Por Daniel E. Flórez Muñoz *
Para nadie es un secreto que la crisis de la democracia representativa que se afianza en occidente después de la década de los 70 del siglo pasado, trajo consigo un sinnúmero de desafíos para comprender las formas en las que se organizan los diferentes sectores sociales para la aspiración, ejercicio y resistencia al poder político al interior de las crecientemente heterogéneas sociedades.
Lo anterior parece especialmente sintomático en las sociedades del sur global, en las cuales se produjo una extraña coexistencia de ciertas prácticas y estructura sociales que poco o nada facilitaban el desarrollo de un clima político, económico y cultural genuinamente democrático, en América Latina y en concreto en Colombia, parece que la crisis de la democracia llegara sin que hayamos experimentado las bondades de la misma. Esto nos obliga a pensar no solo la reinvención de la democracia a la luz de nuevas formas de estructuración del poder y la organización social, sino que además nos obliga a pensar aquello que es en muchos casos lo elemental, me refiero al pueblo como sujeto político libre, actuante y deliberante.
En ese orden de ideas, a la hora de definir algunos síntomas de la crisis de la democracia representativa encontramos tesis que hablan del surgimiento de movimientos sociales, como escenario social privilegiado para la acción colectiva, o más aún, se habla de la crisis de los partidos políticos y en general la crisis del análisis de la ideología como marco de sentido valido para comprender la dinámica política al interior de los ya bastante fragmentados Estados Nación. Sin embargo, muchos han sido los intentos de los partidos políticos, por lo menos en Colombia, para adecuar su estructura y discurso a una sociedad que ya no acepta ser etiquetada simplemente por banderas o colores, sino que asume la defensa de programas mucho más concretos y articulados a sus propias realidades; así tenemos que buena parte de los partidos políticos tienen al interior de su estructura grupos organizados de mujeres, de jóvenes, de comunidades religiosas, LGBT e incluso deportistas, los cuales nutren la actividad del mismo a partir de un examen concreto de sus necesidades diferenciadas y a partir de ahí se comprometen con los procesos de apoyo electoral.
Sin embargo, frente a lo cual no parece haber una respuesta clara aún por parte de los partidos políticos es al problema de la crisis de la ideología, lo anterior no puede entenderse como una re-edición de la célebre máxima de Fukuyama del “fin de la historia”, por el contrario, se trata del reconocimiento de que los partidos políticos parecieren no organizarse a partir de una visión total de sociedad, Estado y política, sino por el contrario de circunstanciales alianzas electorales y no siempre claras afinidades personales. En un escenario como el anterior, está claro que la disputa entre derecha e izquierda pierde mucho sentido, ya que el campo mismo de disputa estaría negando de entrada dicho vector al interior del ajedrez político nacional. Quizá Colombia se aboca a una comprensión de la política mucho más radical, en la cual se el vector izquierda-derecha se reemplace paulativamente por el vector abajo-arriba, manifestando de esta forma el descontento generalizado con una casta política que se aparta gradualmente de las necesidades del pueblo que afirma representar. La expresión “los mismos, con las mismas” traduce en parte dicho descontento.
La crisis de la ideología al interior de buena parte de los partidos políticos en Colombia ha hecho que los mismos sean percibidos muchas veces como simples “máquinas de avales” lo cual reduce a la política o bien a la pura administración técnica de las necesidades colectivas, o bien un peligroso caudillismo en el cual el personalismo toma el lugar de las ideas. Así podemos concluir que en la actualidad son muchísimos los problemas a la hora de definir estrategias de acción a largo plazo y procesos colectivos de transformación con vocación de permanencia, sine estructuras colectivas de marcada vocación política y con un ideario claro en torno a los principales problemas que como sociedad enfrentamos es muy poco lo que podremos hacer en los próximos años, los debates coyunturales de situaciones y personajes nos han hecho olvidar que la política es esencialmente indagar de forma colectiva no solo las razones por las que este o aquel sujeto me agrada o desagrada, o porqué estoy o no de acuerdo con determinada política pública, sino fundamentalmente qué tipo de país espero legar a las generaciones delante mío lo esperan, qué estoy dispuesto hacer para construirlo y lo más importante, con quienes estoy dispuesto a asumir esa lucha.
* Docente Investigador, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Universidad de Cartagena. Activista en Derechos Humanos. Candidato a Magister en Estado de Derecho Global y Democracia Constitucional, Universidad de Génova. Estudiante de Maestría en Derecho, Universidad de Cartagena.
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