos damos el deleite personal de sentirnos orgullosos y dignos, durmiendo con el estómago vacío pero con una conciencia plena de gozo?
No es posible que hayamos resistido ciento seis días al Sitio de Murillo, cuando preferimos morirnos de hambre antes que rendirnos, y ahora no podamos salir de esta crisis. Apelemos al coraje de Pedro Romero y de los lanceros de Getsemaní para que demostremos, una vez más, que sí es posible romper esas cadenas de la corrupción que hoy nos oprimen.
La salida a esta crisis no tiene piloto automático, aquí pasará lo hagamos o lo que dejemos que pase. Por lo tanto, la responsabilidad de lo que suceda en Cartagena no es del procurador General de la Nación, ni del CNE, ni de los medios de comunicación… sino exclusivamente de todos los cartageneros.
Por ello, la invitación es a que mañana cuando llegues a las urnas y tengas el tarjetón en la mano, te preguntes: ¿con quién dejaría a mis hijos esta noche?
* Abogada especialista en Derecho Público y en Sociología Política.
Rosana lombana
A mi me parece interesante la opción de Munera, me parece mas acertado