Durante todo el tiempo, las estructuras de poder dominante en cada sociedad venden al ideario colectivo una justificación para la acción política, lo que garantiza per se, la aplicación de un proceso dialéctico y adversarial, porque la política es adversarial en sí misma.
A partir de eso, actualmente en Colombia los grupos políticos, el establecimiento como tal, la prensa e inclusive la justicia han creado una narrativa que establece una lógica binaria de extremos, de blanco o negro, de bueno o malo, de derecha o izquierda. Y en esa estamos.
Por eso, bien vale realizar una reflexión sobre el contenido de los conceptos de derecha e izquierda, con el propósito de ubicarlos en su verdadera dimensión, si es que, en verdad, esos calificativos justifican tener entidad hoy en día.
Los orígenes de esas acepciones lo encontramos en la Francia post revolucionaria, con el asentamiento de los Girondinos en la parte derecha de la Asamblea General, y los Jacobinos en el extremo izquierdo de dicha cámara. Para la época, las distinciones ideológicas de ambos grupos permitieron, dentro de las reglas de la democracia, establecer el talante ideológico de sus militantes.
Ahora bien, ¿qué es ser de izquierda y qué es ser de derecha?, pues la respuesta no genera un debate pacífico, ya que algunos pensadores como José Ortega y Gasset negaron la existencia de las mismas, o al contrario, Norberto Bobbio, socialdemócrata italiano de la post guerra, desarrolló un esfuerzo intelectual para justificar esa ambivalencia ideológica.
Sin embargo, la realidad y la historia nos han mostrado en el siglo XX dos manifestaciones prácticas en el ejercicio del poder a partir de estas concepciones. Para la muestra, el Nacional Socialismo alemán, y el Fascismo italiano, que brindan las realizaciones de una ideología de derecha, y de otra parte, en el Marxismo Leninismo en La URSS, la contundencia de su aplicación al gobernar un estado.
De ahí que, en los términos fascistas, ser derecha, en su expresión más pura y auténtica, presupone una visión totalitaria y totalizante del estado y de la realidad. “Todo en el Estado –decía Mussolini – nada fuera del Estado, nada contra el Estado”. Para un político fascista, de derecha, la desigualdad es natural e irremediable, y, por tanto, no es eliminable. La idea de un ser superior, autoritario, que se confunde con el Estado mismo, es el ideal derechista. Desde lo económico, solo para decir algo, se respeta la propiedad privada, y todos en el estado tienen la misma condición, o sea, no hay clases sociales, ni partidos, ni sindicatos, ni agremiaciones.
En el otro extremo se encuentran los izquierdistas, algunos más marxistas que Marx, que son materialistas, desprecian la religión -opio del pueblo-, todo lo quieren cambiar, desprecian el statu quo que promueve el capitalismo, creen en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, en la estatización de los servicios públicos y en la limitación al extremo de las libertades económicas; por eso, ven la propiedad como un mal, y el primer gran hurto en la humanidad se dio cuando alguien dijo: “esto es mío”. No creen en la desigualdad natural entre los hombres y, de presentarse, estas deben ser eliminables. Y, a diferencia de sus antagonistas, existen clases sociales, donde la que debe dominar es la del proletariado imponiendo su dictadura.
Dicho lo anterior, pareciera que no existen aspectos coincidentes o con intersección entre ambos conjuntos. Empero, como los opuestos se tocan, sus concurrencias son tan sustanciales que a veces se confunden y se llama a pensar que en realidad no hay diferencias. Ambas ideologías son utopías sociales, son determinadamente totalitarias, la autoridad exacerbada prima, la supresión de libertades individuales es de su resorte y su fin: el de destruir al enemigo hasta matarlo inclusive, solo para justificar sus fines. Curioso sí es que, so pretexto del ideal igualitario de los izquierdistas, podamos encontrar en la sociedad de consumo bares, restaurantes o camisetas con alusión a Stalin, Marx, Guevara, entre otros, pese a que algunos, como Stalin, fueron tan genocidas como Hitler.
Con todo, como lo expresé al inicio, el debate electoral colombiano está planteado en el mismo sentido, o sea, si queremos un gobierno de derecha o de izquierda, como si no existieran matices dentro del proceso democrático que permitan congeniar ambas posturas, pero no siendo expresa y convenientemente de centro, como lo dice un candidato presidencial, ya que el centro es lo neutro y ello supone la nada, lo inexistente.
Así las cosas, lo importante es que el electorado esté atento, que entienda que los radicalismos en nada construyen, que esos términos exclusivistas de derecha o izquierda, si existen o no, no contribuyen a la construcción de una sociedad civilizada. Sin embargo, no menos importante es reflexionar sobre cuál de esas corrientes nos pretende llevar a la imposición de un extremo cuyas verificaciones en países vecinos nos han dado muestra hacia dónde termina la sociedad.
* Abogado, Especialista en Derecho Administrativo y Magister en Derecho Económico; docente universitario y exprocurador Regional de Bolívar.