Mi abuela decía que le preocupada mucho la generación de ahora porque en su época no habían todas las cosas que hoy existen y paradójicamente, la gente era más feliz.
Y yo me pregunto: ¿en qué momento comenzó a hacer daño bañarse en la lluvia?, ¿tomar agua de la pluma?, ¿caminar a pata pelá?, ¿treparse en los palos?, ¿dar vueltas en el neumático de una llanta?, ¿comerse algo que se cayera al piso porque “lo que no mata engorda”?, ¿comer helado sin pensar en las calorías?, ¿tomar leche entera?, ¿estar castigados sin salir a jugar…?
Hoy, al cálido abrazo lo reemplazó un ícono de WhatsApp. Al rollo de 36 fotos casuales lo reemplazó la carpeta en el computador con 3.000 fotos que nunca vemos. A la alegría de cantar «cumpleaños feliz» en medio de una torta, lo reemplazaron los mensajes en el muro del Facebook. Al juego de ‘parqués’ en familia, lo reemplazó la soledad del IPad. A las cenas en la mesa las invadieron los celulares y a los amigos los reemplazó una lista de mil contactos con los cuales nunca hablamos sino que chateamos.
Vivimos de prisa, corriendo, sin tiempo… afanados por tener el último celular, un televisor más delgado, cámaras con más megapixeles, hijos obsesionados con el último videojuego… trabajando más horas (ausentes de casa) para poder pagar todo lo que esta sociedad nos exige para estar ‘actualizados’ pero no más felices. Conectados en un mundo virtual que nos enseñó a expresar los sentimientos a través de teclas y donde la valoración de las cosas que haces se mide por los ‘likes’ que les pones a las fotos.
Por ello, estoy convencida de que si no reaccionamos con sentido de urgencia a la recuperación de los actos más poderosos de nuestra esencia humana, como mirarnos, conversar, abrazarnos, perdonarnos, llorar, reír… pronto seremos alienígenas robotizados por esa tecnología.
Algunas tribus mayas no permiten que les tomen fotos porque ellos afirman que el ‘flash’ de las cámaras fotográficas les roba el espíritu, pero a nosotros hace rato que las pantallas de todos esos aparatos nos robaron el alma.
¿De qué nos sirve comunicarnos en segundos con personas que se encuentran a miles de kilómetros de distancia, si no podemos comunicarnos con las personas que tenemos a nuestro lado?
Creo que nos haría bien desconectarnos un poco y conectarnos con las cosas esenciales de la vida porque como decía el poeta: “la vida es algo hermoso que nos pasa, mientras la pasamos ocupados en otras cosas”.
* Abogada especialista en Derecho Público y en Sociología Política.
Otras columnas de la misma autora:
Fabian Perez
Está columnista necesita que le den el Nobel de columnista. Es demasiado excelente. No tiene una letra mala. Todo lo que escribe es maravilloso. Admiro sobre todo su versatilidad. Felicitaciones a la revista Metro.
Alvaro Martínez
De acuerdo con el Nobel para la columnista. En verdad que su pluma es exquisita. Yo las disfruto enormemente. Es más, siempre busco en el portal de la revista Metro para ver si ella escribió algo nuevo.
Marcos Suarez
Diana Martínez, nos sorprendes con cada columna que escribes. Tu estructura es hermosa y solo debe de salir un poco de lo que llevas dentro. Gracias de verdad por deleitarnos, por llevarnos a la reflexión, por ponernos a pensar, por sacarnos una sonrisa a todos aquellos que nos embriagan tus letras. Que Dios te bendiga.
MIRELLA CAMARGO ANGULO
Diana Martinez gracias por tus escritos.Tu estructura es brillante y muestra quien eres por dentro y por fuera.Gracias por recordar mi niñez en la bella Cartagena,recordarme mi esencia y mis ancestros. Tendre tus reflexiones muy en cuenta.BENDICIONES desde USA.